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EL SI DE LAS NIÑAS

luchobeto6 de Agosto de 2014

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ANÁLISIS DE EL VUELO DE LOS CÓNDORES

1. AUTOR: Abraham Valdelomar.

-Nació en Ica, en el año de 1888.

-Hizo sus estudios primarios en su tierra natal.

-Estudió la secundaria en el Colegio Nacional Nuestra Señora de

Guadalupe (Lima).

-Fundó la revista literaria "Colónida".

-Hizo periodismo y escribió novelas, cuentos, ensayos, teatros, entre otros.

-Fue un viajero empedernido, logrando visitar muchos lugares del Perú.

-Tuvo una vida agitada en la vida política en el Perú.

-Abraham Valdelomar, falleció en la ciudad de Ayacucho, en 1919.

OBRAS:

-El Caballero Carmelo

-Los ojos de Judas

-Cuentos Yanquis

-El Hipocampo de oro

-La ciudad de los tísicos

-Yerba Santa

-La psicología del gallinazo

-La Mariscala

2. LOCALIZACIÓN: El vuelo de los cóndores está incluido en el libro de cuentos: El Caballero Carmelo.

3. GÉNERO LITERARIO: Narrativo.

4. ESPECIE LITERARIA: Cuento.

5. FORMA DE EXPRESIÓN: El vuelo de los cóndores está escrito en prosa.

6. ESCUELA O MOVIMIENTO LITERARIO QUE PERTENECE EL AUTOR: Abraham Valdelomar pertenece a la escuela literaria: Colónida.

7. ESTRUCTURA DE LA OBRA: El cuento está dividido en siete capítulos cortos.

8. PERSONAJES DE LA OBRA:

. Personajes principales: El niño Abraham y miss Orquídea (la niña trapecista) .

. Personajes secundarios: Padres de Abraham, hermana y su hermano Anfiloquio, el barrista Kendall, el domador mister Glandys, la hermosa amazona miss Blutner y el payaso "Confitito".

9. AMBIENTE Y ESPACIO: El cuento El vuelo de los cóndores se desarrollan en dos ámbitos: la casa de la familia de Abraham y el circo.

10. EL TIEMPO: El escritor Abraham Valdelomar escribió el cuento en tiempo "pasado", ya que rememora su lejana infancia.

11. EL TEMA: El tema central de El vuelo de los cóndores es: El gran entusiasmo que sienten el niño Abraham y los pobladores de Pisco por la función del circo.

12. LAS ACCIONES: Las acciones más importantes del cuento son: .

-La tardanza del niño Abraham a casa después de la salida del colegio por ver a los artistas del circo que habían llegado recién al pueblo:

-La entrega de las entradas para el circo que dio el padre a sus hijos al término del almuerzo.

-La entrada al circo que hizo la familia de Abraham para ver la función artística.

-La presentación artística de miss Orquídea y la caída de ésta ?e1 trapecio.

-La amistad que se dio entre el niño Abraham y miss Orquídea.

-La despedida de miss Orquídea del niño Abraham.

13. ARGUMENTO:

|Haravicus| El vuelo de los cóndores del cuentista Abraham Valdelomar tiene el siguiente argumento:

El circo que viene de lejos, llega a la ciudad de Pisco, creando un gran alboroto en la ciudad. El niño Abraham, cuando sale de la escuela se queda en el muelle para ver a los artistas del circo. Se queda hasta tarde mirando a los personajes del circo: el musculoso barrista Kendall, el domador mister Glandys, la hermosísima miss Blutner y al payaso "Confitito". El día de la función cirquense, el niño Abraham va con su padre y hermanos al circo. Los primeros números artísticos del circo fueron espectaculares y aplaudieron los asistentes a rabiar; pero al llegar el número central El vuelo de los cóndores, cuya estrella es nada menos que miss Orquídea, quien cae del trapecio salvándose de una muerte segura si no fuera por la red. Miss Orquídea queda inválida ya no podrá a repetir jamás ese número artístico tan peligroso. El niño Abraham, días después descubre a la trapecista sobre una terraza. El y ella se miran, se sonríen y así día a día va naciendo un sentimiento entre ellos. Llega el día inesperado y cruel, pues el circo debe partir del pueblo y con él la bella miss Orquídea. Se produce la despedida definitiva entre el niño Abraham y miss Orquídea.

EL VUELO DE LOS CÓNDORES

(Abraham Valdelomar)

I

|Haravicus| Aquel día demoré en la calle y no sabía qué decir al volver a casa. A las cuatro salí de la escuela, deteniéndome en el muelle, donde un grupo de curiosos rodeaba a unas cuantas personas. Metido entre ellos supe que había desembarcado un circo.

-Ese es el barrista -decían unos, señalando a un hombre de mediana estatura, cara angulosa y grave, que discutía con los empleados de la aduana.

-Aquel es el domador:

Y señalaban a un sujeto hosco, de cónica patilla, con gorrita, polai¬nas, fuete y cierto desenfado en el anclar. Le acompañaba una bella mujer con flotante velo lila en el sombrero; llevaba un perrillo atado a una cadena y una maleta.

-Este es el payaso, dijo alguien.

El buen hombre volvió la cara vivamente: -¡Qué serio!

-Así son en la calle.

Era este un joven alto, de movibles ojos, respingada nariz y ágiles manos. Pasaron luego algunos artistas más; y cogida de la mano de un hombre viejo y muy grave, una niña blanca, muy blanca, sonriente, de rubios cabellos lindos y morenos ojos. Pasaron todos. Seguí entre la multitud aquel desfile y los acompañé hasta que tomaron el cochecito, partiendo entre la curiosidad bullanguera de las gentes.

Yo estaba dichoso por haberlos visto. Al día siguiente contaría en la escuela quiénes eran, cómo 'eran, y qué decían. Pero encaminándome a casa, me di cuenta de que ya estaba obscureciendo. Era muy tarde. Ya habrían comido. ¿Qué decir? Sacome de mis cavilaciones una mano po¬sándose en mi hombro.

-¡Cómo! ¿Dónde has estado?

Era mi hermano Anfiloquio. Yo no sabía qué responder.

-Nada -apunté con despreocupación forzada- que salimos tarde del colegio...

-No puede ser, porque Alfredito llegó a su casa a las cuatro y cuarto...

Me perdí. Alfredito era hijo de don Enrique, el vecino, le habían pregun¬tado por mí y había respondido que salimos juntos de la Escuela. No había más. Llegamos a casa. Todos estaban serios. Mis hermanos no se atrevían a decir palabra. Felizmente, mi padre no estaba y cuando fui a ciar el beso a mamá, ésta sin darle la importancia de otros días, me dijo fríamente:

-Cómo, jovencito, ¿éstas son horas de venir? Yo no respondí nada. Mi madre agregó: -¡Está bien!...

Metime en mi cuarto y me senté en la cama con la cabeza inclinada.

Nunca había llegado tarde a mi casa. Oí un manso ruido: levanté los ojos. Era mi hermanita. Se acercó a mí tímidamente.

-Oye -me dijo tirándome del brazo y sin mirarme de frente- anda a comer...

Su gesto me alentó un poco. Era mi buena confidente, mi abnegada compañera, la que se ocupaba de mí con interés como de ella misma.

-¿Ya comieron todos?, le interrogué.

-Hace mucho tiempo. ¡Si ya vamos a acostamos! Ya van a bajar el farol...

-Oye, le dije, ¿y qué han dicho?...

-Nada; mamá no ha querido comer. ..

Yo no quise ir a la mesa. Mi hermana salió y volvió al punto trayéndome a escondidas un pan, un plátano y unas galletas que le habían regalado en la tarde.

-Anda, come, no seas zonzo. No te van a hacer nada .. Pero eso sí, no lo vuelvas a hacer.

-No, no quiero.

-Pero oye, ¿dónde fuiste? ...

Me acordé del circo. Entusiasmado pensé en aquel admirable circo que había llegado, olvidé a medias mi preocupación, empecé a contarle las maravillas que había visto. ¡Eso era un circo!

-Cuántos volatineros hay -le decía- un barrista con unos brazos muy fuertes; un domador muy feo, debe ser muy valiente porque estaba muy serio. ¡Y el oso! ¡En su jaula de barrotes, husmeando entre las rendijas! ¡Y el payaso! ... ¡Pero qué serio es el payaso! Y unos hombres, un montón de volatineros, el caballo blanco, el mono, con su saquito rojo, atado a una cadena. ¡Ah!, ¡es un circo espléndido!

-¿Y cuándo dan función?

-El sábado...

E iba a continuar, cuando apareció la criada: -Niñita. ¡A acostarse!

Salió mi hermana. Oí en la otra habitación la voz de mi madre que la llamaba y volví a quedarme solo, pensando en el circo, en lo que había visto y en el castigo que me esperaba.

Todos se habían acostado ya. Apareció mi madre, sentase a mi lado y me dijo que había hecho muy mal. Me riño blandamente, y entonces tuve claro concepto de mi falta. Me acordé de que mi madre no había comido por mí; me dijo que no se lo diría a papá, porque no se molestase conmigo. Que yo la hacía sufrir, que yo no la quería...

¡Cuán dulces eran las palabras de mi pobrecita madre! ¡Qué mirada tan pesarosa con sus benditas manos cruzadas en el regazo! Dos lágrimas cayeron juntas de sus ojos, y yo, que hasta ese instante me había contenido, no pude más y, sollozando, le besé las manos.

Ella me dio un beso en la frente. ¡Ah, cuán feliz era, qué buena era mi madre que sin castigarme, me había perdonado!

Me dio después muchos consejos, me hizo rezar "el bendito", me ofreció la mejilla

...

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