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Nuestra Letra Ñ


Enviado por   •  21 de Mayo de 2015  •  567 Palabras (3 Páginas)  •  491 Visitas

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La ñ es la letra más representativa del idioma español, que la RAE añadió al alfabeto en la segunda edición de su Ortografía, en 1754. Se sigue considerando la decimoséptima letra del abecedario, a pesar de haberse dejado de considerar, desde 1994, a la ch y a la ll como letras diferenciadas.

No es una letra muy frecuente, pero los hispanohablantes la consideramos “muy nuestra”: tenemos una letra para un sonido que otros idiomas necesitan representar con dos letras, y no aparece en ningún otro idioma, excepto en préstamos lingüísticos. Por esta razón, con la mecanización de la escritura a través de las máquinas de escribir primero y de los ordenadores después, se ha puesto en duda su existencia real (¿es una letra diferenciada o es una ene con tilde especial?) y se ha sustituido por diversos signos, cuando los teclados importados no la incluían (aún se emiten listados, aunque cada vez con menos frecuencia, en que un “Núñez nacido en España” queda inscrito como 'Núnez nacido en Espana', 'Nú/ez nacido en Espa/a' o 'Nú*ez nacido en Espa*a') .

La eñe representa el fonema nasal palatal sonoro, que no existía en latín. La pronunciación de los grupos latinos -ng- (ungula), -gn- (cognatus), -nn- (agnus), -ni- (Hispania) evolucionó en las lenguas romances hasta llegar a sonidos nasales palatales, que durante la Edad Media se representaron en cada romance de diferentes maneras, alternándose y confundiéndose: -yn-, -ny-, -nig-, -ign-, -nj-, -in-, -n-.

El francés y el italiano eligieron la forma -gn-, que podemos apreciarla en el nombre de sendos productos típicos: el champagne y la lasagna. El catalán eligió la forma -ny- que se exhibe en el nombre del territorio propio de esa lengua: Catalunya. El portugués, la forma -nh- en la que la h muda indica que la ene anterior no se pronuncia tal cual, (del mismo modo que adoptó -lh- para representar la palatalización lateral): “toalha de banho”.

El castellano prefirió desde el inicio la -nn- (aunque alternaba con las formas anteriormente indicadas) que los escribanos abreviaban con una ene y una raya encima y que al cortar la palabra, al final de la línea, por la sílaba que la contenía lo hacían separando el dígrafo: dan-no (daño). Esa raya fue ondulándose, quizá por razones estilísticas y, a partir del Renacimiento, se empieza a considerar como una letra independiente y a olvidarse su origen como abreviatura. Esta consideración de letra diferenciada motiva la única variante actual del español con respecto a la clasificación alfabética latina general, desde que en 1994 se dejaron de considerar letras diferenciadas a la ll y a la ch, aunque siguen formando parte de la composición del abecedario.

Para evitar la confusión de pronunciar el grupo -gn- como ñ, Nebrija condenó el uso de de la g en palabras como digno o signo, que deberían escribirse "dino" y "sino".

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