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POEMAS MODERNISTAS

danylpas31 de Mayo de 2013

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INVIERNO.

En invernales horas, mirad a Carolina.

Medio apelotonada, descansa en el sillón,

envuelta con su abrigo de marta cibelina

y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,

rozando con su hocico la falda de Aleçón,

no lejos de las jarras de porcelana china

que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:

entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;

voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis.

Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,

y en tanto cae la nieve del cielo de París.

Rubén Darío.

CAUPOLICÁN.

Es algo formidable que vio la vieja raza:

robusto tronco de árbol al hombro de un campeón

salvaje y aguerrido, cuya fornida maza

blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.

Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,

pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,

lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,

desjarretar un toro, o estrangular un león.

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,

le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,

y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.

«¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta.

Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,

e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.

RUBÉN DARÍO.

DELECTACIÓN MOROSA

La tarde, con ligera pincelada

que iluminó la paz de nuestro asilo,

apuntó en su matiz crisoberilo

una sutil decoración morada.

Surgió enorme la luna en la enramada;

las hojas agravaban su sigilo,

y una araña en la punta de su hilo,

tejía sobre el astro, hipnotizada.

Poblóse de murciélagos el combo

cielo, a manera de chinesco biombo;

sus rodillas exangües sobre el plinto

manifestaban la delicia inerte,

y a nuestros pies un río de Jacinto

corría sin rumor hacia la muerte.

Leopoldo Lugones.

LA PALMERA

Al llegar la hora esperada

en que de amarla me muera,

que dejen una palmera

sobre mi tumba plantada.

Así cuando todo calle,

en el olvido disuelto,

recobrará el tronco esbelto

la elegancia de su talle.

En la copa, que su alteza

doble con melancolía,

se abatirá la sombría

dulzura de su cabeza.

Entregará con ternura

la flor, al viento sonoro,

el mismo reguero de oro

que dejaba su hermosura.

Como un suspiro al pasar,

palpitando entre las hojas,

murmurará mis congojas

la brisa crepuscular.

Y mi recuerdo ha de ser,

en su angustia sin reposo,

el pájaro misterioso

que vuelve al anochecer.

Leopoldo Lugones.

TONADA

Las tres hermanas de mi alma

novio salen a buscar.

La mayor dice: yo quiero,

quiero un rey para reinar.

Esa fue la favorita,

favorita del sultán.

La segunda dice: yo

quiero un sabio de verdad,

que en juventud y hermosura

me sepa inmortalizar.

Ésa casó con el mago

de la ínsula de cristal.

La pequeña nada dice,

sólo acierta a suspirar.

Ella es de las tres hermanas

la única que sabe amar.

No busca más que el amor,

y no lo puede encontrar.

Leopoldo Lugones.

El Mar Y Tú...

El mar y tú. Tu dicha con su duro

lento verter de espumas rescatadas.

El mar y tú: mis playas frecuentadas

por este afán de mar en que perduro.

El mar me trae el ayer. Tú mi maduro

presente enamorado. Tú enlazadas

la dicha y la congoja. El mar trenzadas

la gloria y la agonía de ser puro.

Tengo en ti, amor, la prueba de este canto

que pena como el mar; que su alegría

logra para vivir en tu pureza.

Tu espuma y él. Tu risa y su quebranto.

Que amor sin mar y mar sin agonía

no son cimas logradas de grandeza.

Enrique Larreta.

ESCRITURA

Afuera llueve

Tu mano escribe a mi lado un poema

Veo caer la lluvia

Los trazos emiten un sentido

En los charcos de la calle flotan palabras

Una lenta humedad de signos nos ciñe al respirar

Estoy empapado de ti cuando te leo

Somos ya una misma esencia

atrapada entre agua y escritura.

Enrique Larreta.

¡Otra Vez Dios!

¡Otra vez Dios!... De nuevo la mañana.

De nuevo su pureza conseguida.

De nuevo en mi tarea, la encendida

propuesta de una estrofa soberana.

Florece el corazón. Cunde la sana

canción de lo que nace. Todo olvida.

La luz cae sobre el alma esclarecida

y el alma la acrecienta en su campana.

Naciendo está el amor, ¡oh dulce instante!

Posible es la bondad, Dios es posible...

La muerte y el dolor, mudos despojos.

Hay un silencio nuevo. Una fragante

promesa de ventura preferible...

Sólo recuerdo el valle de tus ojos.

Enrique Larreta.

LO FUGAZ

La rosa temblorosa

se desprendió del tallo,

y la arrastró la brisa

sobre las aguas turbias del pantano.

Una onda fugitiva

le abrió su seno amargo

y estrechando a la rosa temblorosa

la deshizo en sus brazos.

Flotaron sobre el agua

las hojas como miembros mutilados

y confundidas con el lodo negro

negras, aún más que el lodo, se tornaron,

pero en las noches puras y serenas

se sentía vagar en el espacio

un leve olor de rosa

sobre las aguas turbias del pantano.

Ricardo Jaimes Freyre.

ENTRE LA FRONDA

Junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa

del sol, como un prodigio de viviente escultura,

nieve y rosa su cuerpo, su rostro nieve y rosa

y sobre rosa y nieve su cabellera oscura.

No altera una sonrisa su majestad de diosa,

ni la mancha el deseo con su mirada impura;

en el lago profundo de sus ojos reposa

su espíritu que aguarda la dicha y la amargura.

Sueño del mármol. Sueño del arte excelso, digno

de Escopas o de Fidias, que sorprende en un signo,

una actitud, un gesto, la suprema hermosura.

Y la ve destacarse, soberbia y armoniosa,

junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa

del sol, como un prodigio de viviente escultura.

Ricardo Jaimes Freyre.

EL CAMINO DE LOS CISNES

(Fragmentos)

Crespas olas adheridas a las crines

de los ásperos corceles de los vientos;

alumbradas por rojizos resplandores,

cuando en yunque de montañas su martillo bate el trueno.

Crespas olas que las nubes obscurecen

con sus cuerpos desgarrados y sangrientos,

que se esfuman lentamente en los crepúsculos,

turbios ojos de la noche, circundados de misterio.

Crespas olas que cobijan los amores

de los monstruos espantables en su seno,

cuando entona la gran voz de las borrascas

su salvaje epitalamio, como un himno gigantesco.

Crespas olas que se arrojan a las playas

coronadas por enormes ventisqueros,

donde turban con sollozos convulsivos

el silencio indiferente de la noche de los hielos.

Ricardo Jaimes Freyre.

A UNA MORENA.

Tienes ojos de abismo, cabellera

llena de luz y sombra, como el río

que deslizando su caudal bravío,

al beso de la luna reverbera.

Nada más cimbrador que tu cadera,

rebelde a la presión del atavío...

Hay en tu sangre perdurable estío

y en tus labios eterna primavera.

Bello fuera fundir en tu regazo

el beso de la muerte con tu brazo...

Espirar como un dios, lánguidamente,

teniendo tus cabellos por guirnalda,

para que al roce de una carne ardiente

se estremezca el cadáver en tu falda...

...

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