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Pastorela

comunidadeducati4 de Noviembre de 2014

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Pastores de la ciudad

Emilio Carballido en colaboración con Luisa Josefina Hernández

A Emma Teresa Armendáriz

y Rafael López Miarnau

Personajes:

Bato: jardinero

Juan: jardinero

Gila: sirvienta

Madre: Juana López

Niño: su hijo

Niña: su hija

Juanito: bolerito

Vendedora de flores

Valentina: patrona

Beata:

Inés: estudiante

Alejandro: estudiante

Primer Corderito

Segundo Corderito

Vaca

Burro

Trabajador del rastro

Mendigo: José

Mendiga: María

Tercer Jardinero

Policía: que en realidad es el diablo

Ángeles, beatos, gente que pasa

Los villancicos cantados en la última escena fueron compuestos por Sor Juana Inés de la Cruz, para la Nochebuena de 1689. En el Jardín de San Sebastián, México, D.F. Escrita en colaboración con Luisa Josefina Hernández la Nochebuena de 1958.

Acto único

El jardín de San Sebastián

(Al centro, una torre vieja, que tal vez tuvo un reloj o fue campanario. Ahora sirve para guardar las herramientas de los jardineros. Está semirrodeada por un seto vivo. Árboles, bancas, una fuente; un jarrón neoclásico, sobre su columna, sirve de maceta. Matorrales espesos. Flores. Una mata muy tupida de flores de nochebuena. Algún alto poste, con su farol encendido. En el cielo, estrellas.

Música: Obertura.

Es de noche. Caen hojas secas. Ruido lejano y esporádico de cohetes. Cláxones. Voces apagadas.)

[Bato barre, con su larga escoba de ramas, Juan trata de encender una hoguera con hojas secas. Inés espera, caminando y viendo el reloj de la iglesia, que queda fuera de escena, a la izquierda (suena el reloj.)]

(La Vendedora ofrece sus flores y las beatas cruzan. El Bolerito busca cliente. El Policía vigila. Cruzan Gila y su patrona; ésta da instrucciones. Entra la Madre con los dos Niños; parece angustiada, y ellos cansados, viste un abrigo raído y cerrado; buscan dónde detenerse, salen. Entra el Tercer Jardinero. Viste también una unión de mezclilla, pero muy limpia; trae también una larga escoba de ramas. No se han oído aún las voces de los personajes.)

Tercer Jardinero: Noche callada, noche de paz. El cielo es un oscuro vidrio estrellado y el aire está tan seco que las constelaciones chisporrotean más inhumanamente, más estrellas que nunca. (Da algunos escobazos.) Éste es el jardín de un barrio pobre. Cruzarlo es como ver la ciudad desde arriba de una azotea. Allá, uno percibe nada más el aire puro y helado, el murmullo del agua en los tinacos, la geometría renegrida de antenas y chimeneas haciendo contacto con el cielo y con el mundo —humo que sube, ondas que bajan—. Pero de la ciudad, solamente un murmullo, figurillas que cruzan, gente que dobla la esquina, taconeos, una música suelta, un claxon, tronar de cohetes. Así resulta desde arriba, tan ajeno y remoto como cruzar un parque. Gente que va y viene, voces sueltas, pregones. No hay nada personal, ningún contacto. (Sigue barriendo. Vuelve la música de la obertura.)

Bolerito: Grasa, jefe. Su boleada.

Vendedora: ¡Flores de nochebuena, marchantita. Para persignarme, llévese un ramo, ándele. Flores de nochebuena!

Inés: Perdone, ¿qué horas tiene?

Beata: Ahí está el reloj de la iglesia, mire. (Sale.)

Inés: Sí, pero no sabía si estaría bien.

Valentina: ¿Me entendiste?

Gila: Sí, doña Valentina.

Valentina: Primero la leche, porque si no, se acaba.

Gila: Sí, señora.

Juan: Oyes, mano. ¿Compraste la otra botella?

Bato: Segurotas, manito. (A Gila.) ¡Qué buena está…. la Nochebuena, mamacita!

Valentina: Pelado este, métase con sus iguales.

Bato: Si no era a usted, si era a su hijita.

Valentina: ¡Hijita! Nomás faltaba que ésta pareciera mi hija. Grosero. Esto sucede porque eres muy coscolina. Ahí andas meneándole las pestañas a estos pelados…

(Y salen. La Vendedora corre tras ellas.)

Vendedora: Las nochebuenas, marchantita…. (Sale.)

(Entra la Madre con sus dos Niños.)

Madre: Límpiate las narices, hijito.

Niña: Ya me cansé, mamá.

Madre: Ya vamos a llegar. (Ve en torno, duda.) ¿Quieren que descansemos un poquito?

Niños: No, no. Queremos llegar.

Madre: Bueno, vengan.

(Salen los tres.)

Bolerito: Grasa, jefa, grasa, su boleada. (Sale tras ellos.)

(Quedan Inés y los tres jardineros. Caen hojas.)

Tercer Jardinero: Cosas indiferentes, faltas de significación. Gente que ve hacia adentro y no puede sacudirse la muy molesta idea de que ésta es una noche muy especial. Hay una gran hambre de lo magnífico, del milagro, de la virtud, del amor… Un hambre conmemorativa que quisiéramos no advertir, y por eso vemos más hacia adentro, y juzgamos, y nos sentimos más solos, más nostálgicos, más viejos. Hoy es nochebuena, mañana es Navidad…

(Se oyen muy lejos que cantan la posada. Cruza la pareja de mendigos. Piden limosna a Inés, que les da una moneda. La Mendiga desfallece y el Mendigo la sujeta. Salen. Suena el reloj.)

Tercer Jardinero: Y sin embargo, el alimento está ahí; buscamos virtud, amor, milagros… Y no habría más que permanecer un tiempo en cualquier rincón de la ciudad, en el jardín de un barrio pobre, por ejemplo. Yo he sido jardinero desde hace mucho…

(En su escoba se encienden luces parpadeantes.)

Tercer Jardinero: Esto sucede a veces. (Toma una luz, la muestra.) Son estrellas, de desecho. Las barre uno junto con las hojas secas. Decía que he sido jardinero mucho tiempo…

(Entra corriendo la Vaca y los Corderos. Mugen y balan con desesperación.)

Vaca: Muuuuu, muuuuu.

Corderos: Beeee, beeee.

Tercer Jardinero: ¿Qué sucede?

Vaca: Se descompuso el camión del rastro.

Corderos: ¡Y logramos escaparnos!

Vaca: Sí, logramos escaparnos. Nos llevaban a degollarnos, ¡quieren hacerme bistés, y suelas de zapatos!

Corderos: ¡Quieren hacernos chuletas!

Vaca: (Con pánico.) ¡Muuuu, muuuu!

Corderos: (Llorando.) ¡Beeee, beee!

Tercer Jardinero: ¡Ahí viene un hombre con un cuchillo, huyan!

(Salen los animales.)

Policía: (Entrando.) ¡Por acá huyeron, por acá! ¡Pronto, que se escapan! ¡Pronto, allá van!

(Ahora es evidente que el Policía tiene la cara roja y peluda. Por la cachucha le salen los cuernos. Se vuelve y agita la cola.)

Tercer Jardinero: No sé por qué le gusta tanto disfrazarse así.

(Sigue barriendo. Entra corriendo el Hombre del Rastro.)

Hombre del Rastro: Oiga, ¿dónde habrá una gasolinera?

Tercer Jardinero: Por aquí no hay.

Hombre del Rastro: Se nos paró el camión del rastro y se nos está escapando los animales. ¿No ha visto una vaca y unos corderos?

Tercer Jardinero: No. Por aquí no pasaron.

Policía: Yo sé por dónde andan. Vamos a conseguir gasolina. Aquí cerca hay. Y ya verá cómo enseguida agarramos a esos animales.

(Patea amenazadoramente en el suelo, viendo al jardinero. Brotan llamas y humo. Salen el Policía y el del rastro.)

Vaca: (Se asoma entre las matas.) ¿Se fueron?

Tercer Jardinero: Sí, pero escóndete. ¿Qué estás comiendo?

Vaca: Rosas. (Coqueta.) Tienen un ligero amargor, pero así mi leche saldrá delicadamente perfumada. (Se sienta junto a Inés.)

Inés: ¡AY, una vaca! (La Vaca se esconde.)

Tercer Jardinero: Es…, es la mascota del jardín, ahí viene un joven.

Inés: ¡Alex!

(Entra Alejandro. Inés corre a sus brazos.)

Inés: Alex, por fin. (Lo suelta.) ¿Sabes cuánto tiempo llevo aquí? ¡No me hables, no digas nada, porque te pego!

Tercer Jardinero: Intimidad, amor y frío. Vulgaridades y milagros. Eso sucede si permanecemos algún tiempo en un jardín, especialmente en esta noche.

(Se aleja con su escoba. Entra a la torre. Los otros jardineros desaparecen tras el seto.)

Inés: Me citaste hace hora y media. No sé por qué sigo aquí. ¿Dónde estabas? Claro, yo no te importo nada. (Llora.) Qué más da si me hielo, si me….

(Él la besa en la mano. Ella le acaricia la cara.)

Inés: Tienes la cara helada, las manos frías…

Alejandro: Tú también. Perdóname. Estaba yo con mi familia, tratando… Estaba en mi casa.

Inés: ¿Aceptaron que vaya yo a cenar?

Alejandro: No.

Inés: ¿No?

Alejandro: Ya conoces a mi mamá, y a mí papá.

Inés: ¿Cómo quieres que los conozca?

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