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Pequeño Cerdo Capitalista


Enviado por   •  9 de Abril de 2013  •  7.481 Palabras (30 Páginas)  •  1.884 Visitas

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La mayoría de los gurús de las finanzas personales te dirán

que para tener mejores cuentas debes empezar por analizar

tus ingresos y tus egresos, hacer un presupuesto, priorizar,

ver dónde recortar… por supuesto que esto funciona, pero

no vamos a empezar por ahí —lo haremos después, no te

preocupes. ¡Cha chán! ¿Y eso por qué? Pues simplemente porque

ordenar tu vida financiera cuando no has visto un solo

resultado puede ser poco inspirador y un relajo.

En ocasiones, pequeños avances pueden ser la motivación

para tener las ganas y la paciencia para sentarse a checar

voucher por voucher, anotar nuestros gastos de todo un

mes, quitarle aquí, ponerle allá, etcétera, para hacer el famoso

presupuesto.

Quien no esté de acuerdo se va directito al Capítulo 3 y

luego regresa. Quien sí, quédese leyendo.

Hagamos memoria, remontémonos a aquellos ayeres —que

para algunos literalmente fue ayer y para otros casi siglos—

en los que éramos unos pequeñuelos estudiantes sin trabajo

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ni sueldo… claro, a menos que cuentes como trabajo eso

de ser hijo, donde algunos ganan desde medio salario mínimo

mensual hasta sueldo de ejecutivo, dependiendo del

jefe, bueno del papi.

¿Recuerdas que la mesada bastaba para el cine, el CD o

el cambio anual de gadget reglamentario?, y estirándole un

poco, hasta para los regalitos del susodicho o la susodicha.

Yo no sé si es producto de una extraña obra de magia negra

financiera, pero a la mayoría le alcanzaba más el dinero entonces,

que después de entrar a su segundo trabajo.

Alguna vez en Twitter alguien me escribió: “¿Me creerás

que llevo más de un año con sueldo y $0 ahorrados?”, y no

sólo le creí, de hecho, es de lo más común.

Una de mis adoradas amiguitas, víctima favorita para balconear

gracias a sus inexistentes hábitos de planeación financiera,

me confesó durante un concierto que pese a su

flamante trabajo de abogada en un tribunal, no tenía ni un centavo,

ya no digamos en un fondo de inversión o una cuenta de

ahorro… ¡Vaya! Ni en la alcancía de cerámica del mercadito.

Mi shock provenía, justamente, de que todas mis amigas

de la prepa y yo empezamos a trabajar en el mismo año (más

o menos a la mitad de la carrera o casi acabando), entonces

ella triplicaba, literalmente, nuestro sueldo de becarias porque

ya era funcionaria respetable.

Bueno, entre compritas, comprotas, ganarse a pulso ser

cliente consentida de su salón de belleza y viajecitos, se le

ha ido el sueldo entero, desde el primer empleo, hasta la fecha.

Lo más inexplicable es que sus ingresos representaban

una gran diferencia

contra sus ingresos de estudiante: su

mesada era si acaso el 10% de su salario. ¿Te suena conocido?

¿A cuántas personas conoces así (incluyéndote)?

Varias causas generan este extraño fenómeno:

✓ Te emociona “ganar tu propio dinero” por primera vez

y sientes que eres más libre de gastar.

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✓ Piensas que ahorrarás cuando tengas dinero para hacerlo...

lo que sea que esa mentirota signifique.

✓ Elevas tu benchmark: si antes gastabas $350 en un regalo

de cumpleaños para la familia o el novio (a), ahora,

aumentas el mínimo a $1 000. Lo mismo aplica con

las salidas y la ropa.

✓ Esperas siempre los aumentos para gastar más y visualizas

el ahorro como un sacrificio, en lugar de una inversión

para ti mismo o para alcanzar metas mayores, ¿la

cuenta de todos tus gadgets equivalen al enganche

de un coche? ¡Gulp!

✓ Dejas de priorizar: como tienes más dinero, en lugar de

ser más selectivo con lo que compras (como antes que

pudieras), ¡te llevas todo y hasta andas cazando baratas

para derrochar!

Muchos dirán: “No se puede”; “no tengo dinero para ahorrar”;

“apenas me alcanza con lo que gano”, etcétera, etcétera,

pero, ¿qué habría pasado si nunca te hubieran aumentado el

sueldo? Simplemente no gastarías más.

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