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Poemas De José De Diego


Enviado por   •  16 de Junio de 2015  •  661 Palabras (3 Páginas)  •  888 Visitas

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Poemas del puertorriqeño

Jose de Diego

ARTE POETICA

A una coqueta

Una leyenda, tu azarosa vida;

tu espíritu voluble, una dolora;

tu boca un madrigal es que atesora

la dulzura en sus frases escondida.

Es de tu frente la risueña aurora

idilio tierno que al amor convida

y en tu faz palpitante y encendida

una égloga de flores puso Flora.

De una armonía celestial emblema,

tienen tus ojos la cantante llama

que alumbre y da la inspiración suprema.

¡Y todo en ti es poesía y todo ama!

¡Y no eres un magnifico poema

porque eres un magnifico epigrama!

LA BORINQUEÑA

¿Qué alma, llorando su infeliz destino

dentro del himno popular se agita,

al ascender la música infinita

en el fondo del aire cristalino?

Vibra en la flauta el prolongado trino,

la tempestad en el tambor palpita,

gime el violín, el clarinete grita

y solloza profundo el bombardino...

Es el acento múltiple, anhelante,

de la perdida caravana errante

que del nativo hogar la suerte implora...

¡Es el alma de un pueblo sin enseña!

¡Es la dulce, la triste "Borinqueña",

madre ideal que por sus hijos llora!

POMARROSAS

En las orillas de los viejos ríos,

que llevan sus corrientes rumorosas

por los bosques recónditos y umbríos,

nacen las pomarrosas

pálidas, escondidas, aromosas,

lejos del sol, como los versos míos....

En el suelo feraz, que el agua inunda,

yérguese el tronco en la raíz profunda,

al son perpetuo del raudal sonoro:

¡y absorbe, en cada poro,

el jugo que le nutre y le fecunda

y el resplandor de sus manzanas de oro!

Como los astros, al tocar su meta,

brillan las pomarrosas reflejadas

en el móvil cristal de la onda inquieta...

como las granadas

y como las canciones del poeta,

flotan sobre la tierra coronadas!

¡Oh, fruto, en que la flor se transfigura,

sin dejar de ser flor! ¡Tierna hermosura,

que la fragancia con la miel reparte,

y es perfume y dulzura

y símbolo, en que muestra la natura

la virginal maternidad del arte!

¡Cuán misterioso de la tierra el seno!

La sombra de la muerte se difunde

en el abismo, de amarguras lleno...

¡E1 tártago se hunde

y, en vez de néctar de la vida, infunde

y alza a la flor maléfica el veneno!

Mas, no la pomarrosa, que transmuta

en rica savia y en potencia fuerte

la ponzoña que infiltra la cicuta...

¡Así mi alma convierte,

como el arbusto de la blanca fruta,

la sombra en luz y en navidad la muerte!

¡Amor! ¡Dolor! ¡Corriente combatida!

¡Esperanza inmortal! ¡Anhelo santo!

¡Ondas de mi alma y ondas de mi vida!

¡Fecundidad del llanto!

¡Renacimiento de la fe perdida!

¡Poemas del bien y rosas de mi canto!

¡Bendecid a las áureas pomarrosas,

que en las orillas de los viejos ríos

se elevan escondidas y aromosas!

¡Amad los desvaríos

del alma triste que, en los versos míos,

saca los frutos del abismo en rosas!

AGUADJLLA

Desde la bahía.

De las selvas y las ondas

se alza el pueblo en el regazo,

junto a las arenas blondas,

bajo las oscuras frondas,

como en un perpetuo abrazo

de las selvas y las ondas.

Coronadas de banderas,

erigen sus verdes lanzas

las altísimas palmeras,

y guarecen las riberas

con sus torres de esperanzas

coronadas de banderas.

Volando sobre las olas,

de un extremo al otro extremo

pasan las esbeltas yolas,

que, en el peligro supremo,

tienden las alas del remo,

volando sobre las olas.

Al pie de la cruz divina,

sobre el campanario enjuto,

algo muy leve se inclina...

¡y es la parda golondrina,

como una virgen de luto,

al pie de la cruz divina!

En las llamas de la tarde

envuelto el flanco terrizo

del Cuartel, relumbra y arde,

bajo el pabellón rojizo,

que es también un áureo rizo

en las llamas de la tarde.

Como una blanca misiva,

la mansión de tumbas llena

se abre al cielo pensativa...

¡y se extiende playa arriba,

grabada sobre la arena,

como una blanca misiva!

Parecen las sepulturas,

eternamente arrulladas

del mar por las ondas puras,

violetas de las llanuras,

gaviotas acurrucadas

parecen las sepulturas...

En las nubes de Occidente,

misteriosos espejismos

flotan sobre el sol muriente...

¡y se funden los abismos

y hay terribles cataclismos

en las nubes de Occidente!

El pelícano resbala

en lo alto de su elemento,

su grito de órgano exhala

y, apenas moviendo el ala,

como una cruz en el viento

el pelicano resbala.

A los lívidos luceros

abre el mar sus lobregueces,

en brillantes reverberos...

¡y, engañados y ligeros,

intentan picar los peces

a los lívidos luceros!

Ya se encienden los altares

de las casitas del monte;

ya se agrandan los palmares,

ya se ennegrecen los mares,

ya se apaga el horizonte...

¡ya se encienden los altares!

Como una ciudad del cielo,

Aguadilla se estremece

de las sombras en el velo

¡y, desprendida del suelo,

baja y sube y resplandece,

como una ciudad del cielo!

...

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