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¿Qué significa enseñar lengua?


Enviado por   •  22 de Octubre de 2013  •  4.074 Palabras (17 Páginas)  •  379 Visitas

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1. ¿Qué significa enseñar lengua?

Si nos planteamos los objetivos de la enseñanza de la lengua en la etapa obligatoria, hemos de pensar en aquello que consideramos que todos los ciudadanos y ciudadanas de este país tendrían que saber —y saber hacer— al llegar a una determinada edad: los dieciséis años. Es evidente que, si vemos así las cosas, no podemos pensar que el objetivo de la enseñanza tiene que ser formar gramáticos, filólogos o lingüistas, sino lectores y escritores, hablantes y oyentes competentes, es decir, personas que puedan funcionar «con soltura» en nuestro entorno sociocultural y que puedan reflexionar de forma crítica sobre todo lo que implica el habla y la escritura; que sean, pues, conscientes de las dimensiones socioculturales del uso lingüístico, ya sea oral o escrito.

Formar lectores y escritores que se puedan desenvolver en la vida cotidiana en todos los ámbitos en que el dominio de la escritura es necesario implica enseñar a leer y a escribir, es decir, apropiarse de un código que no se posee, que exige un aprendizaje formal, que está sujeto a una normativa, que tiene unos usos sociales institucionalizados y que, además, es un instrumento básico para todos los aprendizajes del ámbito académico.

Si hacemos un paralelismo, podemos ahora plantear que formar hablantes y oyentes implica enseñar a «hablar» y a «escuchar», pero, claro, esto es algo que todo el mundo hace, que los alumnos ya hacen cuando llegan a la escuela... Por lo tanto, si se considera objeto de enseñanza-aprendizaje tiene que ser porque pensamos que no se hace bien, que se puede hacer mejor o de otras maneras, en definitiva, que se puede incidir en el desarrollo de esta capacidad común a todas las personas. Así pues, habrá que plantearse qué lengua —o mejor, qué usos— hay que enseñar.

2. ¿Qué saberes tiene que abarcar la formación del profesorado en lo que se refiere al área de Lengua?

En primer lugar, tenemos que conocer el código objeto de enseñanza, tanto desde un punto de vista interno, que permita explicar su estructura, como desde un punto de vista externo, que implica el conocimiento de las variedades lingüísticas —geográficas, sociales y de estilo— y de sus funciones, es decir, de sus condiciones de uso, que son socioculturales. Para este primer bloque de saberes, contamos con disciplinas como las propiamente lingüísticas o gramaticales, que abordan el estudio de la lengua desde una perspectiva interna, y con otras disciplinas, como la dialectología y la sociolingüística, que se preocupan por describir las variedades y sus usos.

En segundo lugar, necesitamos conocer los factores cognitivos que condicionan la adquisición de la lengua y el desarrollo de las capacidades lingüísticas. Para ello, tendremos que recurrir a disciplinas como la psicolingüística y la ciencia cognitiva (véase la contribución de I. Vila, en este mismo volumen).

En tercer lugar, tenemos que conocer los factores sociales y culturales que condicionan los usos lingüísticos y el mismo proceso de enseñanza-aprendizaje. Es aquí, en este tercer bloque de saberes, donde de nuevo y de forma especial necesitamos recurrir a la sociolingüística.

En cuarto y último lugar, necesitaremos conocer los métodos y técnicas más apropiados para alcanzar los objetivos que nos proponemos. Para nuestra formación respecto a este bloque de saberes, tendremos que recurrir a disciplinas como la pedagogía y la didáctica específica del área.

3. ¿Qué puede aportar la sociolingüística a la enseñanza de la lengua?

Pasaré ahora a plantear en qué sentido la sociolingüística nos puede resultar útil y necesaria para nuestra actividad docente. b.

La sociolingüística nos ofrece una particular mirada que nos permite tener, por una parte, una visión de la sociedad y de la Escuela corno institución y como ámbito social; por otra parte, una visión del individuo y, por lo tanto, del aprendiz y del profesor; por último, nos ofrece una visión de la interacción comunicativa que nos presenta el aula como un escenario comunicativo.

Desde la perspectiva sociolingüística, la sociedad se ve como algo heterogéneo, donde existen grupos diferentes que mantienen entre sí complejas relaciones de poder, solidaridad y dominación. Y también esto es así si nos fijamos en el uso lingüístico, porque este uso es variado. Incluso en las sociedades llamadas «monolingües», existen diferentes variedades —dialectales, de registro o de estilo— que hacen que sea del todo inadecuado tener una visión monolítica de las lenguas y sus usos. En las comunidades en las que se habla más de una lengua, la diversidad es quizá más evidente —pensemos que una lengua puede ser oficial, cooficial o prohibida, y esto le otorga unas posibilidades de uso diferentes—, pero la diversidad es algo innegable en cualquier caso. Entre las diferentes lenguas y/o variedades que se usan en un determinado grupo humano existen también tensiones, sujetas, como dice Bourdieu, a las fuerzas típicas del mercado. Hay variedades consideradas «legítimas» y variedades consideradas «ilegítimas», y unas y otras proporcionan a quienes las usan beneficios diferentes, o ningún beneficio, según cuál sea la variedad y los valores sociales que se le asignan. Por ejemplo, el uso de una variedad que, desde la perspectiva de la dialectología tradicional, se podría calificar de «vulgar» puede ser altamente beneficioso desde el punto de vista de la solidaridad en el interior de un determinado grupo social, pero puede constituir un «estigma» cuando esa misma variedad se usa en un ámbito institucional o público.

Estas reflexiones llevan a plantear que en toda sociedad existe una política lingüística, sea ésta explícita o implícita. Política que sanciona cuál es la variedad considerada «legítima» frente a todas las demás, en mayor o menor grado. Esto, además, genera unas actitudes en los hablantes respecto a los usos, que no son otra cosa que actitudes respecto a los usuarios, a los que se asocian determinadas valoraciones según cómo hablan.

Si miramos ahora la Escuela como una institución social, hemos de convenir en que es parte y reflejo de las tensiones de la sociedad que la ha creado. Evidentemente, no es ni una reproductora exacta de los valores de los grupos dominantes, precisamente porque también en ella se da la diversidad, ni puede ser una institución unificadora, por el mismo motivo. Cada centro escolar se halla inmerso en un entorno determinado, con unas características sociolingüísticas concretas que es necesario conocer y sobre las que hemos de reflexionar con nuestros estudiantes.

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