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Kafka. Franz. El Proceso. Editorial Cometa de Papel. Bogotá D. C. – Colombia. 1997.

Franz Kafka, hijo de Hermann y Julie Kafka, nació el 3 de julio de 1883 en Praga. Max Brod, el primer biógrafo de Kafka, recopiló sus diarios, correspondencia y manuscritos inéditos y se encargó de cuidar la edición de sus obras completas. Páginas del Diario, testimonian la profunda melancolía y el tedio de sus años jóvenes (según Kafka: peso del mundo). Brod, afirma que una de las peculiaridades más importantes del carácter de Kafka era la veracidad absoluta, la cual se evidenciaba en todas las cuestiones morales, en las que jamás podía pasar por alto ni la más leve sombra de una injusticia que se hubiera cometido:

“Y qué triste su sonrisa. El estado de la humanidad actual le parecía desolador, incurable. Pero junto a su hondo pesimismo no debe pasarse por alto su alegría ante todo lo que fuera sano, creciente, su interés por todas las reformas, v. gr., por la curación espontánea, por los métodos modernos de educación”[1]

A lo largo de la historia, innumerables críticos literarios, han tratado de encontrar qué es lo que hay más allá, lo que está “debajo” de la escritura y los relatos de Kafka. Pero tal vez, lo único que Kafka trate de mostrar en esta obra, es el papel del hombre frente a una sociedad injusta y conveniente: Cada individuo puede tener una vida en la que reine la paz, el orden y las leyes sean cumplidas, pero eso no vale mucho, porque aunque posea una existencia constitucional, éste (el individuo) depende del sistema. Lo quiera o no, lo trate de impedir o no. Trasciende

En esta obra, puede definitivamente distinguirse una extraña mezcla de desesperanza y voluntad constructiva, las cuales no se anulan, sino crecen hasta convertirse en estructuras interminablemente complicadas. Y cabe preguntarse, si según el perfil de Kafka, la narración se llenará de pretéritos –perfectos e imperfectos-, de nostalgias; si se irá de los unos a las otras. Y si al final de todo sólo existirá la tristeza y la angustia, por la desilusión de esperanzas previas. Surge también el cuestionamiento, de si se expondrá al lector el recorrido vacío, sin objeto, al cual el hombre se ve impulsado a incursionar, sin importar nada. La respuesta es sí, pues Kafka detenía su pensamiento en los objetos presentes, y no porque le hiciera falta profundidad o interés, sino por la tristeza que le ocasionaba el ahora. Toda esta visión, se transforma en la obra de Kafka.

A muchos les llama la atención que los autores escriban con una tinta llena de sorpresas, y aunque la narración de Kafka recorra todo lo mundano, no dejará de impresionar al lector mostrando la trascendencia

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