Siete Características De La Poesía Moderna
phitowers30 de Marzo de 2014
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SIETE CARACTERÍSTICAS DE LA POESÍA MODERNA Camilo Fernández Cozman (CRÍTICO LITERARIO, PROFESOR EN univ, san marcos, lima, perú)
La primera característica que podemos enunciar es que la poesía moderna (desde Charles Baudelaire hasta nuestros días) no tiene un espíritu didáctico, es decir, poemarios como Las flores del mal o Trilce no poseen como uno de sus objetivos centrales enseñar valores o actitudes al lector. En ese sentido, se aleja del principio de Horacio de unir lo agradable a lo útil[1] para propugnar una escritura sugerente que jamás subestima la capacidad interpretativa del lector.
Un segundo rasgo constituye el hecho de que el poeta moderno es siempre un operador de lenguaje y, en consecuencia, manifiesta una actitud crítica. Vale decir, al manipular el lenguaje el poeta revela una conciencia crítica en relación con la relectura de la tradición literaria. Esta particularidad que ya había aparecido anteriormente (por ejemplo, en la literatura de la Edad de Oro con Góngora o Quevedo), se intensifica en el contexto de la modernidad. En otras palabras, el poema moderno está hecho con palabras dispuestas en un orden determinado y no tanto con ideas; por eso, el texto poético no admite una paráfrasis empobrecedora sino una lectura que ponga de relieve la autonomía del discurso literario.
Una tercera particularidad radica en el papel del significante en la poesía moderna. Allí, el significante tiene una cierta autonomía en relación con el significado, fenómeno que se evidencia en las jitanjáforas, en los caligramas o en los poemas donde el componente fonológico adquiere importancia sin remitir directamente a un determinado significado. En algunos casos, los poetas crean nuevos significantes: "altazor", "trilce", por ejemplo. Así se cuestiona una racionalidad utilitarista que reduce el lenguaje al de mero instrumento comunicativo y que empobrece, por lo tanto, su riqueza fonológica o expresiva.
Este trabajo con el significante nos lleva a una cuarta característica: la especialización, en el ámbito de la modernidad, del trabajo del creador. No cabe duda de que hay muy importantes antecedentes: Góngora, verbigracia, era un especialista y conocedor de su arte. Sin embargo, la modernidad implicó un sostenido proceso de especialización del trabajo que influyó en el campo de la poesía. El poeta se convierte en un especialista, pues domina el ritmo, la métrica, la disposición gráfica, la prosodia, etc. Rubén Darío y Stéphane Mallarmé son ejemplos muy claros de este proceso.
El quinto rasgo se puede expresar de la siguiente forma: hay una tendencia al cruce de géneros y de estructuras en la poesía moderna. Tenemos poesía "teatral" (T.S. Eliot), poemas en prosa (Rimbaud), poesía polifónica (Pound, poetas beatniks), caligramas (Apollinaire, Huidobro), escritura prosaísta (grupo Hora Zero en el Perú), poemas elaborados a partir de un collage de citas ("En defensa de César Vallejo y los poetas jóvenes", de Antonio Cisneros[2]), textos cercanos al panfleto político-partidario (Canto general, de Neruda), entre otras posibilidades.
La sexta particularidad la tomamos de Estructura de la lírica moderna, de Hugo Friedrich. En efecto, él habla de la disonancia de la poesía moderna[3]. En otras palabras, el poema en el contexto de la modernidad manifiesta una cierta tendencia al hermetismo (Rimbaud, Mallarmé, Vallejo, Eguren, Adán, por ejemplo) y a la oscuridad deliberada. Disonancia quiere decir, en este caso, que se une el hechizo a lo ininteligible. Por consiguiente, el texto poético gusta y "hechiza" al lector, pero este último no puede fácilmente descifrar el sentido del mismo. Pareciera que la significación del poema se escapara y se resistiera al proceso de desambiguación.
La séptima característica ha sido sugerida por Umberto Eco[4] y consiste en que el poema moderno formula la poética de la obra abierta porque presupone un lector activo que construya la significación discursiva y sea un libre ejecutante que llene los vacíos dejados por el texto poético. El poema moderno no es una obra cerrada sino que posibilita que el lector se autoasuma "como un sujeto que realiza una improvisación creadora de 'infinitas' posiblidades de significación"[5].
Indudablemente, estas siete características no se cumplen en todos los poetas desde Baudelaire hasta nuestros días, pero pueden servir de punto de partida o de hipótesis para una reflexión sobre la poesía moderna.
NOTAS
[1]. "Los poetas quieren ser útiles o deleitar o decir a la vez cosas agradables y adecuadas a la vida. Cualquier precepto que se dé, que sea breve, para que los espíritus dóciles capten las cosas dichas de una forma concisa y las retengan con facilidad". Aristóteles [y] Horacio. Artes poéticas. Madrid, Taurus, 1992; p. 140.
[2]. Cisneros, Antonio. Poesía reunida. Lima, Editora Perú, 1996; p. 111. Se trata de un poema de Agua que no has de beber (1971).
[3]. Cf. Friedrich, Hugo. Estructura de la lírica moderna. Barcelona, Seix Barral, 1974.
[4]. Cf. Eco, Umberto. Obra abierta. México, Ed. Origen/Planeta, 1985.
[5]. Fernández Cozman, Camilo. Las huellas del aura. La poética de J.E. Eielson. Lima-Berkeley, Latinoamericana Editores, 1996; p. 88. (Se trata de una paráfrasis de las ideas de Eco). En este libro desarrollo con mayor detalle la poética de la obra abierta.
[6]. Marchese, Angelo [y] Joaquín Forradellas. Op. cit., p. 217.
[7]. Voloshinov, Valentin N. El signo ideológico y la filosofía del lenguaje. Buenos Aires, Nueva Visión, 1976; p. 108.
[8]. La expresión es de Julia Kristeva. Véase el Diccionario de retórica, crítica y terminología literarias, de Angelo Marchese y Joaquín Forradellas. Barcelona, Ed. Ariel, 1989, p. 217.
LA PRIMERA CARACTERÍSTICA DE LA POESÍA MODERNA
En un artículo anterior me referí brevemente a siete características de la poesía moderna (1). Un lector me pidió que desarrollara con mayor amplitud cada una de estas particularidades. Recordemos. La primera característica es que la poesía moderna, desde Baudelaire hasta nuestros días, no tiene un fin didáctico. En la relación entre maestro-alumno debiera preponderar la claridad (la perspicuitas, en términos de la Retórica clásica) en cuanto al empleo del lenguaje, es decir, se elimina la ambigüedad. Si una explicación en el aula está teñida de ambigüedad, constituye una elucidación estéril, pues genera confusión en el discípulo. Además, jamás este último puede poner en duda la autoridad del profesor, quien establece las pautas sobre la base de las cuales se desarrolla una asignatura y no deja un margen amplio de libertad para el alumno. El poema moderno es una rotunda negación de la estructura anterior: no respeta el principio de claridad y está lleno de una profusa ambigüedad (desde Arthur Rimbaud y los vanguardistas) que, incluso, llega a la gran complejidad formal (los encabalgamientos y el uso caprichoso de las preposiciones en la poesía de Mallarmé, por ejemplo). Si bien todo poeta moderno intenta generar una atmósfera, deja un amplio margen de libertad al lector para que este pueda emplear su imaginación e incluso pueda optar, a veces, por desmitificar la idea del poeta como un “demiurgo” que se sustenta solo en la inspiración. Baudelaire puede configurar escenas grotescas e incluso configurar un yo poético en la urbe en la mayor orfandad, percibiendo mendigos y seres marginales que pueblan las calles de París. Así descree de esa imagen de autoridad que se respira en la literatura didáctica, la cual busca difundir valores morales al lector. Rimbaud se enfrenta a prototipos cristianos en Una temporada en el infierno. Mallarmé no desea explicar nada al lector ni enseñarle actitudes; sugiere una determinada atmósfera con el fin de incitar a que el lector coopere activamente para completar el sentido del poema.
LA SEGUNDA CARACTERÍSTICA DE LA POESÍA MODERNA
El segundo rasgo de la poesía moderna[1] es que el poeta se convierte en un operador de lenguaje y, a través de ese procedimiento, manifiesta una actividad crítica. Como planteaban los simbolistas franceses, la poesía se hace con palabras y no con ideas; por lo tanto, el poema debería sostenerse con la orquestación de tipo formal y no por la referencia a ciertos datos de la biografía del autor. Stéphane Mallarmé decía que “[l]a obra pura implica la desaparición elocutoria del poeta, que cede la iniciativa a las palabras movilizadas por el choque de la desigualdad; se encienden, con reflejos recíprocos como un virtual reguero de fuego sobre las pedrerías, reemplazando la respiración perceptible en el antiguo aliento lírico o la dirección personal entusiasta de la frase”[2]. Aquí se observa que el poeta como autor real desaparece y deja su lugar a las palabras (es decir, al lenguaje) que manifiestan una desigualdad, es decir, una heterogeneidad tan típica de la modernidad y así el poema reemplaza (o sea, deja de lado) el hálito lírico de la antigüedad y la expresión excesivamente directa de los sentimientos.
Además, en el hecho de que el poeta se convierta en un operador de lenguaje hay un indicio de una actitud crítica tan típica de la modernidad. Octavio Paz considera que la modernidad se caracteriza, en principio, por dos aspectos: la novedad y la heterogeneidad. Observemos de qué manera lo novedoso es un rasgo fundamental. Cuando aparece lo moderno "funda su propia tradición"[3]. Por ejemplo, la eclosión del surrealismo posibilitó
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