Vanguardismo
098315879312 de Marzo de 2014
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ALUMNA: JOHANNA ZAPATA.
CURSO: 3RO BGU”K”.
FECHA: 2013/10/01.
LITERATURA FANTASTICA
Los orígenes de lo fantástico, como género de la literatura occidental distinto del realismo convencional, pueden rastrearse hasta elsiglo XVIII, cuando novelas góticas como El castillo de Otranto (1764) de HoraceWalpole o Los misterios de Udolfo (1794) de AnnRadcliffe comenzaron a explotar ciertos temas extravagantes y sobrenaturales que serían retomados una y otra vez por escritoresposteriores de literatura fantástica. Otras fuentes de inspiración llegarían de la búsqueda en baladas medievales, de la traducciónque AntoineGalland hizo de Las mil y una noches al francés (1704-1717) y de los estudios y publicaciones sobre el folclore y lasleyendas europeas. Los temas clásicos de la literatura fantástica, los que se han desarrollado desde el siglo XVIII hasta hoy, incluyenla aparición del llamado Doppelgänger (véase Fantasma), los mundos paralelos, los pactos con el diablo, las historias alternativas, lasbúsquedas mágicas, la realidad invadida por sueños o hechizos monstruosos. Entre las primeras obras maestras de la literaturafantástica figuran la fantasía oriental Vathek (1786), de William Beckford, los relatos dentro del relato de El manuscrito encontradoen Zaragoza (1804-1814) del aristócrata polaco JanPotocki, o las colecciones de cuentos publicadas por el alemán E. T. A. Hoffmannen las primeras décadas del siglo XIX.
El término literatura fantástica es enormemente confuso debido a la divergencia de criterios respecto a su aplicación. Popularmente, se conoce como literatura fantástica cualquier relato en que participan fenómenos sobrenaturales y extraordinarios, como la magia o la intervención de criaturas inexistentes. Esta definición resulta ineficaz, debido a que los elementos sobrenaturales están presentes en todos los relatos mitológicos y religiosos y su presencia tiene, en consecuencia, un carácter muy distinto del que posee en la civilización actual.
En la ya clásica Introducción a la literatura fantástica, Tzvetan Todorov definió lo fantástico como un momento de duda de un personaje de ficción y del lector implícito de un texto, compartido empáticamente. Los límites de la ficción fantástica estarían marcados, entonces, por el amplio espacio de lo maravilloso, en donde se descarta el funcionamiento racional del mundo y lo "extraño" o el "fantástico explicado", en el que los elementos perturbadores son reducidos a meros eventos infrecuentes pero explicables. Contra la definición amplia de lo fantástico, esta definición presenta la debilidad de ser demasiado restrictiva. Se han propuesto diferentes reformulaciones teóricas que intentan rescatar el núcleo de esta definición con diversas salvedades.1
Otra definición posible con criterios históricos sostiene que la literatura fantástica se define en el seno de una cultura laica, que no atribuye un origen divino y por tanto sobrenatural a los fenómenos conocidos, sino que persigue una explicación racional y científica. En esta situación, el relato fantástico introduce un elemento sobrenatural, discordante con el orden natural, que produce inquietud en el lector. El elemento sobrenatural no sólo sorprende y atemoriza por ser desconocido, sino que abre una fisura en todo el sistema epistemológico de su mundo, susceptible de dar cabida a toda clase de sucesos insólitos y monstruosos.
Causa confusión, también, que la literatura que es recreada a partir de mitos preexistentes sea llamada fantasía, o fantasía heroica. Tales son los casos de El señor de los anillos y Las crónicas de Narnia, y aunque sus iniciadores son más antiguos, fundamentalmente los autores reunidos en torno al círculo de la Puerta dorada o del Dorado amanecer, en el siglo XIX. Destacan Arthur Conan Doyle y Henry Ridder Haggard, quienes también escribieron terror y ciencia ficción, creando la actual confusión entre los tres "géneros".
HISTORIA
La obra El diablo enamorado, escrita por Jacques Cazotte en 1772, está considerada como la primera novela fantástica. Autores románticos, como E.T.A. Hoffmann y Edgar Allan Poe cultivaron el género, otorgándoles a sus relatos fantásticos un cariz de terror psicológico que habría de presagiar en cierto grado el descubrimiento del inconsciente (Freud se inspira en un relato de Hoffmann para su definición de lo siniestro) y la concepción contemporánea de la mente como creadora de realidad –dotándola de elementos fantásticos. Otros hitos en la historia de la literatura fantástica son Frankenstein o el moderno Prometeo (Mary Shelley, 1818), Drácula(Bram Stoker, 1897) o El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde (R. L. Stevenson, 1886)
Durante la transición del siglo XIX al siglo XX, el paradigma epistemológico de Occidente sufre diversas sacudidas. Su inflexible orden racional se ve sacudido desde todos los campos del saber: las ciencias humanas (Marx), la filosofía (Nietzsche), la psicología (Freud) e incluso la física (Einstein). La revolución que supone la relativización de todo el conocimiento acumulado durante siglos es recogida desde el arte dinamitando todos los presupuestos históricos, incluido el propio concepto de realidad. De este modo, un suceso sobrenatural ya no puede amenazar un orden inconsistente. Los escritores reaccionan de dos maneras: regresando a la literatura mitológica (H.P. Lovecraft, Lord Dunsany) o introduciendo el fenómeno sobrenatural, ya no como un inquietante misterio sino como un elemento integrado con naturalidad en el mundo. Así, La Metamorfosis de Kafka empieza presentándonos a su protagonista como un insecto, sin que esto merezca ninguna explicación por parte del narrador ni haga tambalear la visión del mundo de ninguno de los personajes de la historia. Lo neofantástico se relaciona también con el llamado “realismo mágico”, que fue denominador común de muchos de los escritores del boom hispanoamericano. Por su parte, la literatura maravillosa ha creado un público y un sector editorial especializado, gracias al gran éxito de (además del mencionado Lovecraft) Robert E. Howard, J. R. R. Tolkien, C. S. Lewis, Ursula K. LeGuin o Terry Pratchett (quien aborda el género desde la posmoderna perspectiva de la parodia y la metaficción). Esta literatura se conoce igualmente bajo el nombre de literatura fantástica, si bien, como hemos explicado, esta definición es imprecisa.
REALISMO RENOVADOR O REALISMO MÁGICO
Difícil es incluir en la misma tendencia a narradores tan dispares como Miguel Ángel Asturias o Jorge Luis Borges tanto en contenidos como en visión del mundo y técnicas. En cualquier caso, por la fecha de publicación de sus libros y por los cambios que realizan frente a los anteriores, podemos dar algunos caracteres comunes para las décadas de 1940 1950:
Se conservan las intenciones políticas y sociales a través de una denuncia crítica.
El realismo se funde con elementos fantásticos: es el llamado realismo Mágico o “lo real maravilloso” que mezcla realidad y fantasía.
Se conserva el interés por el mundo rural, pero se abre paso también el espacio urbano con la presencia de preocupaciones existencialistas.
Mayor preocupación formal en la construcción de las novelas y los cuentos, que se manifiesta en la innovación de técnicas narrativas.
Presencia de elementos irracionales y subjetivos.
LITERATURA FANTASTICA, MAGICA Y AMRAVILLOSA EN LA DESCRIPCION EXCESIVA Y EROTICA E IDEALISTA DE LAS CRONICAS DE INDIAS
Uno de los puntos que considero relevantes para sustentar la cualidad literaria1 de las crónicas de Indias descansa en su constante referencia a la naturaleza. Se observa que en los diversos discursos que trataron de dar cuenta de estas tierras se destacaba nítidamente lo diferente, lo que de alguna forma resultaba distinto a lo que se había experimentado en el Viejo Mundo. Así, en un principio no sólo interesaba lo útil, el provecho, sino también todo lo que producía el efecto de la "maravilla",2 el portento, debido a que era el hito que sancionaba el plus ultra del viaje. Y tras la cualidad literaria de la maravilla natural se halla el arte retórico, esto es, la técnica de la persuasión o la comunicación eficaz, que no era vista como la técnica de la falsa definición a la que nos hemos acostumbrado. La técnica descriptiva —el virtuosismo verbal— no estuvo reñida con el saber científico que en el marco de la filosofía natural pretendía "declarar causas y razón" de las "novedades y extrañezas" de la naturaleza.
Así, este afán por inventariar y comprender la realidad natural para poder actuar sobre ella no era el único aliciente para la escritura. Los cronistas de Indias buscaron permanentemente las maravillas y con ellas —en las historias morales— hicieron esfuerzos epicíclicos para "deleitar al leyente" y, al mismo tiempo, "dar gloria a Dios" por sus obras, en un estilo donde domina la suavitas. Acosta, en la dedicatoria de su Historia natural y moral de las Indias a la infanta Isabel de Austria, advierte que "el conocimiento y especulación de cosas naturales, mayormente si son notables y raras, causa natural gusto y deleite en entendimientos delicados." Y además de "servir de honesto y útil entretenimiento", da "ocasión de considerar en obras que el Altísimo ha considerado en la máquina de este mundo, especialmente en aquellas partes que llamamos Indias, que por ser nuevas tierras, dan más que considerar" (Acosta, 1962: 9). Casi con las mismas palabras, Gonzalo Fernández de Oviedo afirma en su historia que,toda historia natural
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