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Yo, Robot. Guía Comprensión Lectora


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2014  •  1.229 Palabras (5 Páginas)  •  703 Visitas

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Las tres leyes robóticas

1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.

2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la primera Ley.

3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no esté en conflicto con la primera o segunda Leyes.

Manual de Robótica 1 edición, año 2058

Introducción

He revisado mis notas y no me gustan. He pasado tres días en los U.S. Robots y lo mismo hubiera podido pasarlos en casa con la Enciclopedia Telúrica.

Susan Calvin había nacido en 1982, dicen, por lo cual tendrá ahora setenta y cinco años. Esto lo sabe todo el mundo. Con bastante aproximación, la "U.S. Robots & Mechanical Men Inc." tiene también setenta y cinco años, ya que fue el año del nacimiento de la doctora Calvin cuando Lawrence Robertson sentó las bases de lo que tenía que llegar a ser la más extraña y gigantesca industria en la historia del hombre. Bien, esto lo sabe también todo el mundo.

A la edad de veinte años. Susan Calvin formó parte de la comisión investigadora psico-matemática ante la cual el Dr. Alfred Lanning, de la U.S. Robots, presentó el primer robot móvil equipado con voz. Era un robot grande, basto, sin la menor belleza, que olía a aceite de máquina y destinado a las proyectadas minas de Mercurio. Pero podía hablar y razonar.

Susan no dijo nada en aquella ocasión; no tomó tampoco parte en las apasionadas polémicas que siguieron.

Era una muchacha fría, sencilla e incolora, que se defendía contra un mundo que le desagradaba con una expresión de máscara y una hipertrofia del intelecto. Pero mientras observaba y escuchaba, sentía la tensión de un frío entusiasmo.

Se graduó en la Universidad de Columbia en el año 2003, y empezó a dedicarse a la Cibernética.

Todo lo que se había hecho durante la segunda mitad del siglo veinte en materia de "máquinas calculadoras" había sido anulado por Robertson y sus cerebros positrónicos. Las millas de cables y fotocélulas habían dado paso al globo esponjoso de platino-iridio del tamaño aproximado de un cerebro humano.

Aprendió a calcular los par de metros necesarios para establecer las posibles variantes del "cerebro positrónico"; a construir "cerebros" sobre el papel, de una clase en que las respuestas a estímulos determinados podían producirse muy aproximadamente.

En 2008, se doctoró en Filosofía e ingresó en la U.S. Robots como "robo psicóloga", convirtiéndose en la primera gran practicante de esta nueva ciencia. Lawrence Robertson era todavía presidente de la corporación; Alfred Lanning había sido nombrado director de investigaciones.

Durante quince años vio cómo cambiaba la dirección del progreso humano, y avanzaba vertiginosamente.

Ahora se retiraba... hasta donde podía. Por lo menos, permitía que la puerta de su despacho ostentase el nombre de otra persona.

Esto, sencillamente, fue lo que supe. Tenía una larga lista de sus publicaciones, de las patentes a su nombre; conocía los detalles cronológicos de sus promociones, en una palabra, tenía su "vida" profesional con todo detalle.

Pero todo esto no era lo que yo quería.

Necesitaba algo más para mis artículos con destino a la Prensa Interplanetaria. Mucho más. Y así se lo dije.

--Doctora Calvin -le dije tan amablemente como pude-, según la opinión general, la U.S. Robots y usted son equivalentes. Su retirada pondrá fin a una Era que...

--¿Quiere usted el punto de vista del interés humano? -dijo sin sonreír

No creo que nunca sonriese. Pero sus ojos eran penetrantes, aunque no agresivos. Sentí que su mirada me atravesaba y salía por el occipucio y supe que era para ella de una transparencia inusitada; que todo el mundo lo era.

--Exacto -dije.

--¿El interés humano... de los robots? Esto es una

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