ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Introduccion Analisis Leyenda Dorada

zookeepersboy24Apuntes23 de Noviembre de 2019

4.004 Palabras (17 Páginas)278 Visitas

Página 1 de 17

“Memoria  histórica, escatología y construcción de la comunidad cristiana a partir de los relatos hagiográficos medievales: el rol modélico del santo dentro de la Leyenda Dorada, S.XIII”

Introducción:

Los santos forman parte esencial dentro del pensamiento y las prácticas de la fe cristiana medieval. Son un elemento constitutivo del culto y la devoción cristiana, atribuyéndoles  una función protectora, milagrosa y de intercesión entre Dios y los hombres, entre lo divino y lo terrenal. Las hagiografías, género literario originado en los primeros siglos de la Edad Media, comprenden la recopilación y articulación de relatos respecto a la vida, martirio y milagros de los santos, siendo a su vez una evidencia concreta respecto a la importancia que dichos personajes tuvieron dentro del ejercicio de la fe, tanto desde las prácticas de religiosidad popular como para el interés de la autoridad eclesiástica.

Históricamente, el género hagiográfico ha despertado en los eruditos e investigadores reacciones un tanto dicotómicas: por un lado, admiración e interés dada la riqueza de sus descripciones respeto al perfil piadoso de un determinado santo, pero a su vez susceptibilidades y críticas, principalmente desde el punto de vista del análisis historiográfico[1]. Su estilo narrativo, poblado de coloridos pasajes donde se explicita de manera vívida los detalles del juicio y martirio de hombres y mujeres ejemplares desde el punto de vista moral, posee como elemento transversal las múltiples instancias dentro de la vida del santo en la cual,  el poder de Dios intercede a través de él para manifestarse en la acción milagrosa. Esto propone un desafío para el investigador al momento de enfrentarse a la obra hagiográfica. Es necesario establecer claramente qué tipo de información es la que se desea conseguir al momento de enfrentarse al estudio de las hagiografías: ya sea intentando rescatar al santo como sujeto histórico, o más bien al santo-personaje, aquel producto de la construcción idílica del mártir como modelo moral para la comunidad cristiana.

El cronista italiano y arzobispo genovés Santiago de la Vorágine escribe a mediados del S.XIII la Legenda Aurea o “Leyenda Dorada”, una de las compilaciones hagiográficas con mayor popularidad y difusión durante los últimos siglos de la Edad Media[2].  La obra consiste en un enorme esfuerzo recopilatorio que agrupa, ordena y presenta una gran cantidad de relatos hagiográficos centrados en la vida, obra y milagros de los santos, los cuales son localizados cronológicamente, con mayor o menor precisión dependiendo del caso, desde el periodo de las grandes persecuciones cristianas –  principalmente el siglo S. III –  hasta incluso toda la primera mitad de la Edad Media.  La Legenda Aurea es producto de un esfuerzo recopilatorio realizado por el autor a partir de amplia gama de fuentes medievales y patrísticas, donde se incluyen tanto las historias piadosas que formaban parte del folclore popular acumulado entre los S. V y S.X, así como también en las obras de reconocidas autoridades patrísticas tales como San Agustín, San Jerónimo, San Gregorio Magno, San Ambrosio, quienes fueron estableciendo paulatinamente un estilo narrativo determinado para la vida y obra de los santos mártires.  Esta compilación, si bien duramente criticada por los ciertos autores renacentistas, acusada de ser una obra vacía y sin ningún aporte original, gozó de una gran popularidad durante el primer siglo de su edición, pasando a conformar el más amplio corpus de relatos hagiográficos.

Dentro de las principales características de los relatos hagiográficos, es evidente el protagonismo que se le otorga a los santos, personajes que son presentados como hombres y mujeres que exceden al común de las personas,  gracias a sus excepcionales virtudes y su vida piadosa. Los santos valorizan e incluso buscan durante su vida el martirio, como un medio de demostrar la autoridad de Dios dentro del mundo terrenal, donde juegan un papel fundamental a través de la intercesión del poder divino en beneficio de los cristianos. El principal del relato hagiográfico es el evocar, fomentar y fortalecer la fe de los creyentes, creando un vínculo religioso directo entre el clero y los creyentes a través de la enseñanza e instrucción, así como para supervigilar las prácticas religiosas populares frente a los resabios aún latentes de algunas costumbres paganas arraigadas, así como ante el peligro del surgimiento de posibles herejías.[3]

De este modo, los santos son presentados como verdaderos modelos morales, los cuales despliegan durante su vida y obra (e incluso post mortem a través de manifestaciones milagrosas) una amplia gama de virtudes deseables dentro de la comunidad cristiana[4], tales como la piedad, la compasión, el perdón, la rectitud, la privación y el sacrificio. De este modo, el obispo genovés emprende este esfuerzo compilatorio como un instrumento de difusión de la fe a través de imágenes vívidas, más cercanas a la experiencia del común de la gente que los mismos planteamientos teológicos que subyacen dentro de la narración hagiográfica.

Uno de los desafíos más recurrentes al momento de enfrentarse al documento hagiográfico, es la convergencia que el género realiza entre la fábula y elementos propios de la superstición popular con datos históricos comprobables acerca de la vida de los santos a través de fuentes históricas. Las principales críticas realizadas en los siglos posteriores a la composición de la Leyenda Aurea, radican en el cuestionamiento respecto a si el autor es capaz de distinguir la lo propiamente histórico de la ficción, asignándole al genovés una credulidad casi insólita respecto a los relatos fantásticos que se contaban sobre los santos, así como una poca rigurosidad al momento de respaldar la historicidad de aquello que se contaba. Esta visión extremadamente lapidaria de la Legenda emanada desde los intelectuales renacentistas e ilustrados, es atribuida a la supuesta ingenuidad propia del  pensamiento medieval.  Esto cae claramente en el ya clásico prejuicio oscurantista respecto a la Edad Media, al separar a la obra de su contexto histórico y de la mentalidad de su época, profundamente espiritual. Estos son elementos que permiten entender el género hagiográfico un objetivo y una estructura narrativa particular que obedece a un sentido de piedad cristiana asociado indisolublemente con la  idea de santidad.

Ciertos datos propios de la composición de la obra nos permiten demostrar lo contrario respecto a esa “credulidad pasiva” del obispo genovés. Dentro de prefacio de la versión en latín de la obra Legenda Aurea,[5] se señala que Santiago de la Vorágine no necesariamente creía a fe ciega que todos los episodios contenidos en las distintas hagiografías hayan sido verídicos. El mismo autor, por lo contrario, se encarga de señalar explícitamente todos aquellos fragmentos de la vida de un santo que le merecen desconfianza o una nula credibilidad. Por ejemplo, en el caso de la hagiografía de San Andrés, apóstol[6], nuestro autor señala que el poco crédito que le merece un pasaje particular del relato en el cual el mártir, recibe la orden de un ángel del Señor para salvar al apóstol San Mateo, quien habría sido encarcelado en Etiopía al intentar evangelizar dicha región. Andrés realiza un viaje expresamente para socorrer a Mateo, sacándole fácilmente del encierro y devolviéndole los ojos que le habían sido arrancados[7]. También tenemos el caso de la célebre Santa Margarita, la cual tras resistirse a las insinuaciones licenciosas de un prefecto, es encerrada en un calabozo, dentro del cual la santa ruega al Señor para que le permita ver físicamente al enemigo que la acechaba, apareciendo ante ella un dragón monstruoso que de inmediato la devoró. Al ser tragada por la bestia, Margarita, haciendo la señal de la cruz, hace explotar a la criatura, saliendo incólume de las entrañas del dragón. Frente a este pasaje, nuestro Santiago señala: “Yo opino que esto de que el dragón llegara a tragarla, y que reventara, parece poco serio; probablemente se trata de una invención, en consecuencia no debe ser creído el relato que hace el aludido libro acerca de este episodio”[8]. Los anteriores fragmentos ilustran claramente como nuestro autor opta por explicitar dicha incredulidad ante ciertos eventos presentes dentro de los relatos, sin embargo manteniéndolos en vez de derechamente removerlo del corpus total de su compilación. Esta posición tomada por el autor nos arroja luces respecto a la importancia que le entregaran los compiladores hagiográficos medievales al fondo más que a la forma del relato de la vida de los santos, dado a que el énfasis está en suscitar la devoción de los creyentes hacia las virtudes y milagros desplegados por los santos. Vorágine agrupa toda la información atribuida a la vida de un santo basándose tanto en fuentes patrísticas oficiales, así como también anécdotas, pasajes apócrifos o relatos populares asociadas a las expresiones locales de devoción popular.

Lo cierto es que la aproximación a la “vida real” del santo como sujeto histórico no está considerado como el principal objetivo del hagiógrafo. El interés de La Vorágine en su compilación es principalmente religioso: se busca mantener la coherencia interna de elementos dogmáticos de la fe católica más que en la autenticidad de la evidencia histórica. La construcción del santo legendario, se manifiesta una vez que un personaje histórico es imbuido con una serie de características que reflejan una idealización moral, un “deber ser” para la comunidad cristiana: en este caso, el santo es armado con una serie de virtudes y características espirituales a través del cual se intenta enviar un mensaje claro a la comunidad de creyentes: si bien el mundo temporal es un mundo de tránsito a la vida eterna, esto último debe ser ganado a través de la práctica de una vida piadosa y la resistencia antes las tentaciones y el pecado. Es allí donde entra en juego el rol modélico de los santos como verdaderos campeones de la fe y la virtud cristiana, lo que explica y fundamenta que sean convertidos en objetos de culto y veneración.

Dentro de la Leyenda Aurea, la figura del santo no sólo se resalta por las virtudes y la intercesión del poder divino a través de sus actos y milagros, sino que por su contacto constante con el resto de la comunidad: la gente común, la nobleza, clérigos y monjes, extranjeros y herejes, e incluso con grandes autoridades como gobernadores y emperadores, todos a los cuales el santo supera en virtudes, entregando consejo y auxilio a través de la acción milagrosa: el modelo moral instaurado a través de la figura del santo se revela ante hombres y mujeres para mostrarles la senda de la rectitud, el respeto y el amor hacia Dios. Por otro lado, las hagiografías presentan también a una comunidad de creyentes que se ve constantemente azotada por los males, la enfermedad, los vicios y la pecaminosidad, lo cual es atribuido a la intervención maliciosas de las fuerzas demoniacas, personificadas en la figura del Antiguo Enemigo o Satanás. El Diablo es aquel que engaña, ataca y posee a los creyentes, llevándolos a cometer actos que insultan la autoridad de Dios, endureciendo los corazones de aquellos que persiguen y atacan a los cristianos. Los santos dentro de la Legenda ejercerán un papel de intercesión entre el poder divino y el mundo terrenal, y vencerán en última instancia las tentaciones y maquinaciones del Diablo, logrando mantener a los creyentes dentro de la senda de la salvación.[9] La Leyenda Aurea, inserta dentro del pensamiento cristiano del S. XIII, significará mucho más que un compendio de relatos respecto a la vida de los santos; será también un reflejo de la auto-percepción de la comunidad cristiana respecto a su momento histórico y el significado de su presente dentro de una concepción universal del tiempo[10]. Esto a su vez posee una marcado énfasis escatológico, a través de la consideración del presente como una suerte de “periodo de preparación” previo a la eminente llegada del fin de los tiempos, el juicio y la posibilidad de la salvación de las almas piadosas, en miras de la verdadera vida en el Paraíso. Dicha preparación escatológica, como la plantearemos en nuestra investigación, considera elementos propios del contexto histórico del S. XIII – tales como el surgimiento de las órdenes mendicantes y las consecuencias políticas y culturales de las Cruzadas - que nos permitirán entender la relación existente entre el pensamiento cristiano de la época y la popularización de los relatos hagiográficos como un instrumento de difusión de elementos centrales del dogma cristiano dentro del ámbito moral y espiritual.

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (25 Kb) pdf (202 Kb) docx (19 Kb)
Leer 16 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com