Antologia De Sor Juana Ines De La Cruz
Erikachapys13 de Diciembre de 2013
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Esc. Sec. Fed. #15
“Español”
Antología de poemas de Sor Juana Inés de la Cruz.
*Erika Mireles Preciado
* Ana luisa López Saavedra
*Edgar Escañuelas Ríos
*José Santos Morales Hernandez.
Equipo #1
“3*D”
Maestra: Martha Muñoz.
Cd. Juárez Chih. 2-Dic-13.
“DEDICATORIA”
Esta Antología es dedicada como mucho cariño,
Para la maestra Martha Muñoz que nos dio la idea
de hacerla sobre los poemas de Sor Juana Inés de la Cruz.
“ÍNDICE”
Prólogo……………………………………………………………………………
A su retrato……………………………………………………………………….
Al padre Francisco de Castro………………………………………………….
Amor empieza por desasosiego……………………………………………….
Con el dolor de la mortal herida………………………………………………..
Cuando mi error y tu vileza veo…………………………………………………
De un funesto moral la negra sombra………………………………………….
Detente, sombra de mi bien esquivo…………………………………………..
El Hijo, que la Esclava ha concebido …………………………………............
Dulce deidad del viento…………………………………………………………
El ausente, el celoso, se provoca………………………………………………
En la vida que siempre tuya fue………………………………………………..
En que da moral censura a una rosa..............................................................
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba…………………………………………
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba …………………………………............
Este que ves, engaño colorido……………………………………………………
Fabio, en el ser de todos adoradas………………………………………………
Inés, cuando te riñen por Bellaca ……………………………………………........
Intenta de Tarquino el artificio……………………………………………………
Miró Celia una rosa que en el prado ……………………………………...............
Yo no dudo, Lisarda, que te quiero……………………………………………….
Bibliografía …………………………………………………………………………..
“PRÓGOLO”
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz (San Miguel Nepantla, 12 de noviembre de 1651 - Ciudad de México, 17 de abril de 1695) fue una religiosa y escritora novohispana, exponente del Siglo de Oro de la literatura en español. Cultivó la lírica, el auto sacramental y el teatro, así como la prosa. Por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de «el Fénix de América», «la Décima Musa» o «la Décima Musa mexicana». A muy temprana edad aprendió a leer y a escribir. Perteneció a la corte de Antonio de Toledo y Salazar, marqués de Mancera y 25.º virrey novohispano. En 1667, por vocación religiosa y anhelo de conocimiento, ingresó a la vida monástica. Sus más importantes mecenas fueron los virreyes De Mancera, el arzobispo virrey Payo Enríquez de Rivera y los marqueses de la Laguna, virreyes también de la Nueva España, quienes publicaron los dos primeros tomos de sus obras en la España peninsular. Murió a causa de una epidemia el 17 de abril de 1695.
Sor Juana Inés de la Cruz ocupó, junto a Juan Ruiz de Alarcón y a Carlos de Sigüenza y Góngora, un destacado lugar en la literatura novohispana. En el campo de la lírica, su trabajo se adscribe a los lineamientos del barroco español en su etapa tardía. La producción lírica de Sor Juana, que supone la mitad de su obra, es un crisol donde convergen la cultura de una Nueva España en apogeo, el culteranismo de Góngora y la obra conceptista de Quevedo y Calderón.
En su poema más importante, según la crítica. De acuerdo al testimonio de la poetisa, fue la única obra que escribió por gusto. Fue publicado en 1692. Apareció editado con el título de Primero sueño. Como la titulación no es obra de Sor Juana, buena parte de la crítica duda de la autenticidad del acierto del mismo. En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz Sor Juana se refirió únicamente al Sueño. Como quiera que sea, y como la misma poetisa afirmaba, el título de la obra es un homenaje a Góngora y a sus dos Soledades. Es el más largo de los poemas sorjuaninos —975 versos— y su tema es sencillo, aunque presentado con gran complejidad. Se trata de un tema recurrente en la obra de Sor Juana: el potencial intelectual del ser humano. Para transformar en poesía dicha temática acude a dos recursos literarios: el alma abandona el cuerpo, a lo que otorga un marco onírico.
“A su retrato”
Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
“Al padre Francisco de Castro”
La compuesta de flores maravilla,
Divina protectora americana,
que a ser se pasa rosa mexicana
Apareciendo rosa de Castilla;
la que, en vez del dragón (de quien humilla
cerviz rebelde en Pathmos) huella ufana
hasta aquí inteligencia soberana
de su pura grandeza, pura silla;
ya el cielo, que la copia misterioso,
segunda vez sus señas celestiales
en guarismo de flores claro suma;
pues no menos le dan traslado hermoso
las flores de tus versos sin iguales,
la maravilla de tu culta pluma.
“Amor empieza por desasosiego”
Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos;
susténtase de llantos y de ruego.
Doctrínanle tibiezas y despego,
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.
Su principio, su medio y fin es éste:
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?
¿Qué razón hay de que dolor te cueste?
Pues no te engaño amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso.
“Con el dolor de la mortal herida”
Con el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor me lamentaba,
y por ver si la muerte se llegaba
procuraba que fuese más crecida.
Toda en su mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertes a una vida.
Y cuando, al golpe de uno y otro tiro
rendido el corazón, daba penoso
señas de dar el último suspiro.
no sé por qué destino prodigioso
volví a mi acuerdo y dije: ¿qué me admiro?
¿Quién en amor ha sido más dichoso?
“Cuando mi error y tu vileza veo”
Cuando mi error y tu vileza veo,
contemplo, Silvio, de mi amor errado,
cuán grave es la malicia del pecado,
cuán violenta la fuerza de un deseo.
A mi misma memoria apenas creo
que pudiese caber en mi cuidado
la última línea de lo despreciado,
el término final de un mal empleo.
Yo bien quisiera, cuando llego a verte,
viendo mi infame amor poder negarlo;
mas luego la razón justa me advierte
que sólo me remedia en publicarlo;
porque del gran delito de quererte
sólo
...