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Apolodoro (dirigiéndose a Glaucón)


Enviado por   •  14 de Mayo de 2020  •  Informes  •  22.302 Palabras (90 Páginas)  •  106 Visitas

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Apolodoro (dirigiéndose a Glaucón) –Me parece que sobre lo que preguntas

estoy preparado. Pues precisamente anteayer subía a la ciudad desde mi casa de Falero1

cuando uno de mis conocidos, divisándome por detrás, me llamó desde lejos y,

bromeando2

a la vez que me llamaba, dijo: –¡Eh!, Tú, falerense, Apolodoro, espérame.

Yo me detuve y le esperé. Entonces él me dijo: –Apolodoro, justamente hace

poco te andaba buscando, porque quiero informarme con detalle de la reunión

mantenida por Agatón, Sócrates, Alcibíades y los otros que entonces estuvieron

presentes en el banquete, y oír cuáles fueron sus discursos sobre el amor. De hecho,

otro que los había oído de Fénix, el hijo de Filipo, me los contó y afirmó que también

tú los conocías, pero en realidad, no supo decirme nada con claridad. Así pues,

cuéntamelos tú, ya que eres el más adecuado para informarme de los discursos de tu

amigo. Pero antes dime, ¿estuviste tú mismo en esa reunión o no?

Y yo le respondí: –Evidentemente parece que tu informador no te ha contado

nada con claridad, si piensas que esa reunión por la que preguntas ha tenido lugar tan

recientemente como para que yo también haya podido estar presente.

–En efecto, así lo había pensado–dijo.

–¿Pero como pudiste pensar eso, Glaucón?, Le dije. ¿No sabes que, desde hace

muchos años, Agatón no ha estado aquí, 3

en la ciudad, y que aún no han transcurrido

tres años desde que estoy con Sócrates y me propongo cada día saber lo que dice o

hace? Antes daba vueltas de un sitio a otro al azar y, pese a creer que hacía algo

importante, era más desgraciado que cualquier otro, no menos que tú ahora, que

piensas que es necesario hacer todo menos filosofar.

Glaucón: No te burles y dime cuándo tuvo lugar la reunión esa.

Apolodoro: Cuando éramos todavía niños y Agatón triunfó con su primera

tragedia, al día siguiente de cuando él y los coreutas celebraron el sacrificio por su

victoria.

–Entonces, hace mucho tiempo, según parece. Pero, ¿quién te la contó? ¿Acaso,

Sócrates en persona?

–No, ¡por Zeus!. Me la contó el mismo que se la contó a Fénix. Fue un tal

Aristodemo, natural de Cidateneón,4

un hombre bajito, siempre descalzo, que estuvo

presente en la reunión y era uno de los mayores admiradores de Sócrates de aquella

época, según me parece.

.

2 La broma está en la manera en que es interpelado Apolodoro, el narrador del diálogo, con empleo de la

fórmula oficial usada en ceremonias y tribunales de justicia, a base el nombre de la persona en nominativo y de

la mención de su demo.

3 Por Aristófanes en Las Ranas, se sabe que Agatón se había ausentado de Atenas y hacia el –405 se había

marchado a la corte del rey de Macedonia, Arquelao.

4 Demo de Atenas del que también era oriundo Aristófanes.

Sin embargo, después he preguntado también a Sócrates algunas de las cosas

que le oí a Aristodemo y estaba de acuerdo conmigo en que fueron tal y como éste me

las contó.

–¿Por qué entonces no me las cuentas tú? Además, el camino que conduce a la

ciudad es muy apropiado para hablar y escuchar mientras andamos.

Así, mientras íbamos caminando hablábamos sobre ello, de suerte que, como

dije al principio, no me encuentro sin preparación. Si es menester que también lo cuente

a ustedes (dirigiéndose a los demás acompañantes), tendré que hacerlo. Cuando hago

yo mismo discursos filosóficos o cuando se los oigo a otros, aparte de creer que saco

provecho, también yo disfruto enormemente. Pero cuando oigo otros, especialmente

los de ustedes, los de los ricos y hombres de negocios, personalmente me aburro y

siento compasión por ustedes, mis amigos, porque creen hacer algo importante cuando

en realidad no están haciendo nada. Posiblemente, por el contrario, piensen que soy un

desgraciado, y creo que tendrán razón; pero yo no es que lo crea de ustedes, sino que

sé muy bien que lo son.

Un amigo: Siempre eres el mismo, Apolodoro, pues siempre hablas mal de ti y

de los demás, y me parece que, excepto Sócrates, consideras unos desgraciados

absolutamente a todos, empezando por ti mismo. De dónde recibiste el sobrenombre

de 'blando', 5

yo no lo sé, pues en tus palabras siempre eres así y te irritas contigo mismo

y con los demás, salvo con Sócrates.

Apolodoro: Queridísimo amigo, realmente está claro que, al pensar así sobre

mí mismo y sobre ustedes, resulto un loco y deliro.

Amigo: No vale la pena, Apolodoro, discutir ahora sobre esto. Pero lo que te

hemos pedido, no lo hagas de otra manera y cuéntanos

...

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