El mito de la caverna. Platón le pide a Glaucón que imagine a un grupo de hombres dentro de una caverna

EL MITO DE LA CAVERNA

Héctor Rodríguez, Puebla, Puebla a 27 de Octubre del 2016

Platón le pide a Glaucón que imagine a un grupo de hombres dentro de una caverna, desde niños encadenados e imposibilitados de girar la cabeza. Frente a ellos hay un muro de cierta altura, arriba y detrás del muro hay un fuego que ilumina. Tras el muro unos hombres hacen pasar objetos y figuras cuyas sombras proyecta el fuego sobre el muro, como en un espectáculo de títeres. Estos hombres hablan y callan conforme pasan los objetos y figuras, pareciéndole a los encadenados que son estos objetos y figuras los que producen los sonidos.

Con esta analogía, Platón trata de explicarle a Glaucón la naturaleza del hombre respecto a su educación y a la falta de ella.

Cuando el ser humano tiene únicamente un conocimiento limitado sobre el mundo llega a aceptar que todo eso que percibe es toda la realidad, en este caso las sombras proyectadas de los objetos y los sonidos y voces de los hombres detrás de “la mampara”.

Cuándo se ve forzado a exponerse al mundo exterior y percibir una realidad más completa, es decir, los objetos reales bajo la luz del sol en la analogía de Platón, su nueva percepción sobre el mundo en un principio se le hará muy difícil aceptar e, incluso, le parecería molesta, por lo que su anterior percepción del mundo se le hará más real que la nueva.

        Poco a poco irá aceptando está percepción como la más verdadera y completa hasta que, finalmente, asimile todo esto como la completa verdad.

        Si se volviera a enfrentar al hombre con su antigua percepción (regresarlo a la caverna con las sombras proyectadas) entendería poco o nada de ésta, ya que su forma de percibir la realidad habría cambiado.

        Cuándo tratara de explicar su nueva percepción o conocimientos al resto de los hombres que cómo él tenían un conocimiento limitado del mundo, éstos no aceptarán lo que el trataría de transmitirle y lo llamarían loco e incluso podrían agredirlo o hasta matarlo por atentar contra su forma de ver la vida.

        El hombre sensato preferiría, asegura Platón ejemplificando con Aquiles en la Ilíada, ser esclavo y no perder su conocimiento, que regresar a las tinieblas en las que originalmente estaba.

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