Aristoteles
garibaldo20 de Marzo de 2013
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Aristóteles
Ética a Nicómaco
versión de José Ramón Ayllón, muy resumida
Índice
1. LA FELICIDAD
2. LA VIRTUD
3. LA RESPONSABILIDAD MORAL
4. EL PLACER: CONTROL Y DESCONTROL
5. LAS RIQUEZAS Y LA AMBICIÓN
6. VALENTÍA, JUSTICIA Y PRUDENCIA
7. LA AMISTAD
8. FUNCIÓN EDUCATIVA DE LAS LEYES
1. LA FELICIDAD
1. Toda acción humana busca siempre algún bien: el médico busca el bien de la salud; el
soldado busca la victoria; el marino, la buena navegación; el comerciante, la riqueza...
2. En realidad vivir como hombre significa elegir un blanco -honor, gloria, riqueza, cultura- y
apuntar hacia él con toda la conducta, pues no ordenar la vida a un fin es señal de gran
necedad. Previamente es necesario, sin precipitación y sin negligencia, determinar en qué
consiste vivir bien, y bajo qué condiciones se alcanza esa meta. Se reconoce sin duda que la
felicidad es el mayor y el mejor de
3. Casi todo el mundo llama felicidad al máximo bien que se puede conseguir, pero nadie sabe
exactamente en qué consiste ese máximo bien. Unos creen que es el placer, la riqueza o los
honores. Otros piensan que es otra cosa. A menudo, la misma persona cambia de opinión y,
cuando está enferma, piensa que la felicidad es la salud; si es pobre, la riqueza; si es inculta,
la cultura.
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4. No vamos a examinar todas las opiniones, pues no es sensato tomar en serio las simplezas
que a veces piensan los niños, los enfermos y los locos. Tonterías que no necesitan
argumentos sino tiempo, medicina o castigo. También es inútil examinar la opinión de la
masa, pues ella habla al azar sobre casi todo, y especialmente sobre la felicidad. Hemos de
examinar solamente la opinión de los sabios.
5. Y en estas cuestiones hemos de contentarnos con llegar a verdades toscas y esquemáticas,
pues no se puede pedir el mismo rigor en todas las materias: tan absurdo sería aceptar de un
matemático la persuasión como exigir de un retórico demostraciones. Así que intentaremos
convencer por medio de argumentos, presentando los hechos observados a modo de prueba
y ejemplo. Y desde juicios verdaderos pero oscuros, llegaremos a juicios más claros.
6. Las tres opiniones más cualificadas son las que hacen consistir la felicidad en la prudencia,
la virtud y el placer. También se admite que pueda ser consecuencia de las tres cosas, o de
dos de ellas.
7. En cualquier caso, dado que la felicidad es lo mejor para el hombre, habría que averiguar
qué significa ser hombre. Lo mejor para el músico, para el escultor y para el artesano es
realizar bien su actividad. Ahora bien, ¿hay una actividad propia del hombre como tal? No
puede ser la vida, pues todos los animales y vegetales viven. En cambio, la vida dirigida por
la razón es específica del hombre.
8. Y como lo propio y principal del hombre es la razón, la vida conforme a la razón será la más
feliz.
9. Además, el que cultiva su inteligencia parece ser el mejor y el más amado de los dioses.
Pues si los dioses, según creemos, se cuidan de las cosas humanas, será lógico que
estimen lo más afín a ellos, y lo más afín es la inteligencia. Por consiguiente, el que cultiva la
sabiduría será el más amado de los dioses, y probablemente el más feliz.
10. Lo que está claro es que la felicidad no está en la diversión, y que sólo hay felicidad donde
hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego.
11. Nuestra naturaleza también necesita salud, alimento y otros cuidados, pero el que quiera ser
feliz no necesitará esos bienes exteriores en gran número y calidad, pues con recursos
moderados se puede practicar la virtud. Solón describía al hombre feliz provisto de recursos
suficientes, viviendo con templanza y realizando las acciones más nobles. También
Anaxágoras pensaba que el hombre feliz no necesitaba ser rico y poderoso.
12. Personalmente estoy de acuerdo con quienes piensan que la felicidad consiste en la virtud,
sin olvidar lo que decíamos antes: que necesitamos bienes materiales, pues es muy difícil
hacer algo cuando se carece de recursos. Y entre esos recursos, los amigos y las riquezas.
Y como esto no depende totalmente de nosotros, está claro que la felicidad requiere cierta
buena suerte.
13. En este sentido, si algo es un don divino, más debe serlo la felicidad, puesto que es la mejor
de las cosas humanas.
14. En cualquier caso, la felicidad no debe ir a remolque de la buena o mala fortuna, porque
entonces no tendría fundamento sólido, y el hombre sería como un camaleón. Debe
asentarse en una vida guiada por la virtud, capaz de crecerse en la adversidad, del mismo
modo que el buen general es capaz de lograr la victoria en circunstancias muy adversas.
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2. LA VIRTUD
15. La virtud es el mayor de los bienes humanos.
16. Pero lo importante no es saber qué es la virtud, sino cómo se conquista. Pues no nos
conformamos con saber lo que son el valor y la justicia, sino que queremos ser valientes y
justos. De la misma manera, queremos estar sanos más que saber en qué consiste la salud.
17. La conducta humana se consolida gracias a los hábitos. Y los hábitos no son innatos sino
que se adquieren por repetición de actos (cosa que no vemos en los seres irracionales, pues
si lanzas hacia arriba una piedra diez mil veces, jamás subirá si no es obligada por la fuerza).
18. La virtud es precisamente un hábito, una costumbre que se adquiere mediante la reiteración
de actos semejantes. Es lo que sucede con cualquier aprendizaje: para dominar un
instrumento musical hay que practicar, y para ser constructor hay que construir. Del mismo
modo, nos hacemos justos practicando la justicia. Y si nos ejercitamos en la fortaleza y la
templanza, seremos templados y fuertes. Prueba de ello es lo que ocurre en la sociedad: los
legisladores hacen buenos a los ciudadanos haciéndoles adquirir costumbres, y si no obran
así se equivocan, y en eso se distingue un régimen de gobierno bueno, de otro malo.
19. Si la conducta no necesitase de la educación y la costumbre, no habría ninguna necesidad
de maestros, pues todos seríamos buenos o malos de nacimiento. Pero lo cierto es que la
repetición de los mismos actos es imprescindible para alcanzar la virtud, pues es nuestra
actuación habitual en los negocios lo que nos hace justos o injustos, y nuestra actitud ante el
peligro lo que nos hace valientes o cobardes. Lo mismo ocurre con los placeres y la forma de
ser: unos se vuelven moderados y apacibles, y otros desenfrenados e iracundos, según se
hayan comportado de forma habitual.
20. Así pues, los hábitos se consiguen por repetición de actos. De ahí la importancia de repetir
actos buenos. Por consiguiente, adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca
importancia, ni siquiera mucha: tiene una importancia absoluta.
21. Para ser bueno no basta querer. Tampoco basta saber. Si no se realizan muchos actos
buenos, nadie tiene la menor probabilidad de llegar a ser bueno. Los que se dedican a
teorizar sobre el bien se parecen al enfermo que escucha atentamente al médico y luego no
hace nada de lo que le prescribe. Y así, éste no curará su cuerpo con la Medicina, y aquellos
no sanarán su espíritu con la Filosofía.
22. De la conducta humana es difícil hablar con precisión. Más que reglas fijas, el que actúa
debe considerar lo que es oportuno en cada caso, como ocurre también con el piloto de un
barco. Hablando en general se puede afirmar que una conducta es mala tanto por defecto
como por exceso, igual que es malo para la salud tanto la falta de ejercicio como su exceso.
También si la comida y la bebida son insuficientes o excesivas, arruinan la salud.
23. Lo mismo sucede con la templanza, la fortaleza y las demás virtudes. El que siempre se
acobarda y nunca planta cara se vuelve cobarde. El que no conoce el miedo y afronta
cualquier peligro es un temerario. Y el que persigue todos los placeres se convierte en un
desenfrenado. Así pues, estas virtudes se destruyen por exceso y por defecto, y el término
medio las conserva.
24. En toda acción puede haber exceso, defecto y término medio, al menos respecto al que
actúa. Sucede en la gimnasia, en la medicina, en la arquitectura, en la navegación y en
cualquier tipo de conducta. Por consiguiente, la virtud ética se refiere a determinados
términos medios, entre los que figuran los siguientes ejemplos:
25. Irascible es lo contrario de indolente: aquél se irrita más de lo que debe, y éste apenas
reacciona. Temerario es el que no teme lo que se debe temer, y cobarde es el que teme lo
que no debe, cuando no debe y como no debe. Intemperante es el que, respecto a sus
deseos orgánicos, cae en todos los excesos posibles. Fanfarrón es el que dice tener más de
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lo que posee, y disimulador, el que se atribuye menos. Es adulador el que alaba más de lo
debido, y desabrido, el que
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