Cirenaicos y cinicos

Los cirenaicos fueron un grupo de filósofos nombrados por Aristipo de Cirene cuya doctrina se centraba en el placer y el dolor debido a que el animal desea el primero y obtiene el segundo como un fin. Nada resulta apetecible sin el deleite que lo procura. Este discípulo de Sócrates era orgulloso, independiente y disfrutaba de su libertad ya que podía "conversar con todos sin miedo". Además, recibía dinero por sus enseñanzas lo que produjo que Sócrates y Platón las rechazaran.

Los cínicos (quienes le dieron nombre al adjetivo) fueron los mentores de una peculiar forma de moralidad que rompe con lo establecido y se relaciona con las experiencias contraculturales propias de manifestaciones actuales. Su fundador, Antístenes, fue discípulo y fiel seguidor de Sócrates. Planteaba que el sabio debía autoabastecerse y adquirir su virtud y que lo mejor que podía sucederle a un hombre era "morir feliz" y que esa felicidad radicaba en la fortaleza de Sócrates.

"Cínicos" deriva de "kinos" (que significa perros) porque tomaron como propias las actidudes de estos animales. Entre los cínicos más conocidos se encontraba Diógenes de Sínope, mejor llamado "Diógenes el cínico", quien estaba a favor de esta forma de moralidad como única forma aceptable de vida ya que le producían desprecio y rechazo la riqueza material y la sabiduría convencional. Formó sus ideas junto con Antístenes y las puso en marcha de una manera alborotada transformando al movimiento cínico en uno crítico (actualmente conocido como antisistema). Tomaba de modelo de moral la vida natural, la practicada por los animales, que la sociedad griega convirtió en comportamientos moralmente reprobables y convenciones artificiales.

Crates fue el cínico con más influencia, gracias a él y a su esposa Hiparquía, quien se enamoró por sus discursos y desafió a la sociedad griega abandonando su hogar y las tareas "propias" del sexo femenino para entregarse a la filosofía. Crates afirmó que esta era "una medida de habas y la ausencia de preocupaciones".

En síntesis, para los cirenaicos el único bien es el placer y el único mal el dolor, consideran que el placer es el único y supremo bien y sitúan en el placer la felicidad humana. Mientras que los cínicos consideraban que la base de la felicidad y la virtud eran el menosprecio de las normas sociales y la renuncia a la riqueza, la gloria y los placeres sensitivos.

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