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ENSAYO SOBRE EL PERIQUILLO SARNIENTO Y SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ


Enviado por   •  24 de Marzo de 2015  •  1.546 Palabras (7 Páginas)  •  296 Visitas

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Sello de por vida.

“Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducía las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.” (Mario Vargas Llosa: Elogio de la lectura y la ficción, discurso Nobel, 7 diciembre de 2010).

Pedro Sarmiento, personaje principal de la obra de José Joaquín Fernández de Lizardi titulada El Periquillo Sarniento, es sin duda el reflejo de mucha de la población mexicana a lo largo de su vida. A medida que se lee cada capítulo de esta obra podemos entender cada etapa de su vida, desde la infancia hasta su adultez.

Para Pedro y para cualquier otro niño, lo más importante a su edad es aprender a leer, ahora bien, ¿qué lee un niño de diez años contemporáneo a Pedro?, Algunos de los ejemplares serían: Moby-Dick, Veinte mil leguas de viaje submarino, los tres mosqueteros y algunos más como los que cita Vargas Llosa en el primer párrafo. Cualquier niño del México antiguo añoraba viajar con el capitán Nemo o ser compañero de Athos, Porthos, Aramis y D'Artagnan, que en la actualidad los pequeños no tienen ni la menor idea de lo que se está hablando.

Muchos de los niños del México actual dejan de lado los libros y cuentos por consolas de videojuegos o aparatos electrónicos, olvidándose de los verdaderos placeres que puede disfrutar un pequeño, tal como jugar, aprender, reír, soñar y vivir sin las preocupaciones que un adulto repasa cada segundo por su mente.

El mayor anhelo de un padre es ver a un hijo exitoso, esto sólo se logra cuando el descendiente lucha con disciplina y constancia pero muchas de las veces la corrupción, el poder, la injusticia, la desigualdad y la discriminación por clases sociales hace que esto no se logre.

Desde que somos pequeños se nos aleccionan valores, responsabilidades y deberes que forman una pequeña parte de nuestra educación, también nos llenan de miedo, ignorancia y maldad, esto conlleva a reprimirnos desde primera instancia, a menos preciarnos como personas, a corrompernos y volvernos ignorantes, para poder lograr un cambio verdadero en nuestra sociedad, tenemos que romper los distintos dogmas que existen y empezar a aprender lo que verdaderamente necesitamos saber, así pues, iniciando con un vínculo apropiado con la organización social, la espiritualidad y la habilidad de ser autodidactas en cada uno de nosotros.

Cuando nos invade la adultez muchas veces terminamos como Pedro Sarmiento cuestionándonos sobre todo nuestro proyecto de vida y si realmente debía ser así. Se ve afectado nuestro sello como individuo porque terminamos corrompidos e ignorantes por las falsas bases de nuestra educación. Es como correr en un maratón por el desierto sin haber tenido la preparación adecuada, inicias la carrera con entusiasmo de terminarla, a tu alrededor ves a personas que desean lo mismo que tú y que están luchando por ello, a la mitad del camino empiezas a tropezar y poco después a perder de vista la meta, te mareas, te cansas, te caes, te levantas y al final, pierdes la noción de lo que realmente querías hacer, a dónde querías llegar y porqué añorabas tanto estar ahí.

Nunca es tarde para darnos cuenta de nuestros errores y empezar a cambiarlos. El primer paso es hacer un cambio en ti para después ver un cambio en la sociedad.

“El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas

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