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Eje 2: La Realidad Y Su Conocimiento En La Filosofía Griega Antigua

monicamoschino26 de Noviembre de 2013

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EJE Nº3:

El pensamiento renacentista.

Frente el teocentrismo de la edad media, la modernidad es una época eminentemente antropocéntrica, en donde lo humano adquiere el papel central en la reflexión filosófica del momento. Este desplazamiento del teocentrismo medieval al antropocentrismo moderno, del que aún somos herederos, se produce en el Renacimiento. El hombre renacentista se convierte en el protagonista de su destino, con su ingenio y el esfuerzo de sus manos el genio renacentista, perfectamente ejemplificado por Leonardo Da Vinci, es capaz de dominar la naturaleza y reconstruir el orden social. Mientras que el pensamiento filosófico en la edad media estuvo enclaustrado por el principio de autoridad, en el Renacimiento se vuelven a leer a los autores clásicos por ellos mismos, nuevas traducciones y textos que salen a la luz tras la caída de Constantinopla (1453) vivifican el pensamiento del Renacimiento y revaloriza a los autores clásico lejos de los corsés intelectuales que había impuesto la Iglesia.

Sin embargo, no todo son bondades. Con el Renacimiento la seguridad de la cosmovisión medieval desaparece, el hombre es creador de su destino pero ese destino, otrora cerrado y seguro, se vuelve una posibilidad abierta. El desconcierto intelectual que provoca el derrumbe de la mentalidad medieval y la nueva centralidad del hombre en el cosmos hace que resurja la magia como sistema de pensamiento. Los magos renacentistas como Paracelso son los precursores de los científicos: pretenden dominar la naturaleza comprendiendo sus relaciones y leyes, como el conocimiento científico. Sin embargo, la falta de rigor y de eficiencia de la magia y la carencia de un aparataje matemático hicieron que el espíritu moderno abandonase el pensamiento esotérico en favor de la ciencia.

Si el hombre se convierte en el Renacimiento en el centro del universo natural también lo es del universo político. Ya en el siglo XVI cuando el poder de la Iglesia está siendo fuertemente socavado por la reforma protestante y la separación de poderes se va haciendo más o menos efectiva en algunos puntos de Europa, surge el pensamiento político utopista. El hombre con su razón, es capaz de rehacer las relaciones políticas autónomamente, sin más autoridad que la razón.

Herederas de estos proyectos utopistas del renacimiento son las revoluciones políticas de la modernidad desde la revolución francesa a las revoluciones socialistas del XX.

Igualmente separado de la autoridad de la Iglesia se encuentra el pensamiento del filósofo florentino Nicolás Maquiavelo (1469-1527) que con su obra “El Príncipe” funda el realismo político.

Entiende el autor italiano que el fin principal del político debe de ser mantenerse en el poder, para ello no importan los medios que utilice para alcanzar ese fin. Observamos en este autor, una vez más, que el individuo adquiere un papel central que no tenía en el pensamiento antiguo ni en el medieval.

La revolución científica.

Entre los siglos XVI y XVII surgió en Europa lo que se conocerá como revolución científica.

El nacimiento de la ciencia no solo transformó las posibilidades técnicas de la humanidad, sino que cambió nuestra manera de ver la realidad y, en buena medida, socavó definitivamente los cimientos del teocentrismo medieval.

Aunque en el nominalismo de Ockham hay antecedentes del método científico, no será hasta el renacimiento cuando el concepto de una naturaleza matematizada se haga factible de mano de autores neopitagóricos. No obstante, no será hasta Nicolás Copérnico (1473-1543) cuando se inicie lo que conocemos por revolución científica en sentido estricto. El científico polaco publicó postumamente su obra “Sobre las revoluciones de las esferas celestes” en donde sustituía el universo geocéntrico por un universo cuyo centro era el sol (heliocentrismo). Años más tarde Galileo Galilei (1564-1642) será el más valiente defensor del sistema copernicano y llegaría a convertirse en el padre del método científico.

Galileo, gracias a la construcción personal de lentes y astrolabios, descubre las manchas solares, los anillos de Saturno o las lunas de Júpiter; esto le hace percatarse de las incongruencias del geocentrismo ptolemáico: el cosmos supralunar está sujeto al cambio y no todos los astros giran alrededor del Sol. Estos datos experimentales y la mayor sencillez del sistema heliocéntrico le hace abrazar el modelo copernicano. Al hilo de sus investigaciones astronómicas y física, Galileo construye el método de indagación sobre la naturaleza que llamamos ciencia. Para Galileo la naturaleza habla en un lenguaje matemático, quien no lo conozca no podrá entender nada de lo que ocurre en el mundo; debemos evitar las hipótesis metafísicas e interrogar a la naturaleza misma sobre sus misterios.

Otro rasgo del nuevo método es la diferenciación entre experiencia y experimento. La experiencia es la captación por los sentidos de algo real, pero toda experiencia se procesa en nuestra mente a través de creencias personales o dogmas impuestos, por lo que la experiencia puede ser útil en el ámbito práctico pero no sirve para construir ciencia. Por contra, el experimento científico acota el marco de análisis a algunos rasgos cuantificables del fenómeno objeto de estudio y desdeña los demás elementos no matematizables.

Por último, otro rasgo relevante del nuevo método es la importancia de la razón en el conocimiento científico. Frente a posturas nominalistas o ultra empiristas que consideraban que la experiencia lo era todo en el conocimiento científico, Galileo plantea que aunque una ley natural solo puede verse confirmada por la experiencia, la construcción de una ley es previa a la experiencia. El científico elabora una hipótesis que después contrasta con la realidad pues la experiencia por sí sola no basta para hacer ciencia. En definitiva, intenta encontrar un punto medio entre el empirismo radical y el racionalismo de Descartes.

La importancia de la creación de este método es enorme. Por un lado, hizo que los hombres más preclaros de Europa empezasen a hablar y a indagar en común el orden natural del Universo, lo que permitió rápidos y revolucionarios conocimientos. Por otra parte, este método socavaba las bases de todo dogmatismo o del principio de autoridad; este distanciamiento del poder de la autoridad ha moldeado la mentalidad occidental hasta nuestros días.

Tras Galileo la ciencia y la técnica despegaron y años después de la muerte del italiano, Isaac Newton (1643-1727) unificaría con su teoría de la gravedad el movimiento de la órbita de los planetas con el movimiento de los cuerpos en la tierra, destruyendo así, cualquier vestigio del universo ptolemaico.

El racionalismo continental: Descartes.

El racionalismo continental es un movimiento filosófico que surgió en el siglo XVII, es decir, en plena modernidad. Se llama continental, porque mientras que en las Islas Británicas se desarrollaba el movimiento empirista según el cual la experiencia juega un papel preponderante para comprender la realidad, en el continente europeo floreció el racionalismo.

Es difícil definir con concreción el racionalismo ya que es considerable la pluralidad de autores que pueden ser llamados racionalistas. Como rasgos más sobresalientes tendríamos la importancia que concede el racionalista a la razón frente a la experiencia o al criterio de autoridad para acceder al conocimiento. También suele ser un rasgo frecuente en los racionalistas la creencia que en la mente de todos los hombres existen ideas o funciones innatas que se activan cuando se produce la experiencia, pero que son independiente de ella. Por último, debemos subrayar la importancia que tiene para el racionalismo las matemáticas como modelo de conocimiento por su exactitud y sistematicidad.

Precisamente basándose en las matemáticas el racionalista francés René Descartes (1596-1650) construyó su método filosófico para hallar un conocimiento cierto e indudable. Descartes, como muchos otros autores de su tiempo, observaba con desencanto como la matemática o la física eran ciencias que acumulaban conocimientos con el paso del tiempo; sin embargo, se lamentaba el autor racionalista, la filosofía carece de un sistema o método propio que le permita adquirir un conocimiento verdadero y con el que estén de acuerdo todos los filósofos. Para acabar con esa situación el francés se propone construir un método que, como la geometría euclidiana, parta de algún o algunos axiomas indubitables sobre los que construirá, sistemáticamente, todo el edificio del conocimiento filosófico.

Descartes rechaza como axioma de su sistema todo lo que puede ser dudoso y, dejando muy atrás la experiencia, descubre que lo único indudablemente cierto es que el sujeto pensante tiene existencia real mientras que está pensando. Es su famosa frase “Pienso luego existo”. Descartes concluye que el “yo soy, yo pienso” es el axioma de su sistema, y partiendo de él descubre que el “yo soy” es un ser finito ya que si fuera infinito no dudaría si es o no es. Por tanto, continúa el filósofo racionalista, en mi yo finito existe la idea de un ser infinito pero, ¿de donde procede esta idea? Ni de mi mismo ni de otro ser finito, luego tengo la idea de infinito como idea innata que procede de un ser infinito, es decir Dios. Luego Dios existe pero a diferencia del Dios medieval, no adquiere su existencia por fe o por la autoridad de la Iglesia, la existencia de

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