El Príncipe
fuuz30 de Agosto de 2013
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Nicolás Maquiavelo escribe ‘El Príncipe’ como muestra de lealtad a Lorenzo de Médicis. En él presenta los puntos a considerar para cualquier político de cómo gobernar, según su opinión y experiencia.
Primeramente, se hace distinción de los principados, dominios adquiridos o heredados, que son gobernados por un príncipe. Menciona también a las repúblicas, que según mi entender, son dominios con un sentido de la ley más evolucionado que el principado, es decir, en la república la ley tiene un papel mucho más consolidado.
Un concepto que me parece muy interesante es el de soberanía, hoy día entendemos por soberanía el derecho del pueblo a elegir sus gobernantes y leyes, sin embargo Maquiavelo lo utiliza como si el príncipe fuera el único capaz de ejercer este derecho, por lo que se entiende que la soberanía es el poder que se ejerce sobre el pueblo.
Distinguimos principados civiles, dónde el poder es conferido por el mismo pueblo; principados mixtos, un principado es agregado a otro; principados nuevos, es decir, principados creados y los principados eclesiásticos, gobernados por Dios, aunque carezcan de gobierno. Además se presentan las diferentes formas de dominación o bien de conservación del poder. En cuanto a este respecto, nos podemos dar cuenta que la fuerza del principado radica en el pueblo, no en el soberano, no en la milicia; y esto se debe a que es el pueblo quien decide cuando presentar batalla ante determinada imposición.
Parafraseando a Maquiavelo nos dice que es de gran importancia tratar de mantener al pueblo contento bajo la única consigna de ‘al pueblo no le gusta ser oprimido’, por lo que el soberano deberá siempre tener la estimación del pueblo haciéndolo sentir protegido, creando así una dependencia del pueblo hacia el príncipe y para cuando este lo necesite obtenga de ellos un apoyo.
Mantener el poder se lee relativamente sencillo, y todo recae en los momentos de cambio y en las intenciones. Es posible crear alianzas para conquistar determinado territorio, sin embargo una vez conquistado dicho territorio las alianzas deben terminar, puesto que lo que nos ha ayudado, en cualquier momento puede volverse en contra nuestra. La maldad es bien vista siempre y cuando sea hecha toda por sorpresa, en una sola ocasión y solamente para posicionarnos, no debe continuarse después para de esta manera ganarse a los gobernados con actos benévolos, haciendo alusión a la memoria del pueblo. Ahora bien, un príncipe debe estar bien instruido en el arte de la guerra. No debiera dejar la guerra en momentos de paz, sino que debe ejercitarla. Un buen guerrero es disciplinado, ordenado y organizado, y son estas características las que deben reflejarse en el principado. La importancia de la milicia no es tan grande, es más como una reserva, pues una ciudad bien edificada y organizada no tendrá nunca el problema de ser atacada por miedo del agresor a ser derrotado. Y si fuera atacada, el pueblo sería capaz de defenderla desde adentro en nombre de ése bien estimado soberano.Es por eso que los principados jamás pueden huir de la guerra, no pueden declararse neutrales pues esto acarrea más dificultades que la misma guerra, y por tanto tampoco deben dudar en declarar la guerra si se ven amenazados, pues si la dejan pasar el conflicto crece y entonces es más difícil salir de él.
Un príncipe debe ser un juego de máscaras, con esto me refiero a que debe tener esas cualidad buenas (bondad, magnanimidad, rectitud, etc) pero también esas cualidades malas o vicios (crueldad, severidad, avaricia), el chiste recae en cuando y con quien mostrarlas. Debido a la naturaleza humana, es muy difícil que una persona cuente con estas características ambivalentes al mismo tiempo, por lo que si el soberano debe decidir si ser amado o temido, deberá ser temido en cualquier instancia. Temido pero no odiado. Debe ser temido, pues el temor se transforma
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