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Filosofia


Enviado por   •  23 de Octubre de 2012  •  396 Palabras (2 Páginas)  •  268 Visitas

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Origen del Hombre

El dar a conocer la teoría de la evolución fue algo que al mundo lo puso a pensar en el. Después un punto de vista espiritual, de la razón e ir construyéndose el mismo de un ser que provino de un ser ancestral y dejando a un libre albedrio su decisión de fe ya con todo se deja muchas cosas en tela de juicio de origen de un hombre en el plano de la creación del hombre por Dios. Quizá se pueda atribuir a Darwin el título de “Newton de la brizna de hierba”, el honor de haber sido el naturalizado de la teleología biológica. El propio Kant, salvado el anacronismo, quizá lo hubiese reconocido como tal. Darwin mismo tenía en mente algo así como un proyecto newtoniano para la biología. Cuestión aparte es que los defensores actuales de la naturalización de lo vivo no lo sean ya del modelo mecanicista newtoniano. Lo cierto es que la oleada de naturalización darwinista inmediatamente alcanzó al ser humano, en todas sus facultades, también las que tienen que ver con la razón y la moral. El propio Darwin apuntó en esa dirección desde la publicación de su obra sobre El origen del hombre. En este punto difería claramente del codescubridor de la teoría de la evolución por selección natural, Alfred Wallace, para quien los rasgos intelectuales y morales del ser humano quedaban al margen de una posible explicación naturalista. Lo cierto es que la naturalización de estos rasgos se ha mantenido hasta hoy en el panorama intelectual más como proyecto que como realidad lograda, más como horizonte metafísico que como ciencia positiva. La intencionalidad lingüística y mental, la autoconciencia, el sentido del deber moral, son aspectos del ser humano cuya naturalización efectiva no ha llegado, mas se mantiene siempre en el horizonte como promesa. Lo cierto es que una naturalización completa del ser humano exige ir más allá del darwinismo. Darwin nos habla del origen y la génesis evolutiva de los vivientes, y en especial del ser humano. Pero no habría que confundir el ser con la génesis. Se trata, en realidad, de una antiquísima distinción que se remonta al menos a Platón y Aristóteles. Vistos sus humildes orígenes, conocemos ya su limitada consistencia: mero mecanismo adaptativo, herramienta de la feroz lucha por la vida. Lo mismo se puede decir del conocimiento humano.

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