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Gabriel Marcel


Enviado por   •  9 de Octubre de 2013  •  9.855 Palabras (40 Páginas)  •  771 Visitas

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CAPITULO I

UNA PERSPECTIVA DEL PENSAMIENTO FILOSOFICO DE GABRIEL MARCEL

En este primer capítulo, estudiaremos la vida y el pensamiento de Gabriel Marcel, para luego analizar en sus principales escritos y la influencia que tuvo para Marcel el existencialismo filosófico con sus características. Luego en el segundo capítulo desarrollaremos y profundizaremos la concepción existencialista del hombre que Marcel propone sobre la esperanza, como una posibilidad en el camino para la plenitud del hombre.

1.1 BREVE BIOGRAFÍA

Es importante presentar una breve biografía de la vida de Gabriel Marcel, porque su pensamiento parece brotar de su vida, más que de sus estudios filosóficos. Es por eso que cada suceso en la vida de Marcel influirá luego en su pensamiento.

Gabriel Marcel nació en París, Francia, el 7 de diciembre de 1889, murió el 8 de octubre de 1973. Hijo único y huérfano de madre a la edad de cuatro años, vivió una infancia triste, de incomunicación humana, al lado de su tía y madre adoptiva. Él mismo nos cuenta su experiencia de ese hecho en uno de sus libros: “El acontecimiento decisivo fue en realidad la muerte de mi madre, que me fue arrebatada en cuarenta y ocho horas, cuando iba a cumplir los cuatro años” (MARCEL 1967:14) .

La infancia de Gabriel Marcel estuvo caracterizada por la soledad, pues como era hijo único, no tuvo compañeros de juego . En sus paseos se inventaba hermanos y hermanas con los que mantenía diálogos. Marcel veía en este hecho uno de los gérmenes de su próxima creación teatral.

Su padre Henri Marcel, tenía una actitud espiritual común a la de muchos intelectuales agnósticos en su época, de la religión solo encontraba valioso el aporte histórico de su arte, por lo demás consideraba absurdo creer en los dogmas de la iglesia. Apasionado lector de teatro y apasionado viajero, inculcará a su hijo estas dos inclinaciones. Las funciones oficiales que gozaba el padre como por ejemplo, consejero de Estado, embajador de Suecia, director de Museos y Bellas Artes, contribuyeron a que Marcel tome contacto con lo más elevado del mundo cultural de su época.

A la muerte de su esposa Henri Marcel se volvió a casar y lo hizo con la hermana de su difunta esposa, la cual nunca llegó a llenar el sitio de la fallecida. Esta era originariamente de creencia judía como su hermana, pero luego se volvió hacia un protestantismo liberal que equivalía más bien a una religión racional sin dogmas, Marcel dirá que será más bien una agnóstica religiosa . Ella era de una ética estricta y cuidaba en la educación de Marcel la exactitud, la veracidad y la responsabilidad.

Su actitud se oponía al esteticismo de su esposo, una opción que llenó de fuerte tensiones el matrimonio. Gabriel Marcel mismo nos relata este hecho: “Comprenderéis mejor el profundo trastorno del que fui preso durante toda mi infancia, si os digo que sentía profundos desacuerdos entre mi padre y mi tía, cuya naturaleza eran las más diferentes que puedan concebirse: a menudo he dicho que en él predominaba la conciencia estética, en ella la conciencia moral con sus exigencias más estrictas. Yo tenía la sensación que se habían casado por mi causa, y que no eran felices en su matrimonio (MARCEL 1967: 14).

Gracias a ese suceso Gabriel Marcel tendrá en su infancia un sentimiento de culpa y en su pensamiento este hecho influirá dándole un sentimiento de lo trágico, como él mismo lo reconoce:

“….me inclino a pensar, cuando me asomo a esos años lejanos, que estos sentimientos de una culpa involuntaria crearon en mí el sentimiento de lo trágico que nunca me ha dejado (MARCEL 1967: 15).

A pesar del amor que los suyos los suyos le prodigaban, Marcel recuerda sus años infantiles, como la vida en un universo desértico, en un universo doloroso. El agnosticismo estético de su padre y el moralismo, no menos agnóstico de su tía, unidos a la deplorada ausencia de su madre y la falta de hermanos, componían en torno a él una atmósfera incesante y árida, que dificultaba la respiración (PRESAS 1967: 9).

Esto hacía que la presencia de su madre muerta se revele cada vez más de forma precisa y luminosa.

Marcel recuerda sus años infantiles como la vida en un universo desértico, en un universo doloroso una experiencia que engendró en él un resentimiento contra la enseñanza secundaria, un resentimiento que nunca pudo ser aplacado por nada, como se puede observar en este pasaje, en uno de sus libros:

Mis padres que habían sido alumnos brillantes, daban una importancia excesiva a las composiciones. Sufrí continuamente por haber sido juzgado basándose en calificaciones o de los puestos que me eran asignados…ese ambiente toxico contribuyó a desvalorizar para mí durante esos crueles años casi todo lo que entonces aprendí, porque todo mi saber quedaba emponzoñado por el hecho de que se convertía en materia de competición, y ello alentaba mi angustia (MARCEL 1967: 16).

Entre los años 1901 y 1906 Marcel estudió en el Liceo Carmot, lo cual no hará más que agravar el estado de las cosas, porque Marcel se sentirá constantemente espiado y demasiado vigilado; en estas condiciones, una tarea escolar, lo mismo que un resfrió, se convertirán en un verdadero drama (Confr. PRESAS 1967: 9).

En esta etapa se aprecia la inclinación que Gabriel Marcel tenía a la filosofía, ya que ésta podía responder a sus tantas preguntas y satisfacer sus inquietudes. Mencionando, al respecto:

No había más que una, pero decisiva excepción la clase de filosofía. Porque en esta materia por primera vez, había de sentirme en mi propio elemento, seguro de mí mismo, y si aventajé a mis compañeros, no fue como los años anteriores, debido a un trabajo ímprobo, sino porque el trabajo que se me exigía correspondía a una afición completamente espontánea y que yo realizaba realmente con alegría (MARCEL 1967: 17).

Después de los años en el Liceo Carmot, Marcel se licenció en Filosofía en la Universidad en la Sorbona de Brunschwvicg. Luego de graduarse se dedicó a la enseñanza de la filosofía y comenzó a trabajar como profesor en colegios de enseñanza secundaria, pero pronto se dedicó al periodismo y a la crítica literaria y de teatro.

En 1919 Marcel se casó con Jacqueline Boegner, de origen protestante, quien gracias a su habilidad en el piano, ayudó a poner a Marcel melodía a muchas de sus composiciones teatrales. Su muerte significó también en la vida de Marcel una experiencia de dolor y espera en la resurrección.

Se convirtió al catolicismo en 1929, fue profesor en la Escuela Normal Superior de París y en varios institutos franceses y de otros países.

Entre sus numerosas producciones encontramos obras teatrales y filosóficas, de las cuales considero que las más importantes son: “Diario Metafísico”, “El misterio del Ser”, “Filosofía concreta”, “Aproximación al misterio del Ser”, “Los hombres contra lo humano”.

Las cosas que Gabriel Marcel va pasando en su vida marcaron con gran influencia en su pensamiento y se puede llegar a decir que de los hechos de su vida salió la reflexión filosófica que nos plantea nuestro autor.

Los acontecimientos que fueron pasando en la vida de Gabriel Marcel, marcaron su pensamiento y se puede decir que de los hechos de su vida surgió su filosofía y su manera de pensar, por eso a continuación se presenta un resumen de las obras más importantes de Gabriel Marcel.

a) EL MISTERIO DEL SER

En el misterio del ser, Gabriel Marcel aborda la cuestión más fundamental de la filosofía: la del Ser, la del propio existir que nos envuelve, en aquel que quisiéramos penetrar y por el que quisiéramos trascender. En la primera parte, “Reflexión y Misterio”, determina las características de la existencia humana, de “mi vida”, de la vida de cada cual. En la segunda, “Fe y Realidad”, nos conduce a religiones todavía más profundas, a las mismas esencias.

b) DIARIO METAFÍSICO

El diario metafísico que, originalmente no estaba destinado a la publicación, está constituido por un conjunto de notas filosóficas redactadas día a día. Incluye la primera escrita en 1913 – 1914 y la segunda de 1915 a 1923. La evidente diferencia de estilo ente las dos partes se debe a que bajo la presión de la guerra, el pensamiento del autor se volvió con mayor determinación hacia lo concreto, hacia la idea existencial.

c) FILOSOFÌA CONCRETA

Una filosofía concreta es una filosofía del pensamiento que piensa; ella no puede constituirse sino gracias a una clase de peligrosa y perpetua acrobacia, es por eso que no hay filosofía concreta sin una tensión continuamente renovada y propiamente creativamente el yo y las profundidades del ser en el cual y por el cual somos, o aún sin una reflexión tan escrita, tan rigurosa posible, que ejerciéndose sobre la experiencia sea lo más intensamente vivida.

d) LOS HOMBRES CONTRA LO HUMANO

El torno a la obra oscila la lucidez alarmada y la negativa a desesperar, ante el reinante relativismo; la fascinación tecnológica, la desafección por la vida y la preeminencia del rendimiento; la tentación del número y el prestigio de las estadísticas; la ética de la mentira, etc. Pues la tarea del filósofo consiste en denunciar, sin piedad y sin descanso, el espíritu de abstracción para salvar el nombre de sí mismo.

e) APROXIMACION AL MISTERIO DEL SER

Esta obra constituye una denuncia contra aquellos que reducen y desaparecen al hombre, a veces sin pretenderlo y otras a conciencia, convirtiéndole en el hombre función. Cansado de antropologías absurdas, este hombre experimenta “la sed de ser”, de ahí que esta obra se presenta como una filosofía de la esperanza.

La filosofía de Gabriel Marcel adquiere un tono personal que se manifiesta en la concreción de la existencia en el ser de su pensamiento concreto y es en ese sentido que rechaza cualquier filosofía que no aparezca la mordedura de lo real.

Gabriel Marcel murió el año 1973 casi a la edad de 84 años y aún mantenía hasta el final su actividad intelectual a pesar de la seria dificultad de visión.

1.2 EL PELIGRO DE LAS DOS GUERRAS MUNDIALES

Una de las experiencias más fuertes, que tuvo Gabriel Marcel fue la presencia del conflicto de la Primera la Guerra Mundial, que enfrentaba muchos países a la vez, fue una experiencia decisiva en su pensamiento filosófico, porque le hizo sentir dolorosamente el drama de la existencia humana.

El peligro de una destrucción masiva se presentó por primera vez con un conflicto bélico, que causó muchas muertes y catástrofes.

Este conflicto militar que comenzó el 28 de julio de 1914 como un enfrentamiento localizado en el imperio Austro Húngaro y Serbia, se transformó en un enfrentamiento armado de escala europea, cuando la declaración de guerra austro-húngara se extendió a Rusia, el 1 de agosto de 1914; y finalmente, pasó a ser un guerra mundial, en la que participaron 32 naciones, 28 de ellas denominadas aliadas o potencias asociadas entre las que se encuentran Gran Bretaña, Francia, Rusia, Italia y Estados Unidos, lucharon contra la coalición de los imperios llamados Centrales, integrada por Alemania, Austria, Hungría, el imperio Otomano y Bulgaria .

Esta experiencia fue decisiva para Marcel, debido a su participación, pues fue dispensado de ir al ejército por razones de salud y tomó a su cargo una oficina de informaciones acerca de los soldados desaparecidos, establecida por su amigo Xavier León, cumpliendo el trabajo de responder a las indagaciones de las familias sobre sus seres queridos, hijos, padres y hermanos, que se encontraban en los campos de combate.

Este trabajo en la Cruz Roja, le hizo sentir dolorosamente el drama de la existencia humana y la ineficacia de todo sistema de encuestas en lo que respecta a la realidad humana, ya que le hizo ver que una persona no puede catalogarse por los escuetos datos que aparecen en sus fichas.

La experiencia de la comunicación inmediata del dolor de personas hasta el momento desconocidas, hacen que la inicial pregunta acerca del paradero de un soldado número X, pregunta a la que el fichero debía responder, se transformara en un llamado ante el cual no se puede permanecer como espectador o como funcionario (PRESAS 1967: 13) .

Es por este suceso que Gabriel Marcel, se definirá por el camino que debía seguir su filosofía concreta, la convicción de que la realidad del hombre trasciende todo lo inventariarle y toda la verificación objetiva, que se pretendía dar como una serie de datos escuetos hechos por un fichero, sobre lo que Marcel decía:

Yo recibía personalmente, cada día, a quienes venían a suplicarme que proyectase alguna luz en la noche en que se debatían. En esas condiciones, la ficha ya no se reducía para mí a una simple mención abstracta: era una llamada desgarradora a lo que yo tenía que responder… Así pues yo viví personalmente la guerra de 14 según esta perspectiva individual de destinos por iluminación y nada, supongo, podía contribuir más efectivamente a inmunizarme contra las potencias propias de la mayor parte de los términos abstractos que componen el lenguaje de los periodistas y de los historiadores (PARAIN 1969: 11).

La Primera Guerra Mundial duró cuatro años, tres meses y catorce días. El conflicto representó un costo de 186.000 millones de dólares para los países beligerantes. Las bajas en los combates terrestres ascendieron a 37 millones y casi diez millones de personas pertenecientes a la población civil, fallecieron indirectamente a causas de la contienda básica .

Las relaciones políticas de las grandes naciones europeas, a principios del siglo XX, no eran sinceramente cordiales, sino el resultado de convenciones y tratados. Reposaban en un equilibrio bastante inestable.

A pesar de la política de conciliación, guardaban entre ellas recelos y desconfianzas, agrupadas por la competencia comercial.

En la primera década del siglo XX, las principales naciones europeas formaban distintos grupos aliados.

La Primera Guerra Mundial enfrenta dos bloques: Gran Bretaña, Francia, Rusia, Italia, Japón y los Estados Unidos, por una parte; Alemania, Austria-Hungría, Turquía, por la otra.

Alrededor de ambos ejes giraban países menores, arrastrados más o menos voluntariamente al conflicto. La Guerra sacudió al sistema capitalista, lo corroyó y volvió más vulnerable, debilitó su prestigio y consenso, marcó el fin de un período y el comienzo de otro. La guerra determino la interrupción del desarrollo capitalista mundial, que hasta entonces parecía sin límites: transfiero la riqueza y el poder en su seno, entre naciones y clases; arruino a una parte de la burguesía mundial y reforzó a otra.

La guerra se extendió por todo el mundo, pero el principal campo de operaciones fue Europa.

Cuatro años de guerra de trincheras agotaron a los combatientes, hubo grandes combates navales.

Tanto en Austria-Hungría como Rusia se produjeron graves situaciones sociales. En Alemania los grupos socialistas presionaban para la finalización de las luchas.

Las consecuencias catastróficas a las que se enfrentaba el mundo después de semejantes destrozos, fueron también para Marcel un llamado en el cual encontramos los orígenes de su conversión al catolicismo y a la forma de su filosofía.

El 28 de Junio de 1919, la paz definitiva fue firmada en el palacio de Versalles (Francia); firmaron la paz definitiva, después de una paz inestable; Debido al tratado de Versalles, estallará la segunda guerra mundial.

La Segunda Guerra Mundial comenzó en 1939, como un enfrentamiento bélico entre Alemania y la coalición franco-británica, que se extendió hasta afectar a la mayoría de las naciones del planeta y cuya conclusión en 1945; supuso el nacimiento de un nuevo orden mundial dominado por Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

La Segunda Guerra Mundial tuvo un carácter completamente distinto de la anterior.

El perfeccionamiento de la técnica motorizada: aviones, tanques, automóviles, etc., proporcionó a los combatientes elementos de gran poder destructivo. La guerra de trincheras fue abandonada por la guerra de movimiento. Aviones y tanques avanzaron sobre las ciudades destruyendo todo. Más de 25 millones de seres humanos murieron en la guerra.

Bombas, cohetes de largo alcance fueron utilizados por los alemanes para atacar a Londres y, por último, apareció la bomba atómica. La cual bien puso fin a la lucha, ensombreció el futuro de la humanidad, por su enorme poder destructivo.

La Segunda Guerra Mundial requirió la utilización de todos los recursos humanos y económicos de cada Estado y fue un conflicto único en los tiempos modernos, por la violencia de los ataques lanzados contra la población civil y por el genocidio (el exterminio de judíos, gitanos, homosexuales, y otros grupos). Los principales factores que determinaron su desenlace fueron la capacidad industrial y la cantidad de tropas . En los últimos momentos de la lucha se emplearon dos armas radicalmente nuevas: los cohetes a largo alcance y la bomba atómica, no obstante el tipo de armamento empleado durante casi todo el enfrentamiento fue similar al de la Primera Guerra Mundial, aunque con ciertas mejorías.

Las principales innovaciones se aplicaron a las aeronaves y a los carros de combates.

A pesar de las voces angustiadas que constantemente pedían la eliminación de estas armas, las grandes potencias: EEUU, la Unión Soviética y Gran Bretaña siguieron ensayándolas.

1.3 CARACTERÍSTICAS DE UN MUNDO EN CRISIS

Al empezar el presente estudio, para caracterizar un mundo sensible y en crisis, en una de las obras teatrales de Gabriel Marcel, develamos, que como él mismo lo dice: en ellas encuentra un pensamiento en estado naciente, una afirmación que nos puede hacer reflexionar sobre la idea de un mundo en crisis, la frase es de una joven de nombre Christiane que dice:

¿Tú no tienes algunas veces la impresión de que vivimos… si a esto se puede llamar vivir… en un mundo destrozado? Sí, destrozado, como un reloj destrozado. El resorte no funciona. Aparentemente, nada ha cambiado. Todo está en su lugar. Pero si se acerca el reloj al oído no se oye nada ¿Comprendes? El mundo, eso que llamamos mundo, el mundo de los hombres... debía tener antes un corazón, pero pareciera que ese corazón ha dejado de latir (MARCEL 1964: 29).

Las razones por las que Gabriel Marcel vea que este mundo está destrozado son: la falta de fraternidad, de imaginación, la sumisión frente a las técnicas científicas y al poder de las palabras vacías de su contenido auténtico.

Al oír estas características que no son alentadoras, nosotros al igual que Marcel hacemos suyas sus palabras y nos preguntamos ¿vivimos en un mundo destrozado? Pero al pensar así tampoco afirmamos que alguna vez el mundo tuviese corazón, Marcel nos recuerda en su libro “El misterio del Ser”, que al hablar de un mundo destrozado ¿no implica que hubo épocas en las cuales el mundo estaba intacto, lo que es contrario a las enseñanzas de la Iglesia y también a toda verosimilitud de la Iglesia?

Pero la razón de esta preocupación en los labios de esta joven, la encontramos cuando Marcel afirma que debemos recordar:

Vivimos en un mundo en guerra consigo mismo y este estado de guerra ha ido tan lejos que amenaza con terminar en algo que es imposible considerar como un verdadero suicidio. Nunca se insistirá demasiado en el hecho de que el suicidio, que hasta ahora se presentaba solamente como una posibilidad individual, aparece hoy ligado a la condición del mundo en su totalidad (MARCEL 1964: 30).

Estas observaciones generales muestran cómo el mundo está destrozado: a la afirmación preferida por Nietzsche: Dios ha muerto, ha venido a hacerle eco hoy, cerca de tres cuartos de siglo después, otra afirmación menos proferida que murmuraba con angustia: el hombre agoniza (MARCEL 2001: 27) .

Decir que el hombre agoniza únicamente significa que se encuentra no ante un acontecimiento exterior como la aniquilación de nuestro planeta, que podría ser la consecuencia de un cataclismo sideral, por ejemplo, sino en presencia de las posibilidades de destrucción completa de sí mismo (MARCEL 2001: 27) .

Ahora se ve la necesidad de pasar a descubrir algunas características de este mundo en crisis, para encontrar una posible solución a este problema.

1.3.1 LAS TECNICAS Y SUS CONSECUENCIAS

Cuando Marcel se refiere a las técnicas lo hace pensando en que el hombre usa su inteligencia para progresar.

La técnica es el saber especializado y elaborado racionalmente que además presenta el doble carácter de poder ser perfeccionado y transmitido. Cuando hablamos de la técnica no pensamos en la unidad, quiero decir en una sumas e las diversas formas de la técnica, la cual se obtendrá mediante una adición, o sea, una unidad mediante la acumulación. Pensando más bien en la razón en tanto esta se aplica a aquello que podría llamarse la explotación de la tierra, de la vida sobre la tierra (MARCEL 1967: 103).

Gracias a la inteligencia se ha conseguido muchas metas que se veían inalcanzables y este periodo sobre la naturaleza ha hecho que se sienta amo y señor de toda la creación y al parecer al hombre le parece que en el fondo, no cabe la menor duda, de que él está cualificado para este dominio por las facultades intelectuales que han podido desarrollar su ciencia y su técnica hasta ese punto de perfección.

Así las técnicas se presentan hoy en día como un instrumento tanto de progreso como de solución a todos los problemas del hombre; pero nos damos cuenta que el problema capital de los pueblos sub-desarrollados, no puede ser resuelto mediante la técnica.

Parece totalmente evidente que ello no es posible. Se trata ante todo de la mejor distribución de materias primas, de la explotación racional de una enorme cantidad de tesoros naturales y hasta ahora no aprovechados. Aquí nos encontramos con un montón de hechos evidentes a los que solamente se precisa aludir y que al parecer solo pueden ser discutidos por mentes retrógradas, sin advertir claramente una realidad que va haciéndose cada vez más amenazadora (MARCEL 1967: 105).

Con ello hemos llegado al punto de reconocer que en un mundo en el que rige el absoluto predominio de la técnica, se desarrolla forzosamente un proceso de desacralización que se orienta sobre todo contra la vida y contra sus manifestaciones (MARCEL 1967: 115-116).

Pero vemos que existe un peligro mayor en cual están cayendo las técnicas, a partir del momento de que ya no se ponen al servicio de los fines metafísicos; pues estas corren el gran peligro de ser puestas al servicio de unos fines, que no ocupen más que un rango inferior, lo cual nos llevaría a la degradación de la especie humana (Confr. MARCEL 1967: 140).

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1.3.1.1 Las técnicas de envilecimiento

Ante tal situación el hombre puede llegar a acusarse sinceramente de otros actos que realmente no cometió. Esta sinceridad no parece que pueda producirse únicamente mediante la tortura, sino por aquellos procedimientos que se realizan mediante las manipulaciones psicológicas.

Ahora bien, lo peculiar de las técnicas de envilecimiento a las que alude Marcel, consiste precisamente en que ponen al individuo en una situación tal que pierde contacto consigo (MARCEL 2001:30).

Estas manipulaciones psicológicas han ido avanzando peligrosamente y nadie parece estar a salvo; pues cada uno de nosotros, debe admitir, señala Marcel, que existen medios concretos susceptibles de ser activados mañana contra él y despojarle de esa soberbia o, dicho ambiciosamente, de ese control que en otras épocas, habría podido ser considerado como fundamento inquebrantable, como inviolable (Confr. MARCEL 2001: 30).

Marcel quiere poner en claro “con esto que un ser humano que ha padecido cierto tipo de manipulación, parece reducirse cada vez más a no ser sino una cosa, digamos que una cosa psíquica, justiciable por las teorías que ha formulado una psicología en la ciencia materialista” (MARCEL 2001: 31). Nuestro mismo autor más adelante dirá de forma más detallada:

De ningún modo puede significar que esa psicología materialista, cualquiera que sea el poder de transformación reductora del que esté dotada, llegue a revelarnos la realidad en sí misma. Tan solo pone en relieve el hecho de que el hombre depende en gran medida de la idea que se forja de sí mismo y que esta idea no puede ser degradada, sin ser al mismo tiempo degradante. En ello reside otra razón más y verosímilmente y más grave, la más imperiosa de todas, para condenar dicho pensamiento materialista (MARCEL 2001: 31).

Es inevitable que, cuando hablamos de técnicas de envilecimiento, es imposible evitar evocar ante todo el empleo masivo, sistemático, que de las mismas han hecho los nazis, en particular en los campos de concentración (MARCEL 2001: 44).

Es aquí en donde se aclaran todas las dudas; entenderemos por técnicas de envilecimiento al: conjunto de procedimientos llevados a cabo deliberadamente para atacar y destruir, a individuos que pertenecen a una categoría determinada; el respeto que de sí mismos pueden tener, y ello, a fin de mostrarlos poco a poco un desecho no sólo intelectualmente, sino vitalmente (Confr. MARCEL 2001: 44).

Pero es necesario para nosotros escribir la experiencia de algunas personas que relaten su testimonio de esos terribles acontecimientos. Este es el caso de la señora Jacqueline Richet, en un campo de concentración alemán, quien nos dice:

Los alemanes, escribe la Sra. Jaqueline Richet a propósito de Rabensburck, intentaban envilecernos por todos los medios. Explotaban todas las cobardías, excitaban todas las envidias y suscitaban todos los odios. Era necesario esforzarse día a día para conservar la propia integridad moral. El barniz civilizado se pulveriza con rapidez, y vemos mujeres del mundo que no son las ultimas en comportarse como verduleras. Pero lo más grave son las mezquindades a las que se rebajan las menos firmes entre nosotras (MARCEL 2001: 44).

Estas declaraciones nos hacen dar cuenta cómo es fácil denigrar la dignidad de las personas y a qué niveles de degradación se puede llevar a una persona, a causa de estas técnicas de envilecimiento. Pero esta experiencia se contempla con otra que es más espantosa, cuando la señora llamada Lewinsca, nos cuenta después de haber dado horribles detalles sobre cómo habían sido acondicionadas las letrinas en el campo de Auschwitz:

¡Y entonces comprendí! Comprendí que no era desorden ni falta de organización, sino muy al contrario, lo que había presidido la instalación del campo era una idea bien madurada, consciente. Se nos había condenado a perecer en nuestra propia suciedad, a ahogarnos en el lodo, en nuestros excrementos; se pretendía rebajar, humillar en nosotros la dignidad humana, borrar de nosotros toda huella de humanidad, convertirnos en bestías salvajes, inspirarnos el horror y el desprecio de nosotros mismos y de nuestro entorno. Este era el objetivo, tal era la idea (MARCEL 2001: 45).

Con esto se pude ver con claridad el gran peligro de las técnicas que eran empleadas sin tomar en cuenta sus fines metafísicos, pues como nos lo recuerda Marcel, pueden convertirse en el peligro más grande de la humanidad, y esto es comprobado como ya lo vimos, en los campos de concentración nazi, de los cuales se rescataron estas experiencias.

Debemos percatarnos que el peligro más grande que existe, es el de utilizar las técnicas en contra el hombre y el testimonio de la señora Lewinsca puede resumir nuestras palabras: “No se necesita matar a un ser humano en el campo para hacerle sufrir; basta con una patada para que caiga en el lodo. Caer equivalía a perecer. Ya no es un ser humano lo que se levanta, sino un monstruo ridículo, amasado de lodo” (MARCEL 2001: 45).

Pero ahora aquí nos detenemos y nos preguntamos ¿por qué se cometieron esas acciones que caen más puramente en lo animal que en lo racional?

La respuesta es muy sencilla, pues al contraer hábitos muy bestiales; de manera más sutil, se trataba de degradarlas estimulando un espionaje recíproco, fomentando entre los deportados no solo un resentimiento, sino la mutua sospecha; dicho con pocas palabras, se trataba de envenenar las relaciones humanas en su fuente para que se convirtiera en enemigo, quien hubiera podido ser para otro un camarada, un hermano.

A los verdugos les interesaba desplegar en los campos todo lo que propiciara la división de los detenidos e impidiera la formación del espíritu de cuerpo o de solidaridad que amenazaba siempre con traducirse en motín o rebelión (MARCEL 2001: 46).

Al observar todos estos hechos dirá Marcel: nos parece, totalmente, evidente que las técnicas de envilecimiento, no han podido construirse más que a partir de una situación que comportaba la negación radical, pero siempre explícita, del carácter sagrado que el cristianismo le atribuía al ser humano (Confr. MARCEL 2001: 47).

Debemos recordar que la técnica, para Marcel sería enteramente beneficiosa si se mantuviera en el servicio de una actividad espiritual orientada a fines superiores, la técnica se podría considerar como un don inestable si se empleará en beneficio de la humanidad (Confr. MARCEL 2001: 56).

Pero desde el momento en que esto no se realiza ni en el plano individual ni en el plano de las grandes colectividades humanas, se convierte en una maldición para la humanidad (Confr. MARCEL 2001: 56).

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1.3.1.2 Las propagandas

Otro claro ejemplo de cómo las técnicas por mal uso están siendo la causa de la crisis mundial, son las propagandas que inundan el mundo por medio de la televisión y de la radio, manipulando la conciencia de los hombres.

Está muy claro que estos medios están al alcance de casi todos los hombres y en ese sentido se convierten en un peligro mundial, dependiendo de cómo se los utilicen.

No existe ninguna diferencia real, señala Marcel, entre la propaganda y los procedimientos materiales que usaban los nazis en los campos, para degradar a sus víctimas ante sus propios ojos, convirtiéndolas en lodo, y los mecanismos que utilizan los propagandistas para obtener la desacreditación de sus adversarios.

Este pensamiento lo comprobamos a menudo sobre todo en la época de elecciones, pero mucho más cuando algunos países se encuentran en conflicto y quieren hacer ver a su oponente como el malo, o el que está equivocado y recurren para esto a la propaganda.

Puede decirse que la propaganda se reduce al conjunto de medios de persuasión, dispuestos para reclutar adeptos a una empresa o a un partido político determinado. Resulta claro, por lo demás, que, incluso así enfocada, la propaganda aparece como esencialmente corruptible (además de corruptora), lo que es tanto más verdadero cuanto que tiende a convertirse en un modo de seducción (MARCEL 2001: 49).

Sin embargo, la situación es infinitamente más peligrosa allí donde la propaganda se desorbita, es decir, donde deja de ejercerse en la esfera de una empresa determinada para poder acabar adoptando una forma estatal; allí donde el mismo Estado tiende a comportase como partido (MARCEL 2001: 49).

Marcel señala, que, toda propaganda implica, en suma, la pretensión de manipular las conciencias (Confr. MARCEL 2001: 49).

En esta perspectiva, aparece con la mayor claridad el parentesco existente entre la propaganda y las técnicas de envilecimiento. Puesto que la propaganda envilece a aquellos sobre los cuales se ejerce.

1.3.2 LOS VALORES PERDIDOS

Otra característica de la crisis del mundo actual, es que las palabras han sido vaciadas de su contenido auténtico, esto a causa del relativismo imperante en la sociedad actual; porque en este mundo, los valores de ayer, si no son rechazados o negados, por lo menos son discutidos en forma radical.

Todo esto no debería extrañarnos puesto que los nuevos descubrimientos, transforman nuestra vida, haciendo que los valores absolutos vayan perdiendo su significado.

A este suceso le podemos denominar, crisis de valores, que no es más que el terrible malestar espiritual del que es presa el mundo, que vendría a ser el tributo que a la humanidad se le pide, por alcanzar un plano nuevo y superior, es decir el precio del avance tecnológico producido por las ciencias, este modo de ver las cosas parece enturbiado por las peores ilusiones que implican, sin duda, el total desconocimiento de lo que son efectivamente los valores.

A continuación daremos un vistazo a los valores que Marcel considera están siendo perdidos, para luego confrontarlo con el valor autentico del ser humano que el mismo autor nos propone.

1.3.2.1 La verdad

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El concepto de la palabra verdad ha sido llevado por el enorme desarrollo de la técnica, a lo que Marcel denomina un desdeñoso escepticismo (Confr. MARCEL. 1967: 55).

En este mundo tan controlado por las técnicas, el problema de la verdad ha ido perdiendo importancia.

Marcel dirá:

A mi modo de ver, se trata de que más bien el problema de la verdad ha ido perdiendo importancia. Quizá la gente está todavía dispuesta a reconocer verdades parciales, aunque se considera muy difícil establecer entre ellas una conexión sistemática. Con cierto desprecio se deja para el filósofo el cuidado de emprender esta complicada tarea (MARCEL 1967: 55).

Ante este panorama Gabriel Marcel ve, que el dominio de la verdad resulta crecientemente desacreditado y abandonado (Confr. MARCEL 1967: 63).

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1.3.2.2 La justicia

Pero no solamente el concepto de verdad anda vacío de significado, a causa de este mundo funcionalizado, en el que cada cual se encuentra como si fuera un número.

El sentimiento de justicia se hace cada vez más inaccesible. Marcel nos dirá que la justicia, parece desaparecer allí donde el respeto es destruido, vemos con claridad que cuando no se respeta a las personas en sus más elementales derechos, no se puede hablar de justicia (Confr. MARCEL 1967: 60-61).

La verdadera justicia nos dirá Marcel, consiste en tratar a cada cual según sus méritos y según sus capacidades, pero en este punto Marcel se pregunta ¿cómo pueden valorarse con justicia los méritos y las capacidades de una persona?, la respuesta será: por poco que reflexionemos nos daremos cuenta que semejante valoración solo puede realizarse de un modo muy superficial e ilusorio (Confr. MARCEL 1967: 61).

Además, no es lícito juzgar a las personas vivientes en un momento concreto de su existencia, como si no pudieran elevarse ya por encima de ese punto y tuvieran que limitarse a una condición determinada (MARCEL 1967: 55).

De esta manera, Marcel nos dice:

Como han visto desde siempre los mayores pensadores de la humanidad, y pienso en Platón, pero también Spinoza, no es posible la justicia donde no se respeta la verdad (MARCEL 2001: 114).

Respetar la verdad no significa construir frases, sino mantener abiertas todas las vías a menudo extremadamente delicadas por las que podemos esperar, no ya alcanzar la verdad, sino acercarnos a ella.

1.3.3 EL VALOR DEL SER HUMANO

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Al hablar del valor que tiene el ser humano en esta sociedad materializada, Marcel quiere que nos demos cuenta de que existe en el mundo una deshumanización por causa de las técnicas, que hacen que el ser humano pierda su verdadero valor, llegando al extremo de que en muchos países un ser humano pueda valer tantos dólares, asemejándolo así de esta manera a un objeto material (Confr. MARCEL 2001: 132).

Pero Marcel se peguntará

¿Qué implica reducir el valor del individuo al rendimiento que es susceptible de prestar? Supone que el individuo, no tiene dignidad propia, como sucedería si fuera referido por ejemplo a un Dios creador del que sería su imagen. Solo se le ve como un conjunto de posibilidades entre las que habrá de escoger (MARCEL 2001: 133.).

Ante todo Marcel dirá que lo que sucede, es que se trata la vida como algo completamente carente de valor y por consiguiente, puede ser destruida, más o menos igual como se apaga una luz.

En tales circunstancias, matar va siendo despojado cada vez más del oprobio de un crimen. Esto es sin duda la causa de los horribles asesinatos en masa que desde hace aproximadamente medio siglo han venido perpetrándose en el transcurso de las guerras y de las persecuciones (MARCEL 1967: 113)

En este contexto nos damos cuenta que el hombre esta tentado a decir que la vida se cotiza o vale muy poco.

En este punto vemos que Marcel cae en un pesimismo o en una simple crítica, porque se propone recuperar algunos conceptos que se han ido perdiendo, y ello equivale a decir, ante todo, que la respuesta será de restaurar el significado auténtico de algunas palabras.

Pero es preciso reconocer de inmediato que la idea de la palabra servicio, que ha perdido sentido y ahora es profundamente ambigua y puede aparentar formas cada vez más profanas, cada vez más laicizadas en un mundo en el que el sentimiento de las relaciones personales se oscurece cada vez más (MARCEL 2001: 150).

Hoy en día se observa la progresiva desaparición del sentido de la hospitalidad y que esas relaciones tienden a desaparecer en un mundo en el que el individuo es reducido a elementos abstractos, en el que las únicas jerarquías que subsisten se fundan en el dinero o en diplomas y cuya significación humana es prácticamente nula (Confr. MARCEL 2001: 189).

Lo que se nota que pasa en este mundo es que lo inauténtico reside en el hecho de que el ser individual se aparta de toda vocación, susceptible de conferir a su existencia un sentido de valor.

En cuanto valor es para Gabriel Marcel la llamada que nos lanza el ser, o lo que es lo mismo, nuestra libertad auténtica.

Pero ¿cuál es motivo para emprender esta tarea de recuperar esos valores perdidos?

Principalmente, Marcel observa que el punto medio de tener a la persona a merced de un poder dominante, es conservando en él la conciencia de su valor; un ser que conserva alguna conciencia de su valor, por pequeño que sea, sigue siendo capaz de reaccionar en contra del poder opresor, como la resistencia y la oposición. Es así que la persona que se da cuenta de su dignidad, ya no se dejará humillar por poderes opresores (Confr. MARCEL 2001: 47).

Con todo lo que acabamos de ver, notamos que esta crisis de valores se debe a que se está dando en el mundo un rechazo profundo a todo lo que tiene que ver con lo sagrado.

Sería preciso aquí proceder a un minucioso análisis para que aflorase la especie de contradicción vivida sin la que desaparece el sacrilegio. A priori parece en efecto que el sacrilegio no puede darse más que donde persiste cierta conciencia de lo sagrado (MARCEL2001: 47).

Se puede llegar a decir que los abusos existentes contra la persona no debe existir una cierta conciencia de lo sagrado.

Este es el objetivo de Marcel, recuperar el carácter sagrado en la persona; porque se observa que en la misma medida en la que la vida es desposeída de santidad, también los valores de justicia y verdad se secan y quedan completamente extintos” (MARCEL 1967: 65). Llegando así a cometerse los abusos que hemos descrito.

A partir de todas estas observaciones, el problema que se plantea Marcel ahora, no se tratará de cambiar un sistema de valores por otro, sino que hay que rescatar los términos de verdad, justicia, libertad, etc., en su sentido espiritual y realizar así un cambio de actitud.

Pero debemos darnos cuenta que el avance de la ciencia también es la causante para que se cometan abusos y atropellos mellando la dignidad del ser humano; es por eso que Marcel denuncia el mal uso que de las ciencias hace el ser humano, un uso impío que está causando la crisis en el mundo.

1.3.4 EL AVANCE DE LAS CIENCIAS

No se puede negar que hoy en día el avance de las ciencias ha llegado a niveles insospechados, pero en su afán por dominar la naturaleza, el ser humano se controla cada vez menos a sí mismo.

Y la prueba de que el ser hombre está volviéndose más incapaz de regir la naturaleza es que cada vez piensa menos en preguntarse por cuales son los títulos que pueda para ejercer esta especie de soberanía. En el fondo, le parece obvio que, para esta regencia cósmica, está cualificado para por las facultades intelectuales que le han permitido desarrollar su ciencia y su técnica hasta tal punto de perfección (MARCEL 2001: 79).

No sería excesivo decir que cuanto más domina el hombre la naturaleza, más esclavo de esa misma conquista, es de hecho, el hombre en particular.

Es por eso que Gabriel Marcel se pregunta, si una técnica que parece una adquisición positiva, no amenaza con convertirse de hecho en un medio de degradación humana; y al término de esta indagación, habrá que preguntarse que el hecho de que la técnica culmine hoy en la invención de los más formidables artefactos de destrucción, deba o pueda ser causa, del mero concurso de circunstancias fortuitas (Confr. MARCEL 2001: 53).

Tenemos que recalcar, que Marcel no está en contra del avance de la ciencia y la tecnología, porque en sí misma la ciencia no puede ser considerada mala, lo malo está en el uso que el ser humano hace de ella. Se puede ver los peligros que esto comporta, pues en la medida que la técnica se adquiere, puede ser asimilado a una posesión. Este es otro peligro de las técnicas, pues ya podemos darnos cuenta que si el hombre puede volverse esclavo de sus costumbres, ha de poder igualmente convertirse en prisionero de sus técnicas.

En este sentido, no hay donde perderse, pues se ve claramente que la gran parte de las investigaciones que se realizan, están dirigidas a la construcción de armamentos y muy pocos para mejorar la calidad de vida del ser humano.

El progreso técnico comporta, como sabemos, un progreso en las comunicaciones, el perfeccionamiento de los medios de transporte, y otros avances más. Con todo esto da la impresión de que se ha producido una transformación infinitamente afortunada y que justificaría la creencia en el progreso.

Pero Marcel se pregunta si es evidente que el progreso técnico e industrial ha contribuido a instaurar en los hombres un denominador común, que es el foco de codicia que engendra por doquier envidia y ese denominador común es, en el fondo, la riqueza; es, si se quiere, el dinero (Confr. MARCEL 2001: 71).

Pues todo lo que la ciencia produce tiene un precio para poder ser adquirido y si la calidad del producto es buena, el precio sólo será accesible a muy pocas personas que poseen dinero.

Se puede decir, en efecto, de manera general, que el desarrollo de la técnica tiende inevitablemente a instaurar la preeminencia de la categoría de rendimiento. En estas condiciones, en un mundo sometido a la primacía de la técnica, en un mundo tecnocratizado, un ser que ha caído por debajo de cierto nivel y se vuelve prácticamente nulo aparecerá como una carga sin compensación para la sociedad (MARCEL 2001: 77).

Esto se puede comprobar en el hecho de que el mandamiento de un hombre es asimilado al de una máquina, es decir al propio hombre se le trata como a una cosa material; así, un empleado se asimila él mismo, a una máquina que debe tener rendimiento preciso durante un lapso de tiempo determinado.

Estas observaciones también pueden aplicarse de modo inmediato a la relación que me une a mí con migo mismo, a la facultad de captación que hace posible que yo me apodere mentalmente de mi propio ser. En efecto. Es indiscutible que yo también pueda concebirme a mí mismo como un mero mecanismo y puedo proceder a controlar tanto como me sea posible esta máquina que soy yo; desde este punto de vista puedo considerar también el problema de mi vida como un problema de simple producción y rendimiento (MARCEL 1967: 160).

El hombre pasa a ser parte del engranaje de un sistema dominado por la técnica y pierde su dignidad de sujeto, para convertirse en un objeto reducido a la función que desempeñe; en nuestro mundo existe una infinidad de trabajos y actividades en las que nos vemos empujados a esta identificación entre el hombre y sus funciones.

El ser humano así degradado queda herido en su mismo ser, frustrado en su vocación, despersonalizado y, por tanto, expuesto a una asfixiante tristeza y desesperación.

En esta visión de un mundo como función: “La muerte se considera como una suspensión del funcionamiento que se produce normalmente cuando el aparato o la máquina ha cumplido su periodo limitado de duración y no es más trágica para el hombre que para la máquina o el aparato en cuestión” (MARCEL 1967: 133).

Y por el gran peligro que se avecina con esta visión es que cuando los hombres se parezcan a las máquinas, hasta el punto de identificarse con ellas, entonces no quedará el hombre sobre la tierra. Nos asemejamos tanto a los robots que desaparecerán nuestros sentimientos y nuestras emociones.

Todo esto pierde su razón de ser, en quien no es más que el beneficiario de la invención, sin haber contribuido en absoluto a ponerla punto, ya que este proceso requiere esfuerzo, ¿qué pasará con aquel que se beneficia de ella sin emplear un minuto de esfuerzo? Acotando a este punto Marcel nos dirá, que todo aquel que se beneficie de este progreso sin haber participado en el esfuerzo de su conquista, deberá pagar un costoso tributo que se traducirá en el envilecimiento de su ser espiritual, lo que le llevará a descuidar su ser y a semejarse a una máquina (Confr. MARCEL 2001: 52).

La respuesta de esta concepción que objetiviza al hombre nos la da Marcel:

Debemos decir que la persona no puede ser equiparada a un objeto al que podamos decir que está ahí, es decir, que existe en nosotros, de suerte que forma parte del conjunto que por su naturaleza pueda contarse, o que presente un elemento estadístico al cual un sociólogo, procediendo al modo de un ingeniero, pudiera hacer en sus cálculos (MARCEL 1967: 163).

Esta objetivación, es el gran peligro contra el que lucha Marcel en sus escritos, es que la idea del progreso ha ido tan lejos, que quienes no quieren contribuir en su desarrollo, son vistos como revolucionarios o subversivos.

Estos peligros, nos dirá Marcel, se dan cuando el científico, descuida el fin de su investigación y la razón es tal vez porque es posible que su mente se halle tan concentrada en los medios, que no cesa de perfeccionar, que llega a perder incluso de vista la posibilidad de aprehender un fin, que puede expresarse en el lenguaje de los medios (Confr. MARCEL 1967: 142).

Parece ser que, en efecto, cuanto más tienden las ciencias a especializarse, más difícil resulta encontrar un paso entre ellas y la especie de conocimiento intuitivo y quizá con ciertos aspectos bastante próximos al arte, al arte de vivir, que aun merecería el venerable nombre de sabiduría (MARCEL 1967: 126).

Con todo esto, lo que Marcel dirá, es que sólo los Estados suficientemente ricos como para financiar gigantescos laboratorios en los que se elabora los avances tecnológicos, se ven arrastrados inevitablemente a exigir que esas investigaciones se orienten hacia todo lo que pueda hacer crecer su potencia en los conflictos que vendrán (Confr. MARCEL 2001: 68).

Nos referimos concretamente a la creación de armas de destrucción masiva y sobre este punto dirá Marcel:

En este plano, nada, absolutamente nada queda garantizado. He dicho a menudo en tiempos pasados que las técnicas corren el riesgo convertirse en peligrosas a partir del momento en que ya no se las pone al servicio de fines metatécnicos; y es de temer que la ciencia, sin negar dichos fines, llegue a ser caso omiso de ellos (MARCEL 1967: 140).

Se pude puede evidenciar con claridad que las técnicas y la ciencia cuando no son bien usadas, no ayudan al hombre a ser más humano, más por el contrario hacen que se pierda el horizonte de la vida.

1.3.5 PERDIDA DEL SENTIDO DE LA VIDA

Debemos percatarnos que cuando Marcel esboza algunas de estas ideas, allá por los años 1930 al 1933, Europa había padecido la Primera Guerra y el concepto del eterno progreso hizo quiebra y terminó convirtiéndose en un mito: el mito del eterno progreso, dramáticamente el hombre comprobó entonces que su inicial optimismo por el progreso técnico, y la ciencia, acabó mostrándole la espalda, puesto que su orgullo fue precisamente su autodestrucción. (Confr. MARCEL 1987: 29). Destrucción que adquirió incluso la forma de suicidio.

El suicidio, puede considerarse tal vez el mejor ejemplo de que un hombre ya no encuentra sentido a su vida, es por eso que se le presenta el suicidio como su única salida.

Ahora nos preguntamos ¿cuál es la razón de esta pérdida de sentido de la vida? Algunas causas de esta posible pérdida del sentido la encuentra Marcel:

Durante estos últimos años entre seres que literalmente no creen ya en nada y quiero decir con ello sobre todo que no están vinculados a nada salvo al dinero -y esto en el preciso momento en que el dinero se vuelve manifiestamente imaginario-, se explica, en la más amplia medida, por las condiciones inhumanas a las que estos hombres han sido sometidos durante dos guerras, condiciones estas que hicieron sentir en la familia (MARCEL 2001: 139).

Se ha producido, en una escala sin precedentes una experiencia masiva de destrucción, las condiciones de estas destrucciones son devastadoras y en esas condiciones, a menos que alguno se adhiera a alguna religión positiva, el individuo de hoy ¿a qué podrá agarrarse y en que podrá poner la propia esperanza?

1.4 EL MAL EN EL MUNDO

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En primer lugar, debemos ver cómo Marcel define el mal, nos dice: “no se puede ni explicar ni justificar el mal y el sufrimiento (PARAIN 1969: 97).

En este sentido depende de un acto de reflexión esencialmente libre. Nosotros podemos negarnos a reconocerlo o crearlo, pero no se le puede conferir al mal en general algún significado, el mal no puede más que ser vivido, como se vive un dolor personal (PARAIN 1969: 97).

Entonces al hablar del problema del mal, Marcel nos dirá que el mal en sí mismo no se puede explicar, sólo se le puede conferir algún significado al mal propio, o al pecado propio, negándolo o reconociéndolo; en este punto Marcel nos recalcará que es necesario reconocer que el mal no está solamente ante nuestros ojos, estamos implicados con él, está con cada uno de nosotros (Confr. PARAIN 1969: 97).

Así Marcel nos dirá que el mal “En el fondo es el acto de encerrarse en uno mismo, o detonarse por centro” (PARAIN 1969: 97).

El pecado no se identifica con la objetivación, sino solamente a la negativa a luchar contra las formas de objetivación que hacen que la voluntad por tanto, reside en la trasformación de la objetivación en esclavitud, o, para decirlo con una palabra de moda alienación (PARAIN 1969: 91-92).

Cuando se trata de objetivar al hombre, parece que, no es otra cosa que ganarle al ser y parece imposible ejercer la violencia sobre un ser al que se cree único y sagrado.

Es así que podemos hablar de violencia cuando se identifica a una víctima como a un objeto entre otros y de esto hemos visto muchos ejemplos, como ser: no es más que una bestia, un alemán, un judío, etc. Fórmulas que autorizan todas las faltas de respeto contra las personas, catalogándolas como un objeto.

Nos encontramos aquí ante un pecado visto como orgullo y en el fondo como una rebeldía por no reconocer al ser en una persona. De esta manera, el mal se presenta pues, como algo contrario a esa piedad espontánea ante el ser y ante la vida que puede experimentar un hombre, apartándolo de toda confesión religiosa.

La razón de este orgullo nos dirá Marcel, que indudablemente se debe al espíritu de abstracción que reina en el mundo, contra el que Gabriel Marcel lucha frecuentemente y cuyas consecuencias hemos visto que son las de reducir a los hombres al estado de masa, lo cual los hace más vulnerables a nuevas violencias, en contra de su dignidad (Confr. PARAIN 1969: 91).

Vemos con bastante claridad que Marcel liga el mal con la objetivación que se hace del hombre, es decir tomar al hombre como si fuera un objeto, o definirlo como a un objeto, por medio de sus funciones.

El mal, al nivel de la voluntad, consiste pues, en complacernos en el movimiento de objetivación que nos aleja del ser, en complacemos nuestros límites; es decir, tiene por fuente el orgullo. En este sentido, el mal y el pecado son justamente “el hecho de una rebelión de nuestra naturaleza contra el Creador”, rebelión alentada en el siglo XX por el poderío de las técnicas (PARAIN 1969: 90).

Las técnicas, como ya se señaló, con anticipación, son una característica de este mundo en crisis, pero se debe anotar, que según Gabriel Marcel, lo que al principio, parecía indiferente al valor, puede transformarse en una técnica de pecado, en una técnica al servicio total del pecado (Confr. MARCEL 2001: 77).

Ya hemos visto cuales son las consecuencias, señaladas por Marcel, de un materialismo sistemático, producido por una confianza en las técnicas, que resaltan a los ojos, y una de ellas es “la reducción a la condición de esclavos de multitudes de seres humanos a los que prácticamente se les ha negado la calidad de seres" (MARCEL 2001: 78). Estos hechos nos han acercado a la barbarie más terrible, una barbarie que apoyada en la razón hace que el mundo haya recorrido muchas etapas.

Como señala Marcel:

la técnica sería enteramente beneficiosa si se mantuviera al servicio de una actividad espiritual orientada a fines superiores, en el ámbito internacional, la técnica se podría considerar como un don inestimable si se empleara en beneficio de una humanidad unificada o, más exactamente concertante. Pero desde el momento en que esto no se ha realizado ni en el plano individual ni en el de las grandes colectividades humanas, se vuelve por completo manifiesto, por el contrario, que la técnica está llamada a mudarse en maldición. (MARCEL 2001: 56).

En esta perspectiva, el gran peligro de las técnicas es atribuir a sus éxitos un valor intrínseco que en modo alguno le pertenece y se podría decir que el progreso técnico expone al hombre al peligro de la idolatría y como resultado de hacer a un lado al ser y no mantener con ese ser los vínculos vitales, hacer que el hombre no crea en nada y no dependa de nada, en otras palabras, el hombre sin vínculos y esta existencia, dirá Marcel, no es pensable, es más, es imposible (Confr. MARCEL 2001: 57).

Y ¿cuál es el tejido de un hombre que no cree en nada? ¿Qué le presta atención? La respuesta es sencilla, en sí mismo.

Vemos que a causa de este pecado de soberbia el hombre ha vivido los abusos y horrores que le han ido generalizando.

Los mismos incrédulos han ido adquiriendo progresivamente conciencia del índice de pecado que influye sobre semejantes monstruosidades (MARCEL 2001: 67). Pero ante esto surge la cuestión de: ¿no es pecado esencialmente la rebelión de la criatura contra su creador? No hay nadie que no se indigne o que se atreva a reconocer su indiferencia ante los innumerables atentados cuyas víctimas durante la guerra han sido inocentes.

Entonces, se abre una cuestionante sobre las filosofías: “que pretenden exaltar al solo hombre son precisamente las que, de hecho, lo deshumanizan más profundamente, pues al desconectarlo de toda trascendencia y de todo misterio, lo reducen a una suma de necesidades por satisfacer, para permitirle ejercer una función en una sociedad” (PARAIN 1969: 93).

En un mundo en el que se ha perdido el sentido de lo trascendente y solo queda reconocer un funcionamiento de voluntad de poder que aparece bajo aspectos anormales, siendo que estos aspectos mismos presentan caracteres ideológicos opuestos.

La guerra en formas modernas, nos dirá Marcel,

Es un cataclismo que no puede comportar ninguna contrapartida positiva apreciable, salvo quizás -y acaso no sea una apariencia- donde se trate de pura agresión dirigida contra un adversario desarmado; pero, en ese caso, la guerra deja de ser guerra para degenerar en una operación de vandalismo puro y duro que, por lo demás, se intentara camuflar de expedición de castigo: los inagotables recursos de la propaganda. (MARCEL 2001: 117).

La consecuencia de la guerra resulta el primer término como un rehusarse a la reflexión y al mismo tiempo a imaginar, pues entre reflexión e imaginación hay un lazo mucho más estrecho de lo que comúnmente se admite. Lo más cercano a esta falta de reflexión es que haya hombres que tomen la iniciativa de una nueva guerra cuando aún no se han levantado las ruinas amontonadas por la precedente, y cuando los acontecimientos han mostrado de una manera tan perentoria que la guerra no compensa (Confr. MARCEL 1964: 40).

En general, el hecho de no reflexionar, que es origen de un número tan grande de males contemporáneos, está ligado a los compromisos que el deseo, y especialmente el temor, produce en los hombres…. Al deseo y al temor habría que agregar la vanidad en todas las formas (MARCEL 1964: 41).

Con todo esto si se opta por rechazar la reflexión “ante nosotros se abre la posibilidad de una catástrofe que amenaza con la desaparición de todo cuanto le da a la vida su valor y su justificación” (MARCEL 2001: 171).

Así se produce como efecto de todo esto un fenómeno que Marcel llamara de fatiga y toda acción que quiera ocultar estos hechos es un engaño, por ejemplo las divisiones, éstas no pueden bastar de ninguna manera, más bien todo lo que hacen producir lo contrario, porque no están imantadas por un principio superior y así las distracciones actuales se transforman en la dirección de desesperanza y de muerte (Confr. MARCEL 2001: 143).

Es por eso que el filósofo, dirá Marcel:

Puede verse conducido a preguntarse si nos encaminamos hacia el final de la historia, y si la bomba atómica no es como el símbolo real de la tendencia que empuja a nuestra especie a la autodestrucción (MARCEL 2001: 168).

El pesimismo en el mundo nos parece un claro ejemplo, en el que hay que considerar el hecho tan grave y tan significativo como es el aborto, como una consecuencia de la confianza en las técnicas, y la superioridad humana en un mundo absurdo (Confr. MARCEL 2001: 54).

En un mundo donde la dignidad de la persona es pisoteada constantemente, nace la iniciativa como un aliciente de cierta esperanza, que surja la necesidad de rehusarnos a admitir la asimilación del hombre con la máquina y así rescatarlo del abismo en que se encuentra prisionero y de la cual no encuentra muchas veces la salida.

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