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Iliada


Enviado por   •  4 de Enero de 2013  •  Trabajos  •  2.169 Palabras (9 Páginas)  •  402 Visitas

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ILÍADA

HOMERO

CANTO I

La historia comienza cerca de Troya, donde el ejército Griego ha obtenido un botín de guerra. El rey de los hombres Agamenón humilla amargamente a un augur de Apolo al rechazar un cuantioso rescate por Crisa, la hija de este. Es por ello que el augur suplica a Apolo para que los griegos paguen por sus lágrimas. El hijo de Zeus escucha a su siervo y manda la peste y una lluvia de flechas de plata sobre estos. Los grandes reyes de Grecia se reúnen con motivo de las penurias que padecen para poner fin a este problema. Aquiles, el de los pies veloces, convence al grupo para que consulten con un sabio para saber por qué Apolo les manda estas maldiciones. Este sabio, bajo la protección de Aquiles les explica que el motivo de la furia de la divinidad es el rapto de Crisa por parte de Agamenón. Después de un durísimo enfrentamiento verbal entre Aquiles y el rey de hombres, y gracias a la intervención de Néstor, Agamenón decide devolver a Crisa a su padre a cambio de Briseida, botín de guerra obtenido por Aquiles en una anterior campaña. A regañadientes y gracias a la intervención de Atenea, Aquiles cede a Briseida. Así es como Crisa es conducida por Ulises hacía alta mar y devuelta a su padre. El augur es entonces cuando le pide a Febo Apolo que retire la maldición que somete a los griegos, aceptando de buen grado Apolo tras comprobar cómo se ofrecen sacrificios en su honor .Sin embargo, el hijo de Peleo lamenta amargamente esta humillación y le pide a su madre, la diosa Tetis que interceda por él ante el rey del Olimpo para que los troyanos infrinjan una dura derrota a las huestes de Agamenón y estos le rindan pleitesía a Aquiles para que este vuelva con ellos y sus mirmidones al combate. Tras una discusión entre Hera y Zeus, este último decide satisfacer a Tetis y favorecer a los troyanos.

CANTO II

Durante el transcurso de la noche, el rey del Olimpo envía un sueño engañoso hasta el lecho de Agamenón. En el sueño, el rey de los hombres contempla como un anciano semejante a Néstor le induce a atacar Troya, la de los altos muros, al día siguiente para cosechar la gran ansiada victoria sobre Príamo. Al amanecer, Agamenón convoca en el ágora al resto de reyes de Grecia y les comunica su visión. Todos los presentes creen al gran rey y disuelven la asamblea prestos al combate. Es entonces cuando Agamenón reúne todo su ejército y les arenga para la batalla, citando todas y cada una de las regiones de los guerreros que componen su ejército y los caudillos que lideran estos grupos. Mientras en Troya reciben noticias de los dioses y precavidos se preparan para la inminente batalla, armando y formando su ejército fuera de los muros de su ciudad al frente del príncipe Héctor, el asesino de hombres.

CANTO III

Los dos ejércitos se encontraron frente a frente en las llanuras de Troya. Es en ese momento cuando Alejandro (Paris), al frente de una de las escuadras del ejército troyano, cruza su mirada y reconoce al rubio Menelao, grato a Ares. Ambos sostienen las miradas, pero el divino Alejandro avergonzado se refugia dentro de la formación de sus hombres, hecho que no paso desapercibido para su hermano Héctor, quién le reprocho, además de su comportamiento, el hecho de haber ultrajado a Menelao al escapar de Lacedemonia (Esparta) con la bella Helena. Alejandro acepta la reprimenda y le sugiere a su hermano mayor que le deje probar su valor y hombría al enfrentarse él solo contra Menelao. Estas palabras llenaron de gozo a Héctor, quién detuvo a su ejército y cito a todos las palabras del príncipe Alejandro. Los aqueos, por su parte, también detuvieron su ejército y Menelao acepto de buen grado la propuesta de los troyanos. Ambos guerreros pelearan a muerte y el vencedor recibirá a Helena y sus riquezas, quedando los troyanos en su ciudad y los aqueos volverán a Argos, aceptando ambos una alianza inviolable. El combate comenzó y ambos contendientes pelearon con lanza y espadas, decantándose rápidamente el enfrentamiento a favor del rubio Menelao. Sin embargo, gracias a la actuación divina de Afrodita, Alejandro pudo salvar la vida y fue transportado por una nube hasta el lecho nupcial en sus aposentos. Acto seguido, la diosa instó a Helena a reunirse con el joven y ambos se acostaron y amaron. Mientras, en el frente de batalla, nadie podía saber donde se encontraba el joven príncipe troyano, por lo que el rey Agamenón alzo su voz y pidió la victoria para su hermano Menelao y el pago de indemnizaciones de guerra por parte de Príamo y sus herederos.

CANTO IV

Los dioses del Olimpo contemplan la disputa de los hombres en la llanura de Troya, decidiendo Zeus que la disputa se prolongue. Así pues, Atenea desciende desde lo alto del monte y se pone al frente del ejército troyano y les arenga para la batalla. Logra convencer a un arquero para que con su flecha acabe con Menelao y rompa el pacto y los juramentos previamente establecidos. Sin embargo, los dioses no se olvidan de Menelao y la propia Palas Atenea desvía la flecha que finalmente impacta sobre el rubio Menelao sin ocasionarle ninguna herida grave. Agamenón ve esto como un acto sacrílego de los troyanos, por lo que una vez retirado su hermano del campo de batalla, para su posterior atención medica, el rey de los hombres lanza su ejército al ataque. Una cruenta batalla tiene lugar entre ambos bandos, intercambiando los dos ejércitos heridos y muertos, sin que la balanza se vuelque a favor de ninguno de los dos ejércitos.

CANTO V

Los combates se suceden, las matanzas se prolongan. Es en ese momento, cuando los dioses deciden intervenir. Palas Atenea, con su voz halada, anima a Diomedes a destruir la formación de los troyanos, este con el valor que insuflan los dioses se lanza al combate, matando una gran cantidad de valientes guerreros. Pero, es detenido por una flecha que le hiere de muerte en uno de sus hombros. Dicha flecha fue disparada por Pándaro. Sin embargo, los dioses olímpicos no permitieron que Diomedes muriera, así que Palas Atenea, la de los ojos claros, lleno de vitalidad el cuerpo del herido y le insuflo el valor de los dioses. Con

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