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La Tolerancia

samuelsahagun6 de Noviembre de 2012

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La Tolerancia y la búsqueda en común de la verdad

Para lograr una forma de unidad valiosa con las personas y los pueblos se requiere clarificar el concepto de tolerancia y descubrir su carácter eminentemente positivo, enriquecedor de la personalidad humana. Esta tarea es fácilmente realizable si amamos la verdad incondicionalmente y reconocemos nuestra vocación de seres llamados al encuentro por nuestra propia realidad.

Por Alfonso López Quintás (*)

Aproximación a la idea de tolerancia e intolerancia

En una mesa redonda celebrada hace algún tiempo en Madrid, destaqué la necesidad de descubrir el ideal auténtico de nuestra vida y optar decididamente por él en todas nuestras elecciones. Uno de mis colegas levantó la voz para advertirme, con no disimulada acritud, que perseguir en la vida "grandes ideales" trae consecuencias devastadoras para la sociedad, como quedó de manifiesto en los atroces "doce años" del Nacionalsocialismo alemán. Intenté hacerle ver que "la corrupción de lo óptimo es lo peor que hay", como decían los romanos, y un ideal equivocado puede provocar hecatombes, ciertamente, pero ello no nos autoriza en modo alguno a dejar de orientar la vida hacia el valor más alto. Fue en vano. Se irritó todavía más porque entendía el vocablo "ideal" de forma borrosa, ensoñadora, a modo de meta utópica que uno desea conseguir de forma exaltada e irracional.

Este explosivo colega ¿mostró una actitud tolerante? Si fuera de verdad tolerante, se hubiera detenido un momento a pensar si su concepto de ideal no era demasiado restringido para poder coordinarse con el mío. La angostura y la pobreza de nuestros conceptos nos impiden a menudo ser flexibles en el diálogo y comprensivos con el parecer de los demás.

Figúrate que, para ti, libertad significa poder optar en cada momento por cualquiera de las posibilidades que se te ofrecen; y yo, en cambio, estimo que esta forma de libertad es sólo una condición para ser verdaderamente libre, pues la auténtica libertad consiste en ser capaz de distanciarse de los propios intereses y optar en virtud, no de las propias apetencias, sino del deseo de realizar en la vida el ideal auténtico de nuestro ser de personas. Esta opinión mía contradice la tuya. Si no te esfuerzas en descubrir lo que pueda tener de razonable mi posición y te limitas a sostener la tuya con creciente firmeza, y a decir tal vez que yo opino de esa forma por influencias de tipo religioso, más bien arcaicas y opuestas a la forma moderna de pensar, ¿eres una persona tolerante? Antes de responder, compara tu reacción con la de otra persona que, en una situación afín, me pide que le explique la razón por la que vinculo tan estrechamente la libertad y el ideal. Esta persona, en principio, cree estar en lo cierto, pero, ante mi oposición, no se cierra en sus convicciones; se abre a la posibilidad de que yo tenga razón, al menos en parte, y desea mejorar sus conocimientos merced a los míos. Es posible que mi explicación no le convenza y siga fiel a su posición. Aun suponiendo que él esté equivocado, ¿podríamos calificarlo de intolerante? De ningún modo, pues su fidelidad no equivale a terquedad, a voluntad de aferrarse a una idea sin dar razón de ella y sin querer tomar partido frente a otras. Él escucha otras opiniones, pero sigue pensando que éstas no superan a la suya en acercamiento a la verdad. Es tolerante.

Con frecuencia, en los debates públicos hay quienes acusan de intolerantes a quienes consideran injustificables sus ideas o actitudes. "Tú eres dueño de sostener las ideas que desees, pero no intentes imponerlas a los demás". "La Iglesia católica puede pensar en su fuero interno que la práctica del aborto es injusta. Nadie la obliga a cambiar de opinión y de actitud. Pero es una demasía por su parte pretender convertir en exigencia pública lo que es una mera convicción o creencia privada". Frases de este tipo son dichas a menudo como algo consabido e incuestionable. A todo el que muestra entusiasmo en la defensa de una convicción se le reprocha que pretende imponerla a otros, de forma intolerante. ¿De verdad esa defensa entusiasta y fundamentada de una idea es una imposición? Obviamente, no. Sentir entusiasmo por algo significa que uno se ve muy enriquecido por ello y desea conservarlo como una fuente de plenitud y felicidad. Defenderlo no significa imponerlo, sino querer vivirlo y compartirlo con otras personas. Ese deseo no tiene carácter coactivo, sino participativo. Un valor no se impone nunca; atrae. El que participa de algo valioso tiende por ley natural a sugerir a otros que se acerquen al área de imantación de tal valor. El resto lo hace el valor mismo, que acaba atrayéndolos si tienen la sensibilidad adecuada.

El que se entusiasma con algo que juzga valioso y lo defiende tenazmente está dispuesto sin duda a cambiar de opinión si alguien le convence con razones de que se trata de una ilusión falsa. Entusiasmarse no equivale a exaltarse. Si pienso que la vida humana merece un respeto incondicional, de forma que cualquier problema que sea suscitado por la vida naciente ha de ser resuelto sin poner en juego dicha vida, y manifiesto esa convicción en privado o en público, no soy intolerante con quienes opinen de otro modo. Convénceme de que, ante cualquier problema o dificultad que cause un embarazo, es lícito anular el proceso vital que está en marcha, y puedes estar seguro de que defenderé en adelante tu posición con el mismo vigor con que antes defendía la mía.

Es posible que, al argumentar yo de esta manera, me digas que mi decisión de mantener mi postura antiabortista hace imposible el entendimiento con quienes reclaman una libertad absoluta de decisión para las mujeres, y ese enfrentamiento imposibilita la paz social. Me pides, en consecuencia, que sea "tolerante" con una ley permisiva del aborto en ciertos casos y en determinadas fases del desarrollo del feto. Contéstame a esta pregunta: ¿Sería yo tolerante si no expresara mi opinión? La tolerancia se reduciría, en tal caso, a una blanda permisividad, carente de vigor personal. Pero ¿es tolerable semejante empobrecimiento del término tolerancia? Evidentemente no, pues está inspirado en una actitud reduccionista que nos empobrece a todos.

Tal vez rearguyas diciendo que debemos aceptar a los demás, no tomar nuestra opinión como la única válida, respetar el pluralismo de ideas y posiciones, contentarnos con el cumplimiento de unos "mínimos éticos" que hagan posible una convivencia sin grandes traumas. Esta propuesta tuya la acepto en buena medida, pero, si la estudiamos a fondo, descubriremos que exige mucho más de lo que suele pensarse, de modo que unos "mínimos éticos" no son suficientes para garantizar una verdadera tolerancia. Veámoslo en pormenor.

Distintas formas de tolerancia*********************************

Para proceder con rigor, debemos distinguir diversas formas de tolerancia y precisar el sentido y calidad de cada una de ellas.

1. En el plano fisiológico, se emplea el verbo tolerar para indicar que se soporta un dolor o una incomodidad. Tolerar se reduce aquí a aguantar.

2. En el plano del trato personal caben varias formas de tolerancia. Pensemos en la relación de un padre con un hijo suyo que pasa las noches fuera de casa y llega de madrugada al hogar. El padre lo tolera, transige. Podría oponerse, si se trata de un hijo menor de edad, mas prefiere no hacerlo. Los motivos para ello pueden ser diferentes, y de tal diferencia pende la calidad de esa actitud tolerante.

- Tal vez tolere la costumbre del hijo para evitar males mayores y procure llegar a un acuerdo con él merced a una solución intermedia. Pero supongamos que el hijo no está dispuesto a la menor transacción. El intolerante es entonces el hijo. Si alguien le afea su conducta, indicándole que sus padres pasan las noches en vela debido a la preocupación, quizá conteste que "ése es su problema", el problema de sus padres. No busca el entendimiento con ellos, ajustándose a una conducta que esté justificada, que se ajuste a la comunidad de la familia, e incluso a sus propios bioritmos. Negarse de esa forma a buscar lo que es justo, porque responde a las condiciones de uno mismo y de los demás, es un rasgo de intolerancia.

- Es posible que el padre tolere la conducta del hijo porque confía en él, en su capacidad de evitar ocasiones de especial peligro. Ser tolerante significa aquí flexibilidad para acomodarse a un modo de proceder que es inadecuado pero no plantea demasiados problemas y resulta tolerable.

- Puede ser que el padre acepte esa conducta del hijo porque desea que éste "viva a tope" su juventud. La tolerancia cobra entonces un sentido de colaboración activa, en casos difícilmente justificable.

- Cabe también pensar que el padre se inhibe ante la conducta de su hijo, por extraña que resulte a sus costumbres, por adoptar una actitud "progresista", en el sentido de opuesta al orden establecido, a cauces y normas de tipo ético. Conducirse de forma tolerante implica, en este caso, nadar a favor de ciertas corrientes actuales, sin preocuparse de precisar si éstas responden a las exigencias más profundas del ser humano.

La calidad de cada una de estas formas de tolerancia es bien distinta y merece ser objeto de un análisis detenido, que aquí no podemos realizar.

3. En el plano de las ideas y opiniones ¿podemos decir en serio que, para ser tolerante, debemos aceptar todas las opiniones que puedan verterse en un debate? Suele considerarse como algo obvio e incontrovertible hoy día que "toda opinión es digna de respeto", y se tacha de intolerante a quien afirme que no

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