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La Tolerancia


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2012  •  7.670 Palabras (31 Páginas)  •  263 Visitas

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La Tolerancia y la búsqueda en común de la verdad

Para lograr una forma de unidad valiosa con las personas y los pueblos se requiere clarificar el concepto de tolerancia y descubrir su carácter eminentemente positivo, enriquecedor de la personalidad humana. Esta tarea es fácilmente realizable si amamos la verdad incondicionalmente y reconocemos nuestra vocación de seres llamados al encuentro por nuestra propia realidad.

Por Alfonso López Quintás (*)

Aproximación a la idea de tolerancia e intolerancia

En una mesa redonda celebrada hace algún tiempo en Madrid, destaqué la necesidad de descubrir el ideal auténtico de nuestra vida y optar decididamente por él en todas nuestras elecciones. Uno de mis colegas levantó la voz para advertirme, con no disimulada acritud, que perseguir en la vida "grandes ideales" trae consecuencias devastadoras para la sociedad, como quedó de manifiesto en los atroces "doce años" del Nacionalsocialismo alemán. Intenté hacerle ver que "la corrupción de lo óptimo es lo peor que hay", como decían los romanos, y un ideal equivocado puede provocar hecatombes, ciertamente, pero ello no nos autoriza en modo alguno a dejar de orientar la vida hacia el valor más alto. Fue en vano. Se irritó todavía más porque entendía el vocablo "ideal" de forma borrosa, ensoñadora, a modo de meta utópica que uno desea conseguir de forma exaltada e irracional.

Este explosivo colega ¿mostró una actitud tolerante? Si fuera de verdad tolerante, se hubiera detenido un momento a pensar si su concepto de ideal no era demasiado restringido para poder coordinarse con el mío. La angostura y la pobreza de nuestros conceptos nos impiden a menudo ser flexibles en el diálogo y comprensivos con el parecer de los demás.

Figúrate que, para ti, libertad significa poder optar en cada momento por cualquiera de las posibilidades que se te ofrecen; y yo, en cambio, estimo que esta forma de libertad es sólo una condición para ser verdaderamente libre, pues la auténtica libertad consiste en ser capaz de distanciarse de los propios intereses y optar en virtud, no de las propias apetencias, sino del deseo de realizar en la vida el ideal auténtico de nuestro ser de personas. Esta opinión mía contradice la tuya. Si no te esfuerzas en descubrir lo que pueda tener de razonable mi posición y te limitas a sostener la tuya con creciente firmeza, y a decir tal vez que yo opino de esa forma por influencias de tipo religioso, más bien arcaicas y opuestas a la forma moderna de pensar, ¿eres una persona tolerante? Antes de responder, compara tu reacción con la de otra persona que, en una situación afín, me pide que le explique la razón por la que vinculo tan estrechamente la libertad y el ideal. Esta persona, en principio, cree estar en lo cierto, pero, ante mi oposición, no se cierra en sus convicciones; se abre a la posibilidad de que yo tenga razón, al menos en parte, y desea mejorar sus conocimientos merced a los míos. Es posible que mi explicación no le convenza y siga fiel a su posición. Aun suponiendo que él esté equivocado, ¿podríamos calificarlo de intolerante? De ningún modo, pues su fidelidad no equivale a terquedad, a voluntad de aferrarse a una idea sin dar razón de ella y sin querer tomar partido frente a otras. Él escucha otras opiniones, pero sigue pensando que éstas no superan a la suya en acercamiento a la verdad. Es tolerante.

Con frecuencia, en los debates públicos hay quienes acusan de intolerantes a quienes consideran injustificables sus ideas o actitudes. "Tú eres dueño de sostener las ideas que desees, pero no intentes imponerlas a los demás". "La Iglesia católica puede pensar en su fuero interno que la práctica del aborto es injusta. Nadie la obliga a cambiar de opinión y de actitud. Pero es una demasía por su parte pretender convertir en exigencia pública lo que es una mera convicción o creencia privada". Frases de este tipo son dichas a menudo como algo consabido e incuestionable. A todo el que muestra entusiasmo en la defensa de una convicción se le reprocha que pretende imponerla a otros, de forma intolerante. ¿De verdad esa defensa entusiasta y fundamentada de una idea es una imposición? Obviamente, no. Sentir entusiasmo por algo significa que uno se ve muy enriquecido por ello y desea conservarlo como una fuente de plenitud y felicidad. Defenderlo no significa imponerlo, sino querer vivirlo y compartirlo con otras personas. Ese deseo no tiene carácter coactivo, sino participativo. Un valor no se impone nunca; atrae. El que participa de algo valioso tiende por ley natural a sugerir a otros que se acerquen al área de imantación de tal valor. El resto lo hace el valor mismo, que acaba atrayéndolos si tienen la sensibilidad adecuada.

El que se entusiasma con algo que juzga valioso y lo defiende tenazmente está dispuesto sin duda a cambiar de opinión si alguien le convence con razones de que se trata de una ilusión falsa. Entusiasmarse no equivale a exaltarse. Si pienso que la vida humana merece un respeto incondicional, de forma que cualquier problema que sea suscitado por la vida naciente ha de ser resuelto sin poner en juego dicha vida, y manifiesto esa convicción en privado o en público, no soy intolerante con quienes opinen de otro modo. Convénceme de que, ante cualquier problema o dificultad que cause un embarazo, es lícito anular el proceso vital que está en marcha, y puedes estar seguro de que defenderé en adelante tu posición con el mismo vigor con que antes defendía la mía.

Es posible que, al argumentar yo de esta manera, me digas que mi decisión de mantener mi postura antiabortista hace imposible el entendimiento con quienes reclaman una libertad absoluta de decisión para las mujeres, y ese enfrentamiento imposibilita la paz social. Me pides, en consecuencia, que sea "tolerante" con una ley permisiva del aborto en ciertos casos y en determinadas fases del desarrollo del feto. Contéstame a esta pregunta: ¿Sería yo tolerante si no expresara mi opinión? La tolerancia se reduciría, en tal caso, a una blanda permisividad, carente de vigor personal. Pero ¿es tolerable semejante empobrecimiento del término tolerancia? Evidentemente no, pues está inspirado en una actitud reduccionista que nos empobrece a todos.

Tal vez rearguyas diciendo que debemos aceptar a los demás, no tomar nuestra opinión como la única válida, respetar el pluralismo de ideas y posiciones, contentarnos con el cumplimiento de unos "mínimos éticos" que hagan posible una convivencia sin grandes traumas. Esta propuesta tuya la acepto en buena medida, pero, si la estudiamos a fondo, descubriremos que exige mucho más de lo que suele pensarse, de modo que unos "mínimos

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