La experiencia como fuente de las ideas para David Hume: Análisis, crítica, reflexión y juicio personal

La experiencia como fuente de las ideas para David Hume: Análisis, crítica, reflexión y juicio personal

María Camila Páez Quiroga1

Universidad el Bosque

En el presente ensayo se abordará la investigación sobre el conocimiento humano de David Hume en confrontación con críticas hacia argumentos generales del empirismo. Primero, se dará lugar a la pregunta acerca de los procesos que ocurren en la mente al momento de conocer. Segundo, se hará una descripción de los argumentos de David Hume acerca del origen de las ideas, la asociación de las mismas y sus dudas escépticas a cerca de las operaciones del entendimiento. En contraste, se presentarán las críticas de Donald Davidson acerca del empirismo. Por último, se presentará una reflexión de la Psicología en relación con el empirismo, una postura de juicio personal y una conclusión objetiva que agrupe el tema trabajado.

Para Hume (1988), incluso el pensamiento más intenso es inferior a la sensación más débil. Al reflexionar sobre sentimientos e impresiones pasadas, el pensamiento es un espejo fiel que reproduce los objetos verazmente; sin embargo, los colores son tenues en comparación con aquellos que se presentaron en la percepción original. Entonces ¿cuál es el origen de las ideas y cuáles son los procesos a nivel cognoscitivo que ocurren en la mente al momento de conocer?

Con esta idea, Hume (1988) hace una distinción de las percepciones de la mente dividiéndolas entre impresiones y pensamientos o ideas que se distinguen entre sí por sus diferentes grados de vivacidad. Las impresiones son las percepciones más intensas y con más vivacidad que hacen referencia a cuando vemos, tocamos, sentimos, deseamos, etc., y los pensamientos o ideas son las de menor fuerza y se refieren a la reflexión consciente sobre sensaciones y movimientos. De esta manera, todo conocimiento o idea tiene origen en las impresiones o percepciones del espíritu, las cuales son el primer dato que recibe la consciencia, dando lugar a una comunicación sujeto-objeto que produce sensaciones y movimientos y en donde el poder del pensamiento no es más que la habilidad de mezclar, transportar, aumentar o disminuir los materiales suministrados por los sentidos, la experiencia y las percepciones. En otras palabras, toda idea es copia de impresiones o percepciones intensas.

Así mismo, para Hume (1988) es obvio que muchos procesos de la mente dependen de la asociación entre pensamientos o ideas y que, para ello, existen principios de conexión, en donde unos pensamientos introducen a otros en un orden y regularidad al presentarse en la memoria. Tales principios son el de semejanza, el de contigüidad en el tiempo o el espacio y el de causa y efecto, siendo éste último el más usual, ya que el conocimiento de las causas no sólo es el más satisfactorio (su conexión es la más fuerte de todas), sino el más instructivo porque tan sólo por ese conocimiento se pueden controlar acontecimientos y gobernar el futuro. Pero la mente nunca puede encontrar el efecto en la causa, pues el efecto es totalmente distinto. Dichos principios son universales y unen las ideas simples comprendidas en las ideas complejas.

Por otro lado, Hume (1988) afirma que todos los objetos de la razón e investigación humana se dividen naturalmente en dos grupos; las relaciones de ideas y las cuestiones de hecho. Las relaciones de ideas son las pertenecientes a toda afirmación o proposición que es intuitiva o demostrativamente cierta y que pueden descubrirse por la mera operación del pensamiento de manera independiente a lo que existe en el universo. En las cuestiones de hecho, ni la evidencia humana, por muy grande que sea, es de la misma naturaleza que la precedente. Todos los razonamientos acerca de las cuestiones de hecho parecen fundarse en la relación de causa y efecto y se supone, de manera constante, que hay una conexión entre el hecho presente y lo que se infiere de él. El conocimiento de esta naturaleza no se alcanza mediante un razonamiento a priori, sino que surge de la experiencia y sin ésta, la razón no puede sacar inferencia alguna de la existencia real y de las cuestiones de hecho.

Finalmente, según Hume (1988) y sus dudas escépticas acerca de las operaciones del entendimiento, la naturaleza nos ha distanciado de sus más profundos secretos ocultándonos sus poderes y principios (de los que depende el influjo de los objetos) y sólo ha proporcionado el conocimiento de cualidades superficiales. Nuestros sentidos nos proporcionan una idea del movimiento de los objetos, pero no podemos formarnos ni la más mínima idea de la fuerza o poder que mantiene un cuerpo indefinidamente en movimiento. La inferencia es realizada por medio de una cadena de razonamientos y la conexión entre dos proposiciones no es intuitiva, pues se necesita de mediación si verdaderamente se alcanza por razonamiento y argumentación. Hume, con esta idea, hace una división del razonamiento, entre el demostrativo (concerniente a las relaciones de ideas) y el moral (referente a las cuestiones de hecho y existenciales) y dice que lo que es inteligible y puede concebirse no implica contradicción alguna y jamás puede probarse su falsedad por argumento demostrativo o razonamiento abstracto a priori. Además, los argumentos de origen empirista o que conciernen a cuestiones de hecho y existencia real,  tienen que ser probables.

En contraste a los fundamentos empiristas de Hume, Davidson (como se citó en Coll, 2008) afirma que el requerimiento de intermediarios epistemológicos entre el sujeto-objeto tiene consecuencias nefastas, ya que impide que el mundo externo constituya el verdadero contenido de los pensamientos y hace un llamado continuo al escepticismo. Si no se niegan posiciones empiristas que aceptan la existencia de intermediarios mentales a los que el sujeto accede de forma inmediata y que intervienen en su relación con el mundo, el conocimiento estará definitivamente perdido.

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