Las Sillas
issabelortega22 de Mayo de 2013
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Las sillas, considerada la obra maestra de Ionesco, pone en escena a una pareja de ancianos aislados en una torre situada en el interior de una isla. Para justificar retrospectivamente, ante el mundo, una larga existencia de fracasos y humillaciones, han organizado una gran recepción a la que invitaron a gentes imaginarias, personalidades de toda especie, entre las cuales figura el propio Emperador. Sólo un número más y más fabuloso de sillas vacías indicará la invisible presencia de la multitud, visible solamente para los protagonistas de la obra. Pero los dos viejos acaso no sean más reales que la multitud; están allí para expresar el vacío, dándole su indispensable contorno, la densidad presente de su ausencia. Cuando la escena está totalmente obstruida con sillas vacías, al punto que los viejos quedan atascados como bloqueados en un naufragio inmóvil, aparece el Orador. Para los viejos es la señal de la liberación, después de legar al Orador el cuidado de transmitir el gran mensaje destinado a salvar a la humanidad. Se arrojan por la ventana y el Orador queda solitario ante las sillas, con la boca abierta. No salen de ella sino estertores y sonidos guturales; el Orador es sordomudo.
Oponer lo cómico a lo trágico para reunirlos en una síntesis teatral nueva. Estos dos elementos se ponen de relieve mutuamente, se niegan mutuamente, pudiendo constituir, gracias a su oposición, un equilibrio dinámico, una tensión. Acaso no se ha mantenido nunca este equilibrio dinámico con mayor maestría que en Las sillas, donde el dolor y la poesía al desnudo, permanecen sin cesar ofrecidos a las risas de los espectadores. De este análisis parte la puesta en escena donde el juego, con libertad y humor; es la acción desde donde las cosas se enlazan, desenlazan y pasan... Un hombre solo que deambula con desesperación por un espacio que lo contiene, como contiene la cabeza al cerebro. Una existencia que comparte con una mujer que es casi un satélite, que descubre sus falencias, sus fracasos; que necesita creer en él para poder creer en ella misma. Una vida llena de presencias que son ausencias, que corporizan en un juego sin fin para sentir que están vivos. Y el humor grotesco que hace patéticas las figuras en un lugar que les queda pequeño, que los aprisiona, que los oprime y que logran traspasar en un vuelo liberador hacia la nada… Para el Viejo y la Vieja las puertas están cerradas, o quizá se han esfumado con los invitados; se pierden en lo absurdo, lo penoso, lo cómico… Queda la sombra final de partida, Orador incomunicante, fiesta muerta, réquiem de confeti y serpentina, multitud invisible. Pero siempre retornará la empecinada voluntad de un ser humano que busca un sentido a las cosas y quiere darlo a conocer
Eugene Ionesco: Rumania, (1909-1994). Autor teatral, máximo exponente del teatro del absurdo. Nacido en Slatina, Rumania, el 26 de noviembre de 1912, Ionesco pasó su infancia en París, aunque volvió a Rumania cuando contaba trece años. Aprendió francés en Bucarest, antes de regresar a París en 1938 para escribir. Sus obras teatrales describen la ridícula y fútil existencia humana en un universo totalmente impredecible, en el cual, debido a sus innatas limitaciones, las personas son incapaces de comunicarse unas con otras. Su pesimismo forma parte de la base del teatro del absurdo, un movimiento teatral que se lamenta de la falta de sentido de la condición humana. A pesar de las serias intenciones de Ionesco, sus obras rezuman humor y son ricas en situaciones cómicas. Movimiento de vanguardia, especialmente al introducir las obras de un sólo acto, los autores del teatro del absurdo utilizan técnicas tales como el ambiente sofocante, el lenguaje sin sentido y las situaciones ilógicas para enfatizar la extrañeza y el aislamiento humanos. La cantante calva (1948) es una sátira que exagera algunos aspectos de la vida cotidiana con el fin de demostrar la
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