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Leo Strauss

ymca7849 de Abril de 2014

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Resumen

La reflexión teórica de Leo Strauss para comprender los problemas políticos de la sociedad contemporánea, replantea criterios normativos formulados en torno a la filosofía política, asociada con la visión de la democracia como modelo político conducente a un orden social correcto con pretensiones de universalidad. El propósito de este ensayo es abordar los argumentos de carácter teórico y metodológico que sirven de soporte a la defensa de la filosofía política por parte de Strauss, como forma de conocer y comprender el mundo, tal como lo expone en su trabajo ¿Qué es filosofía política?.

Presentación

Leo Strauss es considerado uno de los pensadores de los problemas políticos contemporáneos más importantes de nuestra época (Gavito, 2002; Garzón-Vallejo, 2009). Su preocupación por la forma como el hombre piensa su mundo, los asuntos políticos, la buena sociedad y la democracia contemporánea fueron el centro de sus reflexiones en el campo de la filosofía política que, en todos sus argumentos, fue una apuesta por el mundo ateniense que dio origen al pensamiento occidental. La formulación de su perspectiva de comprensión de esos problemas políticos, orientada por la preocupación sobre lo que debe ser el mejor gobierno para la sociedad, lo inscribe en la tendencia normativa de la epistemología política (Arnoletto, 2007).

El propósito de este ensayo es abordar los argumentos de carácter teórico y metodológico que sirven de soporte a la defensa de la filosofía política por parte de Leo Strauss como forma de conocer y comprender el mundo. Este análisis se centra en el trabajo ¿Qué es filosofía política? y sigue las líneas expositivas de ese texto.

Organizamos la exposición con unas puntualizaciones sobre lo que puede identificarse con el ideal de sociedad buena o modelo político correcto. Seguimos con la distinción entre filosofía y filosofía política para luego abordar las diferencias entre filosofía política clásica y filosofía política moderna que realiza Strauss. Analizamos la preocupación del autor por confrontar las tesis positivistas e historicistas que devienen en pérdida de relevancia de la filosofía política en nuestros tiempos. Cerramos con algunas consideraciones sobre los temas objeto de reflexión por parte de la filosofía política tal, como lo expone Strauss, y su pertinencia para pensar un mundo como el nuestro, con características totalmente distintas a la visión de la filosofía política clásica y sus implicaciones para el conocimiento de la realidad contemporánea.

Democracia como modelo ideal y neoconservadurismo

Para Strauss, el problema central de la filosofía política encuentra asidero en las concepciones del bien presentes en los pensamientos que guían la acción de los hombres en el ámbito político, bien se trate de conservar un determinado orden político o bien de cambiarlo. Problematizar esas opiniones conduce a plantear la adquisición del conocimiento, particularmente del conocimiento de lo político.

Toda acción política, pues, está dirigida por nuestro pensamiento sobre lo mejor y lo peor. Un pensamiento sobre lo mejor y lo peor implica, no obstante, el pensamiento sobre el bien. La conciencia del bien que dirige todas nuestras acciones tiene el carácter de opinión: no nos la planteamos como problema, pero reflexivamente se nos presenta como problemática. El mismo hecho de que nosotros podamos plantearla como problema nos lleva hacia un pensamiento del bien que deja de ser problemático; nos encamina hacia un pensamiento que deja de ser opinión para convertirse en conocimiento (Strauss, 1970:11).

Cuestionar los pensamientos que tienen los hombres sobre el bien y los problemas que se derivan de ello es lo que para Strauss representa el objeto de la filosofía política. Se trata de una idea del bien, identificada con una concepción del mejor orden político u orden social justo.

La carencia de reflexión sobre este punto, en la época que le tocó vivir, es lo que conduce a Strauss a plantear cierta decadencia de la filosofía política como perspectiva de reflexión y análisis. Sin embargo, lo anterior deja abierto otros problemas: ¿Qué se entiende por el mejor orden político? ¿Sobre qué premisas es posible admitir una visión normativa de la realidad en esos términos? ¿Es posible hoy encontrar una definición unívoca de ese orden ideal?

Para Strauss estaba claro que ese orden ideal era la democracia occidental fundada en criterios liberales, en la cual se conservan rasgos del republicanismo; protección de libertades individuales y control institucional del poder. La democracia occidental, en la perspectiva de Strauss, se oponía a las formas totalitarias del poder, como lo fueron las experiencias del nazismo y el comunismo soviético con sus nefastas consecuencias para la humanidad y la política misma. Y esa defensa no se quedaba ahí, sino que además se aspiraba a proyectarla como un modo de vida universal, una aspiración hecha no sin dudas y críticas: a pesar de la defensa de la democracia, Strauss veía con recelo el hecho de que, al estar fundada en una moral universal y no en una revelación divina, la democracia admitía la posibilidad de que ella misma albergara tendencias religiosas contradictorias, hecho que se manifestó en lo que denominó el problema judío (Tarcov y Pangle, 1993:855).

Esa aspiración es lo que ha impulsado la crítica al pensamiento de Strauss, y con ello al pensamiento norteamericano sostenido en sus ideas, y su pretensión por consolidar la democracia como sistema político universal, lo que ha merecido el calificativo de neoconservador, dentro del espectro ideológico del pensamiento político norteamericano.1 De hecho, tal como señala Alfredo Toro Hardy (2005), los mismos representantes del neoconservadurismo norteamericano se autocalifican de “imperialistas democráticos”.

La defensa de la democracia por parte de Strauss trataba, igualmente, de una apuesta por una educación cívica que permitiera trascender la cultura de masas que reina en la democracia popular y avanzar hacia un modelo democrático, como inicialmente se concibió, es decir, como una orientación aristocrática (Tarcov y Pangle, 1993:876), en el sentido restrictivo del ejercicio de la ciudadanía. De esta última consideración deriva la inclinación por considerar la obra de Strauss como una visión empírica y cívica de la política (civismo metodológico).

Filosofía y filosofía política

El pensamiento sobre los asuntos políticos y la posibilidad de cambiarlos o conservarlos requieren cierta formalización. Strauss remite a la revisión de las formulaciones clásicas de lo político y del papel que juegan las personas en ese orden, planteadas en la filosofía griega de la mano de autores como Platón o Aristóteles. Ésta es la razón que le otorga preponderancia a la filosofía política clásica del mundo ateniense y que Strauss contrapone a las pretensiones reduccionistas de la ciencia y el historicismo de la era moderna.

Strauss considera a la filosofía, en términos generales, como una visión integral de búsqueda de la verdad, de búsqueda del conocimiento universal de las cosas. A su juicio, la razón de ser de la filosofía radica en el desconocimiento que el hombre tiene sobre las cosas del mundo, lo que sirve de base para abocarse de manera sistemática a conocer la verdad. Es por tanto una labor permanente, dinámica, no un estado definido: “La búsqueda sería innecesaria si ese conocimiento estuviese a la mano” (Strauss, 1970:12). En el lenguaje de la teoría del conocimiento, podríamos decir que Strauss introduce, a su manera, una duda metódica: “Sólo sé que no sé nada”, lo cual refleja la ignorancia sobre las cosas como punto de partida del esfuerzo por alcanzar el conocimiento. Una suerte de duda metodológica similar puede observarse en la premisa de Durkheim (1986) cuando pide tratar a los hechos sociales como cosas, es decir, como algo que no conocemos.

Pero es una duda que se supera por vía inductiva al adherirse a la observación aplicada por los filosóficos clásicos, quienes la usaron como método para sustentar sus reflexiones, propuesto por la filosofía griega: el filósofo observa la realidad, y a partir de sus observaciones y del contacto con la gente puede definir lo que realmente quiere y la forma que permita superar las meras opiniones del común de las gentes. Además, lo que se formule como modelo político ha de poseer como cualidad su generalidad, es decir, no hace reparo en particularidades histórico- concretas, sino que persigue formular modelos susceptibles de aceptación por todos los hombres.

Se trata de una labor cognitiva, que en el caso de la filosofía política se aprecia en la aspiración por superar las opiniones sobre lo político por un conocimiento más certero y metódico. Es dentro de esta concepción donde Leo Strauss inscribe la filosofía política:

En la expresión “filosofía política”, “filosofía” indica el método, un método que al mismo tiempo profundiza hasta las raíces y abarca en extensión toda la temática; “política” indica tanto el objeto como la función. La filosofía política trata del objeto político en cuanto es relevante para la vida política; de aquí que su tema se identifique con su meta, como fin último de la acción política. El tema de la filosofía política abarca los grandes objetivos de la humanidad: la libertad y el gobierno o la autoridad, objetivos que son capaces de elevar al hombre por encima de su pobre existencia (1970:12).

La filosofía política implica un tránsito de la opinión de lo político hasta un nivel de conocimiento de la esencia de lo político, lo cual se convierte

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