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Merleau Ponty


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2012  •  14.521 Palabras (59 Páginas)  •  311 Visitas

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MERLEAU-PONTY

Según Merleau-Ponty, y hay que tener en cuenta que se refiere al período estático y no al período genético, la reflexión de Husserl se establecería en el nivel de una “intencionalidad de acto” que aparece en las representaciones y los juicios, y toma una posición después de haber considerado diferentes posibilidades mediante una síntesis de identificación entre elementos distintos que tiene explícitamente ante la conciencia. En cambio, Merleau-Ponty considera que “la vida de la conciencia [...] está subtendida por un ‘arco intencional’ que proyecta en torno de nosotros nuestro pasado, nuestro porvenir, nuestro medio humano, o más bien hace que nos encontremos situados en todas estas relaciones. Este arco intencional es lo que establece la unidad de los sentidos, la unidad de los sentidos y la inteligencia, la unidad de la sensibilidad y la motricidad” (PP, 158). Este arco intencional responde a una intencionalidad operante que caracteriza al cuerpo propio.

Por medio de la intencionalidad operante, el cuerpo propio establece un diálogo con el mundo en un nivel previo al de la conciencia. Ser un cuerpo es confundirse con un cierto mundo, y la conciencia no hace más que continuar una tarea de dar sentido que ya ha sido efectuada por el cuerpo. La vida de la conciencia retoma y continúa un dar sentido que tiene lugar en el nivel de la existencia corporal, es decir, en un nivel en que aún no tenemos una conciencia temática o explícita de nosotros mismos. Por debajo del sujeto consciente, hay otro sujeto que es preconsciente y prepersonal: “Hay otro sujeto por debajo de mí para el cual un mundo existe antes de que yo esté allí y que en él señalaba mi lugar. Este espíritu cautivo o natural es mi cuerpo [...]” (PP, 294). El cuerpo mismo tiene su propio tipo de intencionalidad que opera antes de una toma de conciencia explícita del mundo. Por eso Merleau-Ponty la llama intencionalidad operante. En términos de Kant, se asocia con arte oculto en las profundidades del alma humana (cf. PP, 490 s.).

Esta intencionalidad corporal nos pone en presencia de los objetos y establece la unidad del mundo antes de las operaciones que irradian del yo y que configuran la intencionalidad de acto. A la intencionalidad de acto que es inherente a la conciencia, Merleau-Ponty contrapone la intencionalidad operante que es inherente al cuerpo y se manifiesta en las operaciones perceptivas y motrices. Así, el mundo percibido no es el correlato de la conciencia sino el correlato del cuerpo propio que contiene en sí un saber latente, habitual o sedimentado del mundo. El cuerpo es el instrumento para mi aprehensión del mundo porque su intencionalidad particular lleva a cabo una “constitución preliminar” (PP, 249) que está presupuesta en toda percepción. Se trata de una subestructura que no se encuentra en el nivel de la conciencia sino por debajo de ella. Por eso es anónima en oposición a lo estrictamente personal, y generalizada en oposición a lo estrictamente individual. Hay una unidad del cuerpo propio que antecede a y fundamenta la unidad del mundo percibido. El cuerpo contiene una “lógica del mundo” en el sentido de un proyecto total latente que es anterior a las percepciones particulares y es explicitado por cada una de ellas: “Tener un cuerpo es poseer un montaje universal, una típica de todos los desarrollos perceptivos y de todas las correspondencias intersensoriales más allá del segmento del mundo que percibimos efectivamente” (PP, 377). Cada percepción particular determina o particulariza esta síntesis general del mundo. Se trata de una “captación confusa” del mundo que está supuesta por cada percepción. La textura de un mundo está dibujada por el cuerpo propio, y el cuerpo propio es nuestro medio para aprehender un mundo. Así, todo acto de percepción se “beneficia con una operación ya efectuada, con una síntesis general constituida de una vez para siempre” (PP. 275).

El cuerpo propio no es vivido como un objeto sino que permanece permanentemente a mi lado. Observo los objetos externos con mi cuerpo, pero no puedo contemplar mi propio cuerpo. Para percibir objetivamente el cuerpo, ya no como cuerpo propio sino como objeto de la anatomía y la fisiología, necesito disponer de un nuevo cuerpo propio que ya no es observable (cf. PP, 107). Si objetivo mi cuerpo, no lo capto como cuerpo propio. Para observar mi cuerpo en tanto cuerpo físico u orgánico debo recurrir a mi cuerpo propio que escapa a la observación. El cuerpo propio no es tangible ni visible en la medida en que es aquello que ve y toca (PP, 108). No puedo tocarme tocando. No puedo verme viendo. Por tanto, el cuerpo propio no se presenta a mi experiencia como el asiento de procesos en tercera persona, y el único medio de conocerlo es confundirse con él y vivirlo. Por eso hay que distinguir el cuerpo fenoménico o vivido del cuerpo objetivo. El cuerpo-objeto que existe “partes extra partes” y solo admite entre ellas relaciones exteriores es la ficción de una fisiología guiada por el prejuicio de que toda experiencia debe resolverse en el pensamiento objetivo. Esta ficción de algo fijo que se asemeja a una cosa degrada la experiencia del cuerpo a una representación del cuerpo (cf. PP, 231,403). Tal como lo describe el pensamiento objetivo, el cuerpo objetivo no puede ser habitado por una conciencia porque es imposible encontrar la significación y la intencionalidad en una yuxtaposición de elementos exteriores. El cuerpo propio no está en el mundo objetivo: “[...] nunca está verdaderamente delante de mí, no puedo desplegarlo bajo mi mirada, permanece al margen de todas mis percepciones, está conmigo” (PP, 106).

El cuerpo propio es ajeno a la existencia cerrada de las cosas porque siempre escapa de sí y se trasciende al esbozar sus intenciones significativas. Por eso la existencia corporal “no reposa jamás en sí misma, siempre está trabajada por una nada activa, continuamente me hace la proposición de vivir” (PP, 192). Nos abre al mundo porque es el núcleo a partir del cual se proyectan sentidos vividos que organizan el mundo y construyen un medio de comportamiento. El cuerpo es un conjunto de significaciones vividas y un movimiento de expresión que las proyecta hacia fuera “proporcionándoles un lugar para que se pongan a existir como cosas ante nuestras manos y nuestros ojos” (PP, 171). La intencionalidad corporal u operante corresponde a lo que Heidegger llama trascendencia porque posibilita esta relación entre el sujeto y el mundo: “El mundo es inseparable del sujeto, pero de un sujeto que no es otra cosa que proyecto del mundo; y el sujeto es inseparable del mundo, pero de un mundo que proyecta él mismo. El sujeto es ser-en-el-mundo y el mundo es ‘subjetivo’ porque su textura y sus articulaciones don dibujadas

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