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Miguel De Unamuno


Enviado por   •  27 de Mayo de 2012  •  2.680 Palabras (11 Páginas)  •  846 Visitas

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MIGUEL DE UNAMUNO Y LA ESPERANZA DESESPERADA

Capítulo I: Las montañas de mi tierra

El autor, inmerso en la vida de Unamuno, viaja a los rincones incógnitos de la vida del poeta para vislumbrase de toda su obra. Así, llega a la cuidad de Bilbao donde nace Miguel. Aquí, se realiza una descripción del ambiente que excede tal entrada territorial, haciendo alusión a los primeros sentimientos de la vida poética que el mismo Unamuno reflejará desde su niñez, es decir, un mundo lleno de misticidad.

Miguel desde temprana edad se interesaba por el problema religioso. Se preguntaba por aquella condena eterna del hombre junto al sacrificio de salvación que le fue permitido por Dios. Este sentimiento, si bien, se ve impregnado en su alma desde su niñez, pues el ambiente familiar en que se desarrolló influyó en esta obsesión religiosa.

De esta manera, toda su obra literaria no podrá ser entendida sin este proceso mental, agonía y lucha que le acontece. Es una lucha interior, de su alma que no se debe principalmente a un hombre que dejó de creer, si no que es una ofuscación nacida de manera prematura en que su infancia se le presentará como un horizonte inaccesible vedado por la razón.

Toda su vida espiritual se hallará determinada por atrapar y entender a Dios, pues no puede creer que no se encuentre tal búsqueda en su propio interior. Así, su religiosidad se verá establecida por un anhelo y, desde este punto, nacerá toda su obra poética.

El autor fija su mirada en la descripción de los momentos de la infancia del poeta, aquellos sentimientos arrojados hacia una plenitud, admiración, curiosidad y fervor que, de alguna u otra forma, forjarían su personalidad. Sin embargo, estos sentimientos no eran lo suficientemente preponderantes en su cotidiano vivir, pues su alma se tornaba controversialmente cuando se preguntaba por cosas de su vida y existencia.

Soñaba con la santidad, quería saber lo que era ser Santo. Decía que poseía una voracidad intelectual en el cual se infundía en un deseo de saberlo todo, una ambición que se encontraba también influido por la lectura.

Sus gustos y ambiciones en conocimiento iban in crecento. Se incitó por filosofía y la poesía de lo abstracto. Sus cuestionamientos en cuanto a la finitud del mundo iban más allá del saber teórico- científico. Desarrolló ideas en base a Donoso como la del pensamiento trágico y el amor absurdo que se ocultaría en el alma humana.

Capítulo II: La razón Atea

Hacia el año 1880, en Madrid, surge un movimiento de racionalismo liberal, una corriente que prepondera en la forma de hablar de filosofía desde la razón. Un conjunto de teorías que arrojarían la idea del espíritu como un absoluto.

Unamuno cuando crece y llega a esta ciudad a ejercer sus estudios en la Universidad Central, estudia filosofía y cosmología. Aumenta su constante búsqueda, aquellos ensueños románticos y religiosos que persiguen una pasión de “racionalizar” su fe.

Esto significó a que existiera en él una especie de despertar en cuerpo y alma (espíritu y carne), ya que si bien quería abrazar con su mirada todo el universo, encontrar los más escurridizos misterios del pensamiento humano y la de su alma.

El poeta se volvía crítico para recobrar la paz de su alma hacia una concepción protestante. Buscaba una fe- confianza capaz de brindarle una certera salvación.

Asimismo, tras esta corriente ofuscadora, surgía en el pensamiento humano la obsesión de la predestinación, la angustia de la muerte eterna y la tortura de no alcanzar la perfección moral, es decir, un estado de “hemiplejía psicológica”.

El tiempo avanzaba y se mantenía esta crisis teológica. Unamuno optaba por seguir aquella evidencia que lo llevara al hecho de una revelación, a aquella fe que se encontraba más allá del raciocinio. Así, arrastrado por el extremismo de su juventud, logró traspasar aquel equilibrio entre lo que era evidente y mera opinión de la fe.

Llegó a Madrid con fórmulas muertas. Ante su inacabable fuerza de racionalizar esta fe todo el tiempo, la ve volatilizarse. Dejó de concurrir a actos religiosos como el simple hecho de ir a misa. Comenzó a escudriñar a través de la filosofía, pero también en fórmulas lógicas.

Los temas que buscó definir eran la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. De esta manera, Dios y Alma se irían disipando en esta nube de lo indescifrable.

Ya en un estado de madurez, decide retornar a Bilbao. Pero este volver a sus momentos de niñez no pudieron cambiar su pensamiento ya adquirido: un ateísmo teórico que paralizaba su razón.

Unamuno siempre sería considerado como un intelectual desarraigado, pues caminaba como un insomne por un mundo que se alimentaba de caos y angustia; y que vivía bajo una frenética búsqueda de ordenación y ancla.

Tras obtener su cátedra, se casa y vive una vida hogareña, ejemplar llena de fidelidad y de confianza. Es la primera vez que gran parte de su vida se forja bajo un sentimiento de plenitud y lo inagotable que era la riqueza del amor humano.

Sus hijos, su mujer y la enseñanza universitaria serían los signos constituyentes de esta vida de riqueza de esperanza familiar, pero el hecho de describir su vida en una búsqueda der verdad que llegue a controlar su haber nacido; se hallaría en su interior como una sombra de ensueños, un violento combate de misticismo católico y de su mente que fueron influidos por intérpretes, historiadores, filósofos y poetas.

Así se fue coincidiendo su interior: un sentimiento trágico de la vida. Había perdido la fe, pero ante esta agonía, persistía su necesidad de luchar siempre.

Sintió la necesidad de volver a la fe católica, pues se consideraba muerto cuando se veía sobrellevado por un pasamiento ateo y vivo cuando era creyente como lo fue en su infancia.

Capítulo II: La imagen de la muerte

“Somos hombres y no somos nada más que frágiles hombres, aunque muchos nos consideren ángeles y lo digan” (Moeller, 1958: 99) Así, el autor comienza a introducirnos en el pensamiento de la muerte como una obsesión secreta que contuvo el poeta. De esta manera, se instaura una nueva ideología que iría más allá del positivismo y del intelectualismo, pues Unamuno alcanzaría someter su saber al plano existencial.

Proseguía una reforma religiosa en el cual se rebela contra la inquisición atea y considera a Dios como una hipótesis, una fuerza social.

Esta búsqueda de paz interior

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