Recuerdos en papel

¿Recordáis aquella película de serie B de los años 50 en la que una masa extraterrestre comenzaba por adherirse al brazo de un hombre e iba engulléndolo todo a la vez que iba creciendo exponencialmente? The Blob creo que se llamaba (por estos lares La masa devoradora). Pues de una forma similar veo la actual tecnología, como algo que en muy poco tiempo ha sufrido un crecimiento desmedido, llegando a alcanzar objetivos impensables hace tan sólo unos años. Quien más quien menos ha recibido con los brazos abiertos esta nueva forma de vida, y es que cuanto más nos faciliten la vida estos cachivaches, mejor; el ser humano siempre ha sido perezoso, despreocupado, buscador de medios prácticos que simplifiquen su “excitante” y estresante existencia (imposible no imaginarse un futuro con una humanidad como la que nos mostraba esa obra maestra de Pixar que fue Wall-e). Y casi nadie va a estar en contra de que le faciliten su día a día, y menos aún de que le presenten herramientas para propiciar sus relaciones interpersonales, que parece que es algo de lo que dependiera la propia vida. Y como lo tecnológico, lo moderno, siempre va a intentar, como esa masa devoradora, acaparar cuanto más mejor, también ha llegado a la literatura, con consecuencias positivas para unos y negativas para otros.

Todo esto viene a colación de esa nueva forma de leer que es el ebook, un cacharro con el que muchos están encantados y otros no lo pueden ni ver. Es inevitable no opinar sobre el tema si te gusta algo la literatura, y mi postura, tras haber probado el susodicho aparato es clara: el libro electrónico jamás podrá sustituir al de papel. Tengo que aclarar, sabiendo que los defensores del ebook a veces se convierten en fanáticos talibanes adoradores del invento, que no tengo nada en contra, sólo que prefiero el papel por el hecho de que las ventajas de éste son muchas más que las del otro. Desde el mismo instante en que uno piensa en comprarse un libro, el proceso es distinto. Ir a la librería en busca de un libro determinado o para ver cuál va a ser la próxima lectura es impagable; entrar, ver lo nuevo, lo viejo, caminar entre estantes llenos de libros, zambullirse en un mar de dudas ante todo lo que quieres llevarte, sentir ese olor a papel tan carasterístico y embriagador, coger un ejemplar, otro y otro y hojearlos, ver sus tapas, su textura, todo supone un ritual de lo más estimulante que por supuesto una compra online (o descarga, las más de las veces) jamás puede ni siquiera parecerse.

Es curioso que una de las ventajas que los pro-ebook siempre aducen es el tema del espacio, sobre todo si viajas y quieres llevarte varios libros en el equipaje. Pero, ¿acaso alguien en su sano juicio se llevaría algún libro de Dostoyevski, Tolstói o Dumas en la maleta? ¿No es de sentido común coger un Shakespeare, Verne o Chejov, por ejemplo, para un viaje, libros mucho más ligeros y con poco espacio que ocupar?

Luego

...