Reflexiones De Octavio Paz

Reflexión de Capítulos 2 y 3 del “Laberinto de la Soledad” de Octavio Paz

El hermetismo social propio de nosotros los mexicanos se ve reflejado en muchos sentidos durante la interacción que tenemos con las personas; para Octavio Paz, varios de nuestros comportamientos son el reflejo inconsciente de una desesperada forma para defendernos de la realidad y de nosotros mismos.

Una de las más representativas conductas para defendernos del exterior es la “hombría” que consiste en muchos casos en desconfiar del vecino y no rajarse, evitando de esta manera ser penetrados por cualquier amenaza o intruso ya que el hombre que confía pierde su propio respeto al dejarse enajenar por otra persona. Desde esta misma perspectiva podemos notar el valor estoico que hemos adoptado para afrontar la adversidad, para doblarnos sin rompernos, ya que aquel que demuestra su sufrimiento o debilidad, es finalmente presa fácil de los demás.

Por otro lado, la mujer toma un papel hecho a la medida de las necesidades del hombre, como consecuencia de esta armadura machista, el secreto debe ser una constante en ella, y no solo debe esconderse del exterior, sino que también debe mostrarse impasible a la sociedad.

La mujer es un ente que no vive por sí misma, únicamente reacciona estímulos, carece de voluntad y en ella vive el mal per se. Incluso fisionómicamente hablando es un ser “rajado”, vulnerable por naturaleza pero insensible al sufrimiento por cultura

Por último, la forma más extrema de defensa del mexicano es la “mentira”, explicada por el escritor como el “simulador”. Pretendemos ser lo que no somos pero nos gustaría ser, tratamos de aparentar circunstancias distintas para así poder escapar de nuestra realidad y de la misma forma pasar desapercibidos por los demás. Y disimulamos tan bien que nos exterminamos mutuamente en el mimetismo en una total indiferencia para los demás y para nosotros mismos.

Otro análisis que podemos hacer de la psicología del mexicano lo podemos sustraer de la forma que festejamos a la muerte y cualquier otro evento.

Una frase que me hizo abrir los ojos es la siguiente: “Nuestra pobreza puede medirse por el número y suntuosidad de las fiestas populares.”

Al respecto creo que no solo escondemos profundamente nuestras penas, sino que nos jactamos de no tenerlas, de ser felices en cada oportunidad de fiesta que se presenta. Las fiestas que hoy veo claramente en cada borrachera el 15 de septiembre o 24 de diciembre, en cada alegre grito de Gol que nos emociona tanto, representan entonces el único lujo que tenemos.

El exceso al mal gastar nuestro dinero, al dilapidar nuestras energías, son una verificación de

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