SI FREINET VIVIERA EN MIS TIEMPOS

En la actualidad, la educación está sufriendo cientos de cambios, los cuales, lejos de promover un pensamiento crítico y filosófico, tienden a involucrarse en ámbitos salariales, dejando de lado todo lo referente al protagonista de la educación: el aprendiz. Al hablar de un aprendiz, no me refiero específicamente al alumno, puesto que desde mi postura freinetiana, misma que iré desarrollando a lo largo del siguiente texto; defino como aprendiz, a todo aquel que esté involucrado y se encuentre activo en la sociedad.

Con tanto cambio en el currículo, y recorte tras recorte en las mallas curriculares, se está llegando a un punto de deshumanización, en donde se generan máquinas productivas y se evitan mentes creativas. Seguramente se estará preguntando ¿y cuáles son las consecuencias de los cambios que ha realizado este sistema educativo? Las consecuencias son pocas, pero la factura nos resultará bastante cara, debido a que, estas medidas destruyen la filosofía de dicho sistema. Atrás ha quedado la utopía de crear un sistema, cuyo principal objetivo era el de formar una ciudadanía informada, justa, con valores de justicia, solidaridad cooperación, inclusión. Una educación que ayudara a corregir las desigualdades que había en la sociedad. Todos esos valores y motivaciones desaparecieron en favor de otros como la calidad, el emprendimiento, la competitividad o excelencia. Seguramente en estos momentos usted estará pensando que yo estoy mal de la cabeza, pues qué tiene de malo ser competitivos y exitosos, puesto que nos han impuesto estos y otros tantos adjetivos más, como símbolo de poder e inteligencia, sin embargo y aunque suenen bien, estos valores están distorsionados porque ¿Qué profesional no desea que su trabajo sea excelente o de gran calidad? El problema surge con lo que hay debajo de estos conceptos y cómo es que se están utilizando.

Se trata de cambios no debatidos ni consultados, en donde no se escucha la voz de los docentes, tampoco la de los expertos e investigadores en educación. Y lo peor de la situación es que no sólo no se escucha al profesorado sino que en la medida de que el plan falle es éste el culpable principal. Pero aquí la clave no es el maestro, sino el mensaje que éste le está dando a sus pequeños; no se trata de victimizarnos y encasillarnos como mártires de la educación, debido a que esto no traerá ningún beneficio, por cruel que se escuche. La única estrategia que vencerá es la de crear una revolución, pero no me refiero a una revolución con armas y muertes, sino a una revolución de pensamiento, en donde se le permita al alumno interactuar en el proceso de aprendizaje, un lugar en donde todos seamos partícipes de lo que se aprende, en donde no haya competitividad sino cooperación, en donde haya seres humanos que sienten, que piensan, que crean, que viven.

No obstante, todo este proceso de renovación no será tarea fácil, puesto que ahora con estos temas de la evaluación nos tienen más que sometidos y reprimidos, debido a que estamos más preocupados por los exámenes de concurso a plaza, que por lo que están viviendo los niños en su día a día. Cientos de experiencias que simplemente se quedan en recuerdos, y es que, aunque el pequeño tenga ganas de compartir lo que le sucede y de esta situación partir para obtener aprendizajes significativos, simplemente nos encargamos de producir historias falsas y vacías, en donde el alumno deberá de adquirir competencias que determinarán el éxito que le augura. ¿Era esto lo que Freinet quería para la educación? Por si no lo dominan a la perfección, cabe destacar al profesor Celestin Freinet como un precursor de lo escuela moderna, en donde aborrecía a sobremanera las prácticas y lecciones enajenadas, y se enfocaba en situaciones verdaderas, mismas que al ser parte de la vida cotidiana del niño, éstas se transformarían en aprendizajes útiles. Investigó y puso en marcha ciertas técnicas las cuales le permitían tener una relación más directa con sus alumnos, en donde el aprendizaje se daba por interacción y cooperación, todos aprendían de todos. Pero su visión no paraba ahí simplemente, su visión era aun más ambiciosa, puesto que él no pretendía modificar sólo a la educación, su visión tenía como punto clave a la sociedad.

Si Freinet viviera en mis tiempos, triste sería su reacción al ver que muchos en su nombre realizan cientos de prácticas y cambios que nada tienen que ver con sus principios. Si Freinet viviera en mis tiempos, se sentiría defraudado al ver ese conformismo por parte de todos sus colegas. Si Freinet viviera en mis tiempos no permitiría que enunciáramos las frases como, es el sistema, yo estoy atado de manos, no hay solución, pobre de nosotros los maestros, etc. Si Freinet viviera en mis tiempos, poco le hubiera importado la sarta de irregularidades que suceden día a día, porque su vocación y pasión por lo que hacía le saciaban más que ninguna otra cosa. Si Freinet viviera en mis tiempos me gustaría dialogar con él, y preguntarle su secreto para luchar por la educación, pero la realidad es que no hay ningún secreto, la solución está en anteponer las necesidades del otro, en pensar por un bien social y no en un bien para sí.

Al sistema educativo de hoy le conviene apagar las mentes, pero nosotros que tenemos en nuestras manos lo que pasa día a día en las aulas ¿lo vamos a seguir permitiendo? Nuestra responsabilidad es grande, pero más grande debe ser nuestra vocación y amor por la profesión, el ser docentes debe de encendernos una chispa que nos recuerde que estamos vivos, y que somos factor de cambio en nuestra sociedad.

Nuestra principal postura debe de partir en manera en que visualizamos a los niños, tal como Freinet lo postulaba se debe percibir al aprendiz al mismo nivel que el profesor, con lo anterior no me refiero a que tengan las mismas tareas dentro del ámbito educativo, sino que, en este vaivén de experiencias y aprendizajes adquiridos, sería muy soberbio el pensar que siempre el alumno aprenderá del maestro, la educación que se propone es multidireccional, en donde el dialogo aunado a la práctica

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