Siddhartha
aranzaraul25 de Septiembre de 2012
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SIDDHARTHA REPORTE DE LECTURA
El hijo hermoso de un brahmán. La alegría se hacía al corazón de su padre cuando pensaba en el, un inteligente y estudioso, futuro gran sabio entre los brahmanes. Quien más lo quería era Govinda su amigo, y todos querían a Siddhartha. Pero ni placer ni alegría encontraba el en sí mismo. Comprendía que ni siquiera el cariño de sus padres o la amistad de Govinda harían su felicidad. Un día tres samanas pasaban por el pueblo, eran hombres flacos, agotados, ascetas en peregrinación. Por la noche, Siddhartha dijo a Govinda: -Amigo mío, mañana Siddhartha se unirá a los samanas. -¡Oh Siddhartha! ¿Te lo permitirá tu padre?’. –No pronuncies palabras inútiles, amigo mío. Siddhartha entró en la habitación donde se encontraba su padre sentado, con tu permiso padre he venido a decirte que deseo abandonar la casa para unirme a los ascetas. Deseo ser samana. – No cuadra a un brahmán- has indignado mi corazón, respondió el padre brahmán y abandono la habitación, Siddhartha seguía de pie con los brazos cruzados, pasado la noche el padre entro a la habitación y le dijo- Iras a la selva y serás samana. Si allí encuentras la felicidad, vuelve, me la enseñaras.
Por la tarde de ese mismo día acompañado de Govinda, alcanzaron a los ascetas. Ofreciéndose a obedecerlos. No comía más que una vez por día, pronto no tuvo ni muslos ni pantorrillas. Un solo fin se presentaba ante los ojos de Siddhartha vaciarse de todo contenido, buscar la paz en la nada de su alma. Y a su lado vivía Govinda, su sombra, iba por los mismos caminos, se sometía a los mismos ejercicios. Pocas veces hablaban juntos de otra cosa que no fuera lo que exigía el servicio y los ejercicios. Un día, Govinda hablo así a su amigo: -Al pasar hoy por un pueblo un brahmán me invito a entrar en su casa. Este joven vio al Buda con sus propios ojos y escucho sus enseñanzas, ¿Y si fuéramos a aprender la doctrina del propio Buda? Siddhartha respondió: - ¿quieres emprender un nuevo camino? Y Govinda dijo: -¿Pero tú mismo, no sientes la necesidad, no experimentas el deseo de conocer tal doctrina? Entonces Siddhartha medito: ¡Gocemos de ese fruto y esperemos la continuación, Govinda! ¡Lo que hemos de agradecer a Buda, en primer lugar, es que nos aleje de los samanas! Si además nos puede dar otra cosa mejor, amigo, esperemos con el corazón tranquilo.
En la ciudad de Savathi todos los niños conocían el nombre del majestuoso buda, Hacia aquella región también se habían encaminado, gracias a los relatos y respuestas que recibieron, los dos jóvenes ascetas en su búsqueda del Buda. Y cuando llegaron a Savathi, no necesitaron preguntar por el camino, pues un número crecido de peregrinos se encaminaban hacia la ciudad para pedir comida del mediodía. El propio Buda solía ir a mendigar por la mañana, cuando Siddhartha lo vio y lo reconoció. Era un hombre simple, vestido de tela amarilla. La perfección de su figura donde todo era paz y luz. Y le siguieron y le observaron. El majestuoso predicaba con voz suave, pero firme, repetía con paciencia y constancia la enseñanza, ya era de noche cuando el buda terminó su oración. Muchos peregrinos se le acercaron y rogaron que les aceptara en la comunidad, pues querían refugiarse en la doctrina. Y Gotama los aceptó diciendo:-Se os ha enseñado la doctrina y vosotros la habéis escuchado con atención. Acercaos, pues, y caminad hacia la santidad, para preparar el fin de todos los dolores. También se adelantó Govinda, el tímido, y declaró: Yo también me refugio en el majestuoso y su doctrina. Y así Govinda pidió que le aceptaran entre los discípulos, y fue admitido. Siddhartha se quedo meditando en el bosque, EI buda me ha robado, pero más aún me ha regalado. Me ha robado un amigo que creía en mí y que ahora cree en él, que era mi sombra y que ahora es la sombra de Gotama el Buda. Pero me ha regalado a Siddhartha a mí mismo.
Siddhartha abrió los ojos, miraba a su alrededor, como si viese al mundo por primera vez. ¡Era hermoso el mundo, y de variados colores! El mundo se le presentaba curioso y enigmático. A cada paso del camino aprendía Siddhartha cosas nuevas, pues el mundo se encontraba cambiado para el. El mismo día, antes de hacerse de noche, llegó a una gran ciudad y se alegró, pues tenía ganas de hallarse entre personas. Delante de la ciudad, junto a un hermoso bosque, el caminante se encontró con un grupo de criados y siervos cargados de cestos. En medio del grupo iba una mujer reclinada en una litera adornada y que llevaban cuatro esclavos, iba encima de rojos almohadones, y bajo una sombrilla de colores, se dio cuenta de lo hermosa que era aquella dama, y su corazón sonrió. A la primera persona que se cruzó en su camino le preguntó por el nombre de aquella mujer y así se enteró de que aquél era el parque de Kamala, la famosa cortesana, y que, además del parque, ella poseía una casa en la ciudad. Después de un tiempo regresó un de los criados y le rogó que le siguiera. En silencio le condujo a un pabellón donde Kamala descansaba sobre un diván, y le dejó a solas con ella. Kamala sonreía y jugaba con su abanico de plumas de pavo real, Kamala, te rogaría que fueras mi amiga y maestra, pues todavía no sé nada del arte que tú dominas, Kamala se echó a reír. ¡Jamás me había ocurrido, amigo, que un samana del bosque con esos trapos y cabellos viniera a aprender de mí! Siddhartha contesto: Es poco lo que me falta: vestidos elegantes, finos zapatos, dinero en el bolsillo. Kamala exclamó riendo: No, querido, no me basta. Tienes que ir vestido con ropas elegantes, y debes llevar finos zapatos y mucho dinero encima, y traer también regalos para Kamala. Días pasaron y los jóvenes se encontraban en aquel parque para continuar con la enseñanza mutua, Kamala le pido a este Siddhartha que le enseñara un poema, seguido de este Siddhartha le atrajo con los ojos inclinó el rostro sobre el de Kamala y depositó su boca sobre la del higo recién abierto. El beso de Kamala fue largo, con profundo asombro, Siddhartha se dio cuenta de que le enseñaba, pues era sabia, le dominaba, le rechazaba, le atraía, y tras el primer beso le esperaba una larga sucesión de besos bien ordenados, bien probados, cada uno distinto del siguiente. Todo va bien -le dijo Kamala-Te espera Kamaswami, el más rico comerciante de la ciudad. Si le gustas, te empleará. Sé inteligente, he hecho que otros le hablaran de ti. Sé amable con él, es muy influyente. ¡Pero no seas demasiado modesto! No quiero que te conviertas en su criado, has de ser su igual, si no, no estaré contenta de ti.
Siddhartha marchó a casa del comerciante Kamaswami. Le habían enviado a una rica mansión, los criados le guiaron sobre valiosas alfombras hasta un salón, donde debía esperar al dueño de la casa, al llegar le dijo: Si vienes de los samanas, ¿cómo no vas a estar en la miseria? Los samanas no poseen nada, ¿verdad? nada tengo -repuso Siddhartha-, si es lo que quieres decir. -Desde luego que no. Pero, ¿de qué piensas vivir, si no posees nada?- Nunca he pensado en ello, señor. Durante más de tres años no he poseído nada, y jamás pensé de qué debía vivir.- Es decir, que has vivido a expensas de los demás.- Supongo que así es. También el comerciante vive a expensas de los otros.- Bien dicho, pero si no posees nada, ¿qué quieres dar?- Cada uno da lo que tiene. El guerrero da fuerza, el comerciante de mercancía, el profesor enseñanza, el campesino da arroz, el pescador da peces.- Muy bien. ¿Y qué es, pues, lo que tú puedes dar? ¿Qué es lo que has aprendido? ¿Qué sabes hacer?- Sé pensar, esperar y ayunar
Con esto tiempo después Kamaswami integro a Siddhartha en sus negocios hasta que este se convirtió en un comerciante, como un jugador de pelota dominaba su arte, así también Siddhartha jugaba con sus negocios, con las personas que había a su alrededor; los observaba. No obstante, continuaba sus visitas a la bella Kamala, aprendía el arte del amor, se entrenaba en el culto al placer, donde más que en ningún otro asunto, el dar y el recibir es una misma cosa.
Durante largo tiempo Siddhartha había vivido la vida del mundo y de los placeres, pero sin formar parte de esa existencia. Se le habían despertado los sentidos que adormeció en los ardientes años de samana; había probado la riqueza, la voluptuosidad, el poder, no obstante, durante mucho tiempo permaneció siendo un samana dentro del corazón. Se dio cuenta de ello la misma Kamala, la inteligente. La vida de Siddhartha seguía estando presidida por tres cosas: pensar, esperar y ayunar, todavía la gente del mundo, los seres humanos le eran extraños, igual que él lo era para los demás. Pero precisamente era eso lo que no conseguía disimular aquella alegría y necedad infantiles. Aprendía de ellos tan sólo lo desagradable, lo que despreciaba. Cada vez con más frecuencia le ocurría que tras pasar una noche en sociedad, a la mañana siguiente se quedaba mucho tiempo en la cama, se sentía estúpido, y cansado. Cada vez más a menudo se enfadaba y perdía la paciencia cuando Kamaswami le aburría con sus preocupaciones. Así, pues, jugaba mucho y sin miramientos; se odiaba a sí mismo, se burlaba del dinero; ganaba a miles, perdía por millares, disipaba el dinero, las joyas, una casa de campo; y volvía a resarcirse, y volvía a perder. Un día cansado de esto Siddhartha salió a un parque bajo un árbol, empezó a imaginar. Como se había pasado el día sin comer, sentía un hambre feroz, pensó en su casa de la ciudad, en su habitación, en su cama. Cansado sonrió, se agitó un poco y despidiese de todo ello. No hacía una hora que Siddhartha abandonara el jardín, cuando también abandonó la ciudad, y nunca más volvió a ella. Durante mucho tiempo Kamaswami ordenó buscarle. A partir
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