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Socialismo

sandra111131 de Marzo de 2013

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Nadie pudo prever las consecuencias futuras de una idea que nació con el propósito de lograr la prosperidad y la felicidad del ser humano, pero que finalmente se reveló como ideológica. Ahora, los acontecimientos catastróficos ocurridos en el siglo XX han puesto en alerta a los filósofos, a los propios científicos, a los políticos y líderes mundiales.

Con estos antecedentes, a partir de 1960 cobra gran importancia en las preocupaciones académicas una nueva ciencia, la Ecología, que pronto abandona las prácticas filantrópicas de los defensores de los animales y las especies en peligro de extinción, para proyectarse con fundamentos científicos, generando una conciencia ambiental cuando, al parecer y desgraciadamente, puede ser ya demasiado tarde. También interviene la reflexión filosófica y con sólidos argumentos gana terreno la idea de que la defensa de la naturaleza no solo tiene fines utilitarios sino que se asienta en una nueva concepción antropológica: la concepción de que el hombre y la naturaleza son parte de la totalidad de lo real. De allí no hay más que un paso a la intención de atribuir, en términos prácticos, el carácter de sujeto a la naturaleza. Ya en 1999, Juan Francisco Gómez Hinojosa decía que "hoy no es posible hablar de la liberación integral de la persona y nuestros pueblos, sin atender a las implicaciones que el medio ambiente tiene en esta liberación. No es posible postular una filosofía intersubjetiva sin reconocer a la naturaleza la categoría de sujeto" (19).

Cuando en la Asamblea Constituyente se discutía el primer capítulo relacionado con la garantía de los derechos, fue cobrando fuerza la idea de que también la naturaleza debe tener derechos amparados por la Constitución, como un mecanismo idóneo para garantizar su preservación. El primer escollo fue la certeza aparente de que solo los seres humanos tienen derechos porque solo ellos son personas y como personas ostentan la dignidad en cuanto atributo esencial de su naturaleza. En oposición a ella, progresivamente ganó fuerza la idea de que la dignidad humana no se deriva de una esencia intemporal sino de la fuerza con que los sujetos sociales, a lo largo de la historia, han luchado por su reconocimiento como personas. En la Antigüedad era impensable que los esclavos tengan derechos, como ahora es impensable que la naturaleza también los tenga. El razonamiento condujo a la idea de que, para tener derechos, la naturaleza debería ser sujeto. ¿Cómo es posible imaginar que la naturaleza sea sujeto? Y hé allí: el artículo 10 de la Constitución aprobada en el Referéndum 2008 expresa: "La naturaleza será sujeto de aquellos derechos que le reconozca la Constitución". Un logro que arrancó de uno de los más originales pensadores de América Latina, Eduardo Galeano, estas expresiones que dieron la vuelta al mundo porinternet.

"El mundo pinta naturalezas muertas, sucumben los bosques naturales, se derriten los polos, el aire se hace irrespirable y el agua intomable, se plastifican las flores y la comida, y el cielo y la tierra se vuelven locos de remate.

Y mientras todo esto ocurre, un país latinoamericano, Ecuador, está discutiendo una nueva Constitución. Y en esa Constitución se abre la posibilidad de reconocer, por primera vez en la historia universal, los derechos de la naturaleza".

Hoy, este nuevo socialismo del que hablamos no puede fundamentarse ya en un humanismo, como el renacentista, que privilegió la formación del espíritu sin ocuparse del cuerpo y sus atributos y exigencias. Aquello que se expresa con los nombres de espíritu y materia no son dos sustancias unidas entre sí de manera esencial o accidental, pero siempre en oposición. Son solo dos aspectos de la misma realidad, dos aspectos ciertamente contradictorios, pero al mismo tiempo partes constitutivas de la totalidad de lo real que antropológicamente se expresan

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