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Sociologia

everkinki31 de Julio de 2012

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Rubén Dario

Canción de Otoño en Primavera

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste

historia de mi corazón.

Era una dulce niña, en este

mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;

sonreía como una flor.

Era su cabellera obscura

hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.

Ella, naturalmente, fue,

para mi amor hecho de armiño,

Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más

halagadora y expresiva,

la otra fue más sensitiva

cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura

una pasión violenta unía.

En un peplo de gasa pura

una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño

y lo arrulló como a un bebé...

Y te mató, triste y pequeño,

falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,

¡te fuiste para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca

el estuche de su pasión;

y que me roería, loca,

con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso

la mira de su voluntad,

mientras eran abrazo y beso

síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera

imaginar siempre un Edén,

sin pensar que la Primavera

y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas,

en tantas tierras siempre son,

si no pretextos de mis rimas

fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa

que estaba triste de esperar.

La vida es dura. Amarga y pesa.

¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,

mi sed de amor no tiene fin;

con el cabello gris, me acerco

a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!

Juan Ramón Jiménez

ESTOY TRISTE, Y MIS OJOS NO LLORAN

Estoy triste, y mis ojos no lloran

y no quiero los besos de nadie;

mi mirada serena se pierde

en el fondo callado del parque.

¿Para qué he de soñar en amores

si está oscura y lluviosa la tarde

y no vienen suspiros ni aromas

en las rondas tranquilas del aire?

Han sonado las horas dormidas;

está solo el inmenso paisaje;

ya se han ido los lentos rebaños;

flota el humo en los pobres hogares.

Al cerrar mi ventana a la sombra,

una estrena brilló en los cristales;

estoy triste, mis ojos no lloran,

¡ya no quiero los besos de nadie!

Soñaré con mi infancia: es la hora

de los niños dormidos; mi madre

me mecía en su tibio regazo,

al amor de sus ojos radiantes;

y al vibrar la amorosa campana

de la ermita perdida en el valle,

se entreabrían mis ojos rendidos

al misterio sin luz de la tarde...

Es la esquila; ha sonado. La esquila

ha sonado en la paz de los aires;

sus cadencias dan llanto a

...

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