Uso y abuso de la palabra amor
280285Ensayo11 de Julio de 2014
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Uso y abuso de la palabra amor
Dice Pieper en la introducción a su ensayo sobre el amor: “hay razones más que suficientes que le sugieren a uno no ocuparse del tema del amor”. Es en verdad tan grande el abuso con que se ha utilizado y se sigue utilizando el término amor para aplicarlo a la relación varón-mujer, que no se puede dejar de recocer que se ha cumplido en este caso la “ley” en la que Lewis resumía la inclinación de los hombres a sustituir el sentido de las palabras éticamente famosas por su contrario
: “pon un nombre a una buena cualidad y pronto ese vocablo designará un defecto”.
Frente a este escamoteo del término amor, que lo reduce a sus usos abusivos, se alza la realidad incontestable de que el afecto entre marido y mujer es amor, un amor específico, que es el amor conyugal.
La iglesia, en no pocos textos magisteriales, se refiere al amor de los esposos y ve en él una imagen del amor que Cristo tiene a la iglesia.
A pesar del secular abuso de esta palabra, hoy asistimos a un renacer de su buen uso. Y no solo es una cuestión de lenguaje lo que explica este renacer.
Una primera causa se encuentra en la evolución social que, con mayor o menor intensidad, está alcanzando a todos los países; es el amor de los cónyuges, se dice, el que ha de protagonizar el matrimonio.
La causa que explica el renacimiento al que antes se aludía, es propia del campo católico. Por insistirse repetidamente en estos pasajes sobre la relevancia del amor, por calificarse al matrimonio como communitas amoris y por haber relacionado con el amor los tres bienes del matrimonio: los hijos; la unidad y la fidelidad; y la indisolubilidad.
¿En qué consiste el amor?
“el amor es sacrificio, obras son amores y no buenas razones, amar es desear, el amor es unión, el amor es posesión, amar es querer”, etc. Pero todas ellas (con ser verdaderas) son complementarias, lo que nos indica que ninguna de ellas es suficiente. Señalan rasgos del amor, sin decirnos qué es, esencialmente, el amor.
Dentro del campo filosófico hay una corriente bastante importante que enlaza el amor con la complacencia en la existencia de lo amado. Blondel, por ejemplo, por ejemplo, escribe: “el amor es por excelencia lo que hace ser”. Para Emile Brunner la fórmula del verdadero amor es: “te quiero porque existes”, a lo que Pieper contesta que es más bien: “¡Qué bueno es que existas!”. Dentro de esta línea de pensamiento cabe inscribir a Ortega y Gasset, quienes dijeron: “Amar una cosa es estar empeñado en que exista; no admitir, en lo que depende de uno, la posibilidad de un universo donde aquel objeto está ausente”. Y no ajeno a ella Gabriel Marcel cuando escribe: “Amar a una persona es decirle: tú no morirás”.
El orden del amor
¿Cuál es el orden del amor? Hace siglos el tantas veces citado San Agustín escribió una definición de la virtud especialmente significativa para responder a la pregunta que nos acabamos de hacer: “Virtus ordo est amoris”. La virtud es el orden del amor, y el orden del amor es la virtud. En consecuencia, el orden del amor, es la ley natural.
La ley natural (en sentido formal) es el orden del amor, y porque la lay natural es el orden del amor, los preceptos de ley natural representan explicaciones (derivan, nituntur) de la recta dinámica del amor.
Amor conyugal y voluntad
Antes, al tratar del amor en general, se ha hecho referencia al sentimiento y a la voluntad. Era necesario, porque hay un amor sensitivo y hay un amor de la voluntad.
No cabe duda de que eso es verdad. Pero en cualquier caso, sólo es amor propiamente humano aquel que nace o se asume en la voluntad. Por la voluntad actúa humanamente, esto es, libremente. La libertad es consecuencia de que la persona tiene el dominio, la autoposesión de su ser.
Consecuencia clara de
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