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El Engaño Del Comunismo


Enviado por   •  15 de Septiembre de 2014  •  1.555 Palabras (7 Páginas)  •  304 Visitas

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El engaño del comunismo

2 de Marzo de 2014 a la(s) 17:32

Isaac Villamizar

“Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo”. Así comenzaban Karl Marx y Friedrich Engels su “Manifiesto comunista” de 1848, un poderoso movimiento político que tomó auge a finales de del siglo XIX y comienzos del XX. En el entorno de estos autores, el comunismo era un movimiento marginal asociado a unas cuantas revueltas fracasadas y algunas obras difíciles y crípticas de la filosofía alemana. Sin embargo, un siglo después, dominaba medio planeta. Los comunistas aseguraban que el capitalismo creaba mucha riqueza, pero la clase media, llamada burguesía, quería mantener su posición de poder en la sociedad en lugar de compartir dicha riqueza con los trabajadores, llamados el proletariado.

¿Cuál era la solución propuesta por Marx y Engels? Su doctrina básica se sustentaba en la supresión total de la propiedad privada de los medios de producción para llegar a una sociedad sin clases. Para el comunismo, la auténtica democracia consiste en que el pueblo gobierne realmente también sobre el control de esos medios de producción. De allí que muchos países comunistas (que no eran democráticos en el sentido contemporáneo del término) se llamasen a sí mismos “democracias populares”. Para Marx y Engels, como la burguesía jamás cedería su poder de forma voluntaria, era necesario realizar una revolución violenta, para instaurar lo que denominaban “la dictadura del proletariado.” Los comunistas no sólo mostraban su hostilidad hacia el capitalismo, sino también hacia el imperialismo y la religión, a la que Marx calificaba como “opio para el pueblo”

Es importante adentrarse en las características de esta doctrina, en sus argumentos falaces y en las causas de su total fracaso. Así los venezolanos podemos comprender aún más el por qué de esta lucha, para no dejarnos imponer semejante barbaridad ideológica. Hay una gran diferencia entre lo que el comunismo predica y lo que hace cuando llega al poder. La diferencia es tan enorme que uno puede pensar que nunca salvarán la brecha entre la teoría y la práctica. Cuando Marx y Engels trataron de impulsar la revolución del proletariado, o cuando Lenin posteriormente lideró una rebelión real, el ideal por el que luchaban parecía noble a sus seguidores. El proletariado eran los desposeídos de la historia. Habían hecho todo o casi todo el trabajo en la sociedad y habían recibido muy poco de sus beneficios. El comunismo partía de una afirmación perfectamente razonable: vosotros sois la gran mayoría de la sociedad. A partir de ahora controlaréis el poder económico del Estado y por tanto recibiréis los beneficios económicos que genera. Durante un tiempo poseeréis incluso un poder absoluto, tiránico, pero ese poder será utilizado en realidad en beneficio de todos. Al final, esperamos, el Estado se marchitará y todos gobernaréis, en una especie de utopía, en beneficio de todos. Y este paraíso durará para siempre.

Sin embargo, ¿cómo funcionó en la práctica el comunismo? Stalin lo dejó evidente en Rusia, el primer país comunista. Los kulaks, campesinos independientes, querían continuar siendo propietarios de sus tierras y vender lo que producían con su trabajo en un mercado libre. “Esto no es comunismo –dijo Stalin-. El proletariado, actuando como clase, debe ser propietario de todos los medios de producción, vuestras tierras incluidas. Aun así, el cambio os beneficiará; por supuesto ¡no dejamos a nadie fuera del paraíso de los trabajadores!” Durante un tiempo dejaron a los kulaks con su trabajo independiente, pero al final, la “mayoría” decidió que debían “desaparecer como clase”. El exterminio comenzó a finales de 1929. Al cabo de cinco años, la mayoría de los kulaks, junto con millones de campesinos que también se opusieron a la colectivización de las tierras de cultivo, habían sido asesinados o deportados a regiones remotas como Siberia. Nunca se supo cuántos en realidad murieron en este proceso, pero según las estimaciones más precisas, se calcula que perdieron la vida unos veinte millones de personas. Ello sin incluir a los muchos millones más que murieron de hambre durante los años siguientes, después que la colectivización destrozara la agricultura rusa.

Ninguna mayoría, no importa lo grande que sea, tiene derecho a matar a los que no están de acuerdo con ella, no importa los pocos que sean. Este es un principio básico de la democracia. Si en verdad Lenin y Stalin hubieran contado con la mayoría, le decisión de colectivizar la agricultura, si se hubiera llevado a cabo de una forma más humana, pudiera haber llegado a ser considerada aceptable, a pesar de algunas injusticias para algunos ciudadanos.

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