Historia.

Ayer, revisando en mi videoteca, me encontré mirando una vez más el clásico filme Instinto, con las actuaciones de Anthony Hopkins y Cuba Gooding Jr. Particularmente debo confesar que a pesar de las críticas cinematográficas recibidas, el filme siempre me incita a nuevas reflexiones.

Para aquellos que no lo han visto les realizó una pequeñísima reseña: Anthony Hopkins interpreta el papel de un antropólogo dedicado al estudio de los gorilas, desaparecido desde hace dos años en Ruanda. La causa de su desaparición se debe a que este antropólogo había decidido sumarse a la vida del grupo de gorilas, abandonando la civilización.

Posteriormente Hopkins es acusado de haber matado a dos guardias forestales y es extraditado a los EUA. En este punto hace su aparición Cuba Gooding Jr., un clásico psiquiatra deseoso de hacer carrera de la Universidad de Miami, al cual se le encarga la realización de la pericia judicial.

En este punto comienza un debate sobre la libertad, las ansias de control y los problemas que acarrea la “civilización”.

Cuando hicieron la reseña de este filme en el periódico La Nación, se describía como: Un poco de “Joe, el gran gorila”, algunos toques de "El silencio de los inocentes", una pizca de "Atrapado sin salida", un puñadito de "La sociedad de los poetas muertos" y un aroma a "Robinson Crusoe".

Si bien es cierto que los personajes no logran salir de un círculo estereotipado demasiado estrecho para mi gusto, esto no le resta al filme su poder para movilizar el pensamiento, para inducir a la reflexión.

Considero que en toda la trama se abordan dos temas fundamentales (que dicho sea de paso, también coinciden con algunas de las reflexiones sobre las cuales gira el libro La muerte del caballo alado): el control y la ilusión de la libertad.

Nuestro deseo de controlar es verdaderamente más grande de lo que somos capaces de reconocer. Cuando controlamos nuestro entorno nos sentimos seguros porque pensamos que estamos al resguardo de lo inesperado. Sin embargo, la realidad es bien diversa y se necesita muy poco para cambiar nuestra situación de la noche a la mañana. Este grado de incertidumbre nos resulta muy difícil de aceptar y manejar, por lo cual intentamos controlar la mayor cantidad de factores posibles, en un vano intento de proporcionarnos una mayor estabilidad. Creemos que mientras más personas o situaciones controlemos, estaremos menos expuestos al azar o a los hechos imprevistos. Una creencia que no es del todo cierta porque realmente nuestra capacidad para controlar el medio es muy reducida.

Luego, existen personas para las cuales el ejercicio del control se convierte casi en una obsesión que incluso termina

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