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LA LEYENDA DE WALEKER


Enviado por   •  6 de Febrero de 2014  •  8.503 Palabras (35 Páginas)  •  707 Visitas

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“LA LEYENDA DE WALEKER”

LA DEIDAD DE LOS TEJIDOS WAYUU

Versión sobre el origen de los tejidos en el pueblo Wayuu

Cuentan los viejos Wayuu, que un día de primavera cuando los pájaros cantaron de alegría anunciando las primeras lluvias; cuando los suspiros florecieron y se llenaron de perfume los caminos, un joven salió de cacería por los montes del ISASHII, donde sólo impera la soledad y el miedo:

Aquel joven era un cazador valiente, como esos que llevan, en el pulso la prueba de su valor y en el cuerpo las huellas de sus heridas.

Dicen los ancianos que, cuando aquel joven nació, una estrella se desprendió del cielo e iluminó la noche. Y los augures vaticinaron al recién nacido grandes sorpresas en su vida.

Aquella mañana el cazador habíase adentrado lo bastante en el interior del monte cuando oyó de pronto, una vocecita suave que parecía brindar por los ramajes.

Al principio creyó que se trataba de un simple crujir de ramas a merced del viento. Y prosiguió su marcha.

Al rato, volvió a oír una risita entrecortada como la de un chiquilín a quien le hicieran cosquillas. Creyó el cazador que se trataba de un pajarito oculto entre las hojas. Y sin hacer caso reanudó su marcha.

Al dar un paso más, volvió a sentir la tierna vocecita. Esta vez, aguzó el oído, contuvo la respiración, acomodó la flecha sobre el arco y esperó que se repitiera el extraño rumor.

Muchas cosas pensó el joven en aquel instante: creyó que fuese una serpiente cazadora imitando las voces de su presa: creyó que fuesen las ramas del boscaje rozándose entre sí. Y hasta pensó que fuese un WANULUU en forma de pájaro que trataba de asustarlo.

Una mezcla de temor y curiosidad se apoderó del joven, quien bajo el temple de su coraje y la agudeza de sus sentidos avanzó poco a poco hacia el punto de donde salía la voz.

Cuál no sería su sorpresa, al ver una niñita echada en el suelo jugando con las hormigas.

Aquella niña fea, barrigona y sucia, se entretenía haciendo puentecitos por donde iban y venían las inquietas hormiguitas. Se reía a carcajadas cuando las veía saludarse con toda cortesía por los caminitos que trillaban. Otras veces, con una ramita les hacía agujeritos en el suelo por donde entraban y salían en ordenado afán. Y así, le repartía sabandijas y miguitas de PÜLAA que ellas acarreaban a sus cuevas.

Aquella criatura despertó tanta curiosidad en el joven, que este acercándose sigilosamente a ella por entre las matas, quiso asustarla. Pero la niñita al verlo no dio signos de mayor sorpresa.

-Qué hacéis aquí, niña?

-No veis que estoy jugando con mis amigas. –Respondió. El joven, entonces la abrumó de preguntas.

-¿De dónde sois? ¿Con quién habéis venido a estos parajes? ¿Quienes son vuestros padres? ¿Estáis extraviada?

La niña no hizo caso y siguió jugando con sus amiguitas.

Ella decía:

-Siempre WOKOLOONAT, nunca trae nada. Mientras las demás trabajan ella se queda en su galería haciéndose la tonta.

Esto era refiriéndose a una hormiguita cabezona que era muy perezosa.

El joven, sorprendido ante aquello que veía, creyó que estaba en un PULOÜI de extraños maleficios. Más, cuando trató de huir la niñita le dijo:

-No temáis, señor, que mis amiguitas no os harán daño, ellas son muy bondadosas y tan pronto caliente el sol se irán a sus casitas.

El joven, respondió:

-No sé quién sois. Tan pronto creo que sois una criatura de verdad, como un WANULUU en forma humana.

-No, no soy WANULUU; soy tan humana como vos, y prueba de ello es que, si dudáis de mí, llevadme y dejadme donde os mejor parezca. Yo soy triste huérfana que no tengo familia.

Mi madrecita la devoró un KALAIRA y mis hermanitas perecieron todas. Yo siento el temor de la soledad porque nadie se conduele de mí. Estas, mis amigas me acompañan en el día, mientras que en las noches, el frío aliento de los bosques llenan de lágrimas mis ojos.

A la niña, se le agolparon las penas, y haciendo una mueca en el semblante prorrumpió a llorar amargamente, a la vez que restregaba su rostro con el sordo de sus manitas sucias.

El joven, del estupor pasó a la compasión, y después de oír las palabras de aquella deforme criatura un beso de ternura estampó en su corazón. Había encontrado una florecita, antes hija de azar, ahora hija de su alma. Y con tierna caricia de buen padre la consoló en el acto.

El joven tomó de la mano, la levantó del suelo y la llevó consigo a su vivienda.

Aquel joven tenía unas hermanas orgullosas que jamás conocieron la ternura, nacidas tal vez, para nunca conocer la felicidad de madre; vientres estériles donde nunca cuajaron los frutos del amor; manos frías que no conocieron las caricias.

Cuando vieron a su hermano trayendo en sus brazos a una criatura repugnante dijeron:

-Esto es el colmo! Dónde habrá encontrado nuestro hermano semejante monstruosidad. De seguro que ese engendro de fealdad nos lo ha traído para asustarnos. Merece que se la destirpemos en su cabeza –dijo otra.

Y comenzaron a reírse haciéndole el ridículo a su hermano al verlo tan solicito con aquella criatura chata, cabezona, de ojos pelones, patoja, ventruda, lagañosa y fétida.

Cuando el joven llegó, les dijo:

-Hermana, os traigo esta niña para que cuidéis de ella, le prodiguéis los cuidados que merecen a su edad. Y la consideréis como una hermanita más, como una sobrina, como una hija. Recordad nuestra infancia desvalida y sin amor, después de haber perdido a nuestra madre. Crecimos como crecen las plantitas que no se dejan ahogar entre tupidos bruscales y malezas. Un tanto es ella, criatura endeble que puede traernos gozos o desdichas; pero que siempre nos recuerda lo bien que nuestros padres pudieron hacer de nuestras vidas.

Ellas escondiendo sus malvadas intenciones, simularon acatar las palabras de su hermano.

El joven dispensaba a la niñita los mayores cuidados: La bañaba, la peinaba, le daba de beber en su totuma, la acostaba en su chinchorro, la mecía y la dormía.

En los ratos de ocio, la consentía en todos sus antojos; la cargaba entre

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