Mitos y verdades del gobierno del general Rodríguez Lara en Ecuador
escritor55Ensayo23 de Julio de 2015
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Mitos y verdades del gobierno del general Guillermo Rodríguez Lara en Ecuador
David Andrade Aguirre
El análisis de los hechos históricos del pasado relativamente reciente puede resultar complejo, en especial si disponemos de informaciones contradictorias que tienen que ver con circunstancias políticas turbulentas, muchas de las cuales aún aparecen con un manto de contradicción u ocultamiento. Los medios de comunicación entregan una visión de los hechos coyuntural y muchas veces superficial, mientras los analistas teorizan, desde su óptica particular. Para el historiador contar con el testimonio directo de los protagonistas resulta entonces altamente revelador y se convierte en un aporte histórico fundamental.
En esta ponencia voy a procurar entregar un racconto de los hechos fundamentales de la historia ecuatoriana de los años setenta del siglo XX, contrastándolos con el testimonio de uno de sus protagonistas fundamentales, el general Guillermo Rodríguez Lara, a quien entrevisté, largamente, en dos ocasiones, el año pasado. La intención es analizar algunos de los mitos respecto de ese gobierno militar que han quedado en la percepción popular, en especial temas como la influencia de las compañías petroleras en el golpe de Estado, la influencia de militantes de izquierda en la planificación del gobierno y la participación del país en la denominada Operación Cóndor.
Analicemos pues el escenario político al inicio de la década. El doctor José María Velasco Ibarra ganó, por quinta y postrera vez, las elecciones de 1968, derrotando en un reñido proceso electoral a Camilo Ponce Enríquez y Andrés F. Córdova. A pesar de su discurso político, anclado en un liberalismo tradicional, la magnética personalidad de Velasco fue suficiente para otorgarle el triunfo electoral. El país salía de dos gobiernos provisionales con una nueva Carta Fundamental aprobada por la Asamblea Constituyente en 1967.
Velasco gobernó en base a una alianza circunstancial con el partido liberal, que duró apenas un año. Roto el vínculo con los liberales, se acercó al CFP, cuyo líder Asaad Bucaram, tenía a Guayaquil como su bastión político.
Fiel a su costumbre, el anciano líder pronto se sintió incómodo con la nueva Constitución, a la cual consideraba absurda. Promovió reformas constitucionales que fueron negadas por el Congreso. Se inició entonces una pugna de poderes de profundas repercusiones políticas.
El clima de intranquilidad, incrementado por las difíciles condiciones económicas y por la agitación estudiantil (hay que recordar que la lucha de los estudiantes por el libre ingreso a las universidades fue duramente reprimida por el gobierno), propició un auto golpe de Estado. El viejo caudillo se proclamó dictador el 22 de junio de 1970, aduciendo la “insuficiencia de las leyes”. En su mensaje a la nación, Velasco señaló que contaba con el apoyo patriótico de las Fuerzas Armadas, desconoció la Constitución vigente y puso en vigencia la Carta Fundamental de 1945.
Sin embargo la agitación no cedió. El gobierno reprimió a la oposición, en especial, a estudiantes y líderes sindicales. Desconoció a varios alcaldes electos y desterró a Bucaram a Panamá. Clausuró las universidades Central y Estatal de Guayaquil. Sin embargo, no logró solucionar los apremiantes problemas de la economía nacional.
El 29 de marzo de 1971, el general Luis Jácome Chávez, director de la Academia de Guerra, comandó un levantamiento militar con el fin de exigir la salida del ministro de Defensa, Jorge Acosta Velasco, atrincherándose en la hacienda La Balbina. Velasco respaldó a su sobrino y ordenó la detención de los cabecillas de la asonada.
Se produce entonces una reunión urgente de oficiales del ejército, con el presidente Velasco y su gabinete en el Colegio Militar Eloy Alfaro.
Cuando los ánimos se alteraban y la reunión amenazaba convertirse en revuelta, la posición conciliadora del director del colegio, general Guillermo Rodríguez Lara, fue decisiva.
En la entrevista, el ex mandatario recuerda las muy difíciles condiciones de la asamblea, en la cual, la mayoría de asistentes, tras demandar la libertad de sus compañeros oficiales, se pronunció por dar un ultimátum al gobierno, exigiendo la inmediata salida del ministro Acosta Velasco. Poco a poco los ánimos se exaltaban y no pocas voces se pronunciaban por la salida del gobierno. El general Rodríguez Lara logró dar por concluida la reunión, arrancando del doctor Velasco la promesa de rectificaciones. Recojo ahora un testimonio tremendamente interesante del general Rodríguez Lara. Al acompañar al mandatario hasta su auto, el presidente, indignado por lo que había vivido, le dice al general: “Esto es inaudito. Si eso quiere el ejército, tome usted el mando”. Ante esta actitud, el general Rodríguez le responde: “No, señor presidente. Siga usted. Pero es necesario que rectifique”.
En la entrevista, el general enfatizó que la formación militar exige la planificación de cada acción. Es por ello, explica, “me opuse a un cuartelazo improvisado, sin ningún tipo de análisis”.
El presidente logro entonces mantenerse en el poder, aunque seriamente debilitado. Debió sacrificar a su sobrino el ministro de Defensa Jorge Acosta. Poco más tarde, nombró comandante general del Ejército al general Rodríguez Lara.
La intuición política del doctor Velasco Ibarra lo impulsó poco después a convocar un plebiscito para retornar al orden constitucional. Los ciudadanos debían votar por la Constitución de 1945 o por una nueva Constitución reformada. Semanas más tarde se incorporó el llamado a elecciones generales para junio de 1972.
Sin embargo, la agitación política persistía. Velasco Ibarra permitió que Assad Bucaram volviera a Ecuador, lo que le convirtió en el candidato con más oportunidad de ganar las elecciones. Ante esta realidad, el gobierno presentó documentos que «certificaban» que Assad Bucaram había nacido en el Líbano bajo el nombre de Fortunato Khuri Buraye. El se defendió presentando su “partida de nacimiento” que demostraba que había nacido en Ambato. El país se polarizó. Los partidos políticos pedían la suspensión de las elecciones, argumentando que no podía ser candidato un extranjero.
(La similitud con un período negro de nuestra historia que desembocó en la guerra de los cuatro días, es evidente).
En las Fuerzas Armadas, en especial en el ejército, la preocupación iba en aumento. Se temía que la intensa agitación social y política devenga en enfrentamientos cuyo desenlace es imprevisible. Se disponía de información respecto del profundo descontento social y de la actividad cada vez mayor de agitadores en las principales ciudades del país. “La agitación crecía -recuerda el general Rodríguez Lara-. Ya no solo había preocupación sino presión de la gente para que las Fuerzas Armadas intervengan… Hubo un aspecto que influyó grandemente, la conducción de la política electoral… El gobierno quiso sacar al señor Bucaram de la palestra electoral, aduciendo su condición de extranjero… El régimen intentó conseguir el respaldo de las Fuerzas Armadas para dilucidar este tema, asunto que no nos correspondía…”
Recuerda el comandante, que el primer mandatario, actuando maquiavélicamente, decide anticiparse a la respuesta del mando militar y anuncia en Guayaquil que las Fuerzas Armadas se oponían a la candidatura de Asaad Bucaram. “Eso nos ponía en situación muy difícil y nos enfrentaba contra el pueblo, lo cual era inaceptable”, enfatiza el general Rodríguez Lara.
Reconoce que los desaciertos del gobierno de Velasco, en especial en materia económica, que impulsaron una devaluación que enriqueció a unos pocos y empobreció a la mayoría; el peligroso estado de agitación social; el intento de manipular las elecciones, y la intensa presión de todos los sectores, fueron evaluados cuidadosamente por el mando militar. Acepta así mismo que la declaración del presidente puso a las Fuerzas Armadas en una situación límite que podía traducirse en enfrentamientos con sectores populares, especialmente en Guayaquil, con consecuencias inimaginables. La salida fue la de retirar el apoyo a la dictadura civil del doctor Velasco Ibarra.
Le pregunté al general Rodríguez Lara si los intereses de las compañías petroleras fueron factor preponderante en el golpe de Estado del martes de carnaval de 1972. “En absoluto -me contestó enfáticamente-, ese no fue factor predominante en el análisis de la situación realizado por el ejército. Fueron las graves circunstancias económicas, políticas y sociales del Ecuador, las que nos obligaron a dar ese paso…”
Buscando la verdad histórica, de manera frontal insistí: “¿Quién o quienes golpearon entonces las puertas de los cuarteles?”. La respuesta
También fue contundente: “NADIE. Absolutamente nadie. Esa fue disposición mía como comandante general del Ejército. Ningún civil intervino. Fue un movimiento de las Fuerzas Armadas, exclusivamente”. Desmiente así la versión del ex agente de la CIA Philip Agee, quien atribuyó a la agencia una alta participación en el golpe.
El general Guillermo Rodríguez Lara, asumió el poder en nombre de las Fuerzas Armadas y proclamó una revolución nacionalista, el 15 de febrero de 1972. El doctor Velasco Ibarra fue desterrado a Panamá. Desde allí partió a Buenos Aires, en lo que sería su último exilio. Volvería al Ecuador, para morir.
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