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Producción agraria y sociedad colonial (A2 Azcuy)

Superduper98Apuntes9 de Septiembre de 2021

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Producción agraria y sociedad colonial (A2 Azcuy)

Tierra, ganadería y expansión terrateniente

Al fundar Buenos Aires en 1580 Juan de Garay retribuye a los conquistadores mediante el procedimiento feudal de la merced real de tierras. De esta manera,  como fuera señalado por numerosos historiadores, la ciudad nacía rodeada de un cinturón de grandes propiedades "2000 hectáreas cada una", que sin embargo pronto palidecen ante las gracias y mercedes territoriales concedidas entre fines del XVI y mediados del XVII: "aunque luego del repartimiento quedó bastante extensión, no tardó mucho en aplicarse, porque los vecinos principales, por sus servicios en la guerra que era frecuente con el indio bárbaro y otros motivos, solicitaban por merced terrenos comprehensivos de la extensión proporcionada a su mérito; por cuyo orden. cuando se publicó la Real Cédula de 1754 prescribiendo reglas para la venta y composición de tierras realengas baldías, ya estaban reducidas las de la campaña de esta ciudad por esta banda occidental, a la ocupación de varios particulares por estos títulos y otros".(1) Vale destacar que la campaña bonaerense virreinal sólo abarcaba entonces alrededor de una quinta parte de la su superficie actual de Buenos Aires, recostada sobre los nos Paraná y de la Plata, penetrando no más de cien kilómetros hacia el interior del territorio, con una frontera que hacia 1782 tendía a afirmarse al norte del río Salado. La totalidad de estos terrenos se dividía 2 grandes rasgos en dos franjas paralelas, de parecidas, aunque irregulares di menciona: una que abarca lo que se suele denominar campaña de antigua ocupación "la apropiada legalmente antes de 1754"; y otra, el área más es pacíficamente fronterizo, que aceleraría su poblamiento con la consolidación de la línea de fortines impulsada por el virrey Vértiz.

Esta interpretación resulta controlada y confirmada por los "censos de hacen dados" realizados en 1789 -únicos en su tipo en el período colonial-, que, al informar sobre las propiedades y los ganados, bosquejan los límites alcanzados por el derecho de propiedad hasta ese momento. Igualmente, en virtud del análisis del censo, hemos podido concluir que, sobre una muestra cercana al diez por ciento de la campaña bonaerense, un 1.8% de los terratenientes poseía el 53,6% de la tierra en latifundios mayores de cinco leguas cuadradas (13.500 hectáreas).

Mientras esto ocurre en la franja de antigua ocupación, las necesidades de expansión territorial de la explotación ganadera se satisfacen en La Banda Oriental -más dotada de ganados y relativamente menos de peligros, donde se dirigieron en procura de tierras muchos de los miembros de la élite de Buenos Aires. Sin embargo, la incipiente pacificación de la frontera sur, los efectos de la apertura del bueno, el incremento de la demanda externa de cueros y otros factores concurrentes, motivaron que a partir de alrededor de 1791 se inicia un proceso de expansión terrateniente, de extensión del derecho de propiedad de los particulares sobre los terrenos que pertenecen a la corona española, que tuvo lugar principal mente en el espacio comprendido por la que hemos denominado franja fronteriza.

El resultado preliminar de este proceso fueron más de 500 leguas 1350000 has) denunciadas hasta 1810 a un promedio de algo más de cinco leguas cuadradas cada una. Vale destacar que estas tierras realengas (o sea del rey, equivalente epocal de "fiscales"). habían ido siendo ocupadas, a riesgo de perder la vida a manos del indio, por diversos núcleos campesinos en procura de tierras donde reproducir su coxis tenencia sin la obligación de feudar, es decir sin tributar al dueño del ciclo como se estilaba en la campaña de antigua apropiación. En este sentido, dicho "arrendamiento forzoso" constituyó una de las relaciones de producción fundamentales vigentes en el espacio rural bonaerense de viejo poblamiento, conocido entonces como "tierras de semilla", por la obligación campesina de entregar al propietario una cantidad de simiente igual a la sembrada. 

Obviamente, entre las razones de la expansión terrateniente hacia el sur bonaerense debe sumarse la creciente presencia de esta potencial mano de obra, que pronto sería puesta bajo el fuero de los grandes estancieros, de manera que el derecho de propiedad de los denunciantes se transforma en fuerza de trabajo (plustrabajo) para las labores agropecuarias, y en plusproducto agrícola en forma de renta en especie; reservándose dichos propietarios el recurso a la expulsión y lanzamiento de los campesinos de los terrenos cuanto esto fuera lo más conveniente para sus intereses.

Estos procesos de expansión terrateniente, que sólo recientemente hemos podido identificar y cuantificar de manera ajustada, habían sido, sin embargo. referidos por distintos funcionarios del régimen colonial. Así, Azara señaló que el denunciante de tierras justificaba haberlas poblado "cuando no ha hecho más que esclavizar a los verdaderos poblado res": y el comandante de la campaña de Buenos Aires advertía que "si a este tenor, que muchos apetecen que continúe. se van repartiendo los terrenos realengos de esta frontera, en breve tiempo los dominará todo un corto número de sujetos, dejando en la mayor miseria a una porción de pobladores que en ellos mantienen sus costas haciendas y labranzas".

Sin perder de vista esta problemática, y recordando que en tomo a la tierra se anudaron las relaciones sociales fundamentales, procuraremos establecer ahora cuáles fueron las producciones más características del mundo rural rioplatense. Al respecto es posible señalar que, tanto en Buenos Aires como en la Banda Oriental, y durante todo el siglo XVIII. sin duda la ganadería fue la producción fundamental -"Las vacas son las minas de este país". se decía por entonces, reiterándose dicho predominio también en el XIX.

En Buenos Aires, luego de extinguido el ganado cimarrón, o alejado campo adentro, donde resultaba tan costosa como temeraria su persecución, la ganadería bovina se encauza lentamente hacia el marco de las estancias, que tendieron a transformarse en las unidades de producción características en las que se reproduciría en adelante el vacuno.

Esta afirmación no debe, sin embargo, hacer perder de vista que si bien crecía el papel de los rodeos de ganado manso. se prolongaba la costumbre de no generalizar su marcado en una campaña en la que se carecía por completo de alhambra. dos y cercas. Estas circunstancias facilitaron la multiplicación del denominado ganado alzado, alejado de sus querencias por secas y estampidas, en cuyo seno conviven animales con y sin marca, de marcas desconocidas provenientes de partidos alojados, y aun algunos cimarrones.

De esta manera, a la general mezcla de los ganados verificada en la localidad de la campaña se agrega la presencia de estos alzados, especialmente en las zonas fronterizas: sobre esta base cobraron relevancia las relaciones de fuerza vi gentes entre los distintos sujetos sociales rurales, dado que crían los terratenientes y algunos campesinos acomodados - ambos epocalmente confundidos, junto a los campesinos más pobres, bajo el calificativo de "hacendados"- quienes controlarían las recogidas que periódicamente se efectuaban de dichos animales, así como el modo en que se distribuyen entre los participantes en la tarea. Naturalmente, los poderosos también solían tener la última palabra, y el beneficio, en las pujas y conflictos origina dos por la confusión de los ganados, para lo cual además de prestigio e influencia nunca tuvieron a su favor el ejercicio del control del poder estatal-comarcal y diversos vínculos familiares y económicos con sectores de la élite urbana.

Si bien durante años. tomando algo así ticamente los testimonios de algunos viajeros y otras impresiones apócales, se aceptó la idea de que en Buenos Aires habrían pastado millones de vacunos, al examinarse el problema se concluyó que la cantidad de animales que albergaba la campaña por la habría rondado alrededor del millón y medio de cabezas, resultando historiográficamente imposible establecer su número exacto, así como la cantidad de hembras y su tasa de parición, sin perjuicio de lo cual y en virtud de la información disponible es posible suponer que el multiplico anual tendía a oscilar en los 300.000 vacunos.

A pesar de su imponencia, sin em barco, la bovina no fue la única, ni tampoco siempre la principal, producción ganadera bonaerense. Continuando una tradición ya señalada al referimos al XVII, la cría de mulas con destino a las zonas mineras del norte continuó ocupando un papel significativo, con picos y retrocesos dictados por las coyunturas comerciales que afectan dicho circuito de intercambios.

Recién hacia 1780, y en virtud del descalabro que la gran rebelión de indios y mestizos dirigida por Tupac Amaru produjo en el ordenamiento colonial, cortadas o muy dificultadas las rutas el comercio altoperuano, se termina de afirmar el predominio del vacuno. Otras razones contribuyeron a ello: reforzamiento de las defensas fronterizas al sur de la capital, la necesidad de proveer el abasto de carne de una población en crecimiento, y, especial mente, el incremento de la demanda de cueros estimulada por la relativa libe realización comercial en curso.

Junto a los vacunos y las mulas, merecen una mención los ovinos. Esta especie, muy numerosa y difundida en toda la campaña, no representó un papel imponente en los negocios ganaderos, sin embargo, no se debe subestimar su papel en la dieta bonaerense: unos 150.000 animales al año se introducen para el consumo de la ciudad además de los que se sacrificaban directamente en los campos. En este sentido, la abundancia de ovejas también jugó un papel destacado en la frustración de cualquier proceso de proletarización de los productores directos -imposible por otra parte en el marco de una producción puramente estacional, toda vez que al igual que el vacuno, pero más fácil y menos ilegalmente, entregó un alimento esencial para la auto subsistencia de los sectores más humildes del campo y la ciudad.

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