San Martín Y Los Pueblos Indígenas De Nuestra América
Bossirojas1 de Junio de 2013
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SAN MARTIN Y LOS PUEBLOS
INDIGENAS DE NUESTRA AMERICA
Palomita hermosa,
de todo mi amor,
hagamos memoria
del Inca Señor.
Vuela, vuela alegre,
aplaudiendo al fin,
y dale las gracias
a mi San Martín.
Yaraví
Anónimo
INTRODUCCION
“Todo plan imperial avanza gracias a un aparato ideológico que lo legitima”, afirma el intelectual venezolano Luis Britto García en su reciente libro Las cadenas jurídicas de la globalización. A la dictadura ideológica de los medios de comunicación (nueva y poderosísima herramienta de intoxicación cultural), se le suman los cuatro espacios tradicionales desde donde se ejerce el control del pensamiento y las conductas: la educación, la ciencia, la moral y el arte. La lucha por la liberación nacional y social entonces, encuentra un campo de batalla concreto en el nivel de las ideas: “de pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento” decía el patriota cubano José Martí. Reconstituir un pensamiento revolucionario vigoroso, capaz de enfrentar la poderosa maquinaria de contaminación ideológica del Imperio, es el requisito indispensable en la lucha emancipadora. Al “pensamiento único”, el posmodernismo y las ideas neoliberales es insoslayable oponerle: 1) la revalorización de nuestra auténtica cultura nacional y popular (aquella que rescata los valores democráticos y revolucionarios de las masas, como bien lo señalaba Lenin); 2) el rescate de nuestras mejores tradiciones de lucha, la memoria colectiva con sus héroes y significados; 3) lo mejor del pensamiento revolucionario mundial y el aporte de las ciencias a la elaboración teórica/práctica; 4) la nueva ética (el “hombre nuevo” que pregonaba el Che), sostenida sobre los pilares de la solidaridad, el igualitarismo, el amor al prójimo y el respeto a la diversidad; y 5) el pensamiento ecológico, que vincula al hombre, como ser social en armonía con la naturaleza.
Estos cinco elementos constitutivos del nuevo pensamiento revolucionario están contenidos en el rescate de la figura de nuestro máximo héroe, José de San Martín. En él encontraremos el vigente mensaje del valor del rescate de los elementos democráticos y revolucionarios que contiene la cultura popular; la figura síntesis de las ideas y acciones libertarias de una época; la condensación del pensamiento universal más revolucionario que se expresó en las luchas antiabsolutistas y democráticas; una ética basada en el desprendimiento, la generosidad, el sacrificio, el patriotismo y la justicia; y una visión ecológica -significativa para la época- que se basaba en la revalorización de la cultura de los pueblos originarios. De esto último, de la relación del general San Martín con las poblaciones autóctonas de Nuestra América, es de lo que trata este breve de trabajo.
DISCUTIR SOBRE SAN MARTIN
La lucha ideológica se da en diferentes escenarios y de las formas más sorprendentes. Es harto conocido que en la guerra quien domina el terreno de operaciones tiene supremacía sobre el contrincante. Hasta ahora, el imperialismo ha sabido elegir los escenarios de lucha e imponer las discusiones llevándolas al terreno más conveniente a sus intereses, tanto para ganarlas como para llevarlas al camino de la distracción y el “punto muerto”.
Un ejemplo de esto que afirmamos es el caso de la discusión que se dio el año pasado con respecto al general San Martín en el sesquicentenario de su muerte. Cuando todo hacia prever que durante ese año la discusión rondaría en torno a la vigencia del mensaje sanmartiniano, las fuerzas de la manipulación lograron desviar el debate hacia un terreno vacuo. El “historiador” José Ignacio García Hamilton en su libro Don José, Vida de San Martín señala -entre muchas otras cosas- que el Libertador no era hijo de Gregoria Matorras y Juan de San Martín como hasta ahora se venía afirmando, sino que era hijo de Diego de Alvear y una india guaraní. Del terreno histórico/político, donde tendría que haberse centrado la discusión, se desvió hacia otro, más ligado al escándalo farandulero, por ende, distractivo y también frívolo. Pero esto no es todo, porque lo grave es que tanto historiadores como políticos, periodistas, comunicadores sociales, sociólogos y todo tipo de opinadores, llenaron páginas enteras de diarios y revistas y espacios televisivos y radiales dando sus puntos de vista sobre las consecuencias de este “descubrimiento”. No faltaron los indignados ni los que aprovecharon para “humanizar” al prócer, tampoco los arranques racistas y las interpretaciones psicologistas, como asimismo la confusión que reinó entre los grupos indigenistas new age. La maniobra había prendido, de San Martín no se hablaría otra cosa que no fuera sobre su origen familiar, sus amores, sus “debilidades”.
Ahora bien, esta maniobra ¿fue provocada concientemente o su produjo meramente por casualidad? En un país donde la corrupción, la entrega y la injusticia social son monedas corrientes, una reflexión sobre la vida y obra de quien combatió precisamente esas lacras hubiera sido aleccionadora y motivante para la conciencia de los argentinos. Hubiera ubicado a San Martín del lado de la barricada de los que resisten la situación actual, con lo que ello implica de peligro para quienes monopolizan la imposición de referentes y héroes. La oportunidad se perdió, tal vez era inevitable, pero también hay que considerar que a la intelectualidad patriótica y revolucionaria nos faltó reflejos para generar el “vuelvan caras” de una contraofensiva en el propio terreno elegido por el enemigo. Si la discusión pública pasaba por el mestizaje de San Martín y su supuesta madre indígena, se nos presentaba una coyuntura más que interesante para debatir sobre la relación de San Martín, conductor de la guerra emancipadora, con las comunidades indígenas; del componente popular de su ejército y de las medidas que adoptó en beneficio de los aborígenes y demás sectores desposeídos; de la revalorización de la cultura precolombina como patrimonio de la gran cultura americana y de la integración del componente autóctono en igualdad de condiciones con el resto de la sociedad.
No en el momento justo, más bien apelando al “más vale tarde que nunca”, es que brindamos a continuación estas reflexiones sobre San Martín y los pueblos autóctonos, pero concientes también, que nuevas batallas sobre este terreno se van a librar y es obligación de todo revolucionario estar preparado y dispuesto al combate.
ORIGEN DE LA MANIOBRA DISTRACTIVA
Hace unos cuatro años aproximadamente, el ingeniero Diego Herrera Vega recuperó un libro de memorias que había escrito María Joaquina de Alvear y Sáenz de Quintanilla, hija de Carlos de Alvear. Este libro, un libro encuadernado de comercio, con cartas, anotaciones y recortes periodísticos, había sido encontrado en 1958 por el abuelo del ingeniero antes citado. Luego de extravíos y aparentes ocultamientos, Diego Herrera Vega lo dio a conocer. Lo importante de este material es que allí, la hija de Alvear afirma ser “sobrina carnal, por ser hijo de mi abuelo el señor Don Diego de Alvear y Ponce de León habido con una indígena correntina, del general Don José de San Martín”. En base a esto, y reforzado por la aparición del libro de José Ignacio García Hamilton Don José, Vida de San Martín, donde el autor desarrolla esta tesis sustentada en la tradición oral de la familia Alvear y otros datos no siempre desconocidos -desaparición de la partida bautismal del Libertador y poca certeza de la fecha de su nacimiento-, es que se monta la maquinaria ideológica del sistema dominante para generar una polémica que sirva como “cortina de humo” a la discusión que se avecinaba: la vigencia del mensaje sanmartiniano, San Martín hoy.
La polémica se desató: unos solicitaban pruebas de ADN, otros ponían el grito en el cielo por el solo hecho de sugerir que el Padre de la Patria podía tener sangre india en sus venas. De San Martín y su relación con los aborígenes poco se habló, sólo de aquello que podía defender una u otra hipótesis.
A un año del sesquicentenario de la muerte del Libertador, ya no hay más espacios en los medios de comunicación para hablar del Gran Capitán, el tema ha “perdido interés”, ya se han desempolvado todos los documentos relativos a esa polémica inconclusa y estéril y los custodios del Instituto Sanmartiniano ya duermen tranquilos: es preferible que a San Martín se lo tilde de bastardo, borracho, mujeriego, ladrón y cobarde a que se lo vincule con la justicia social, la unidad latinoamericana, la defensa del oprimido y la lucha contra el imperialismo.
SOBRE LA FORMACION IDEOLOGICA DEL LIBERTADOR
Don José de San Martín fue hijo de su tiempo histórico, embanderándose desde muy joven en el partido de la “Libertad, la igualdad y la fraternidad”. Las ideas revolucionarias de los franceses del ‘89, imbuidos en el pensamiento de Rousseau, Montesquieu, Voltaire, D’Alembert, entre otros, más la influencia del pensamiento progresista español de Jovellanos, Campomanes y Flores Estrada formaron al Libertador en las ideas de la Declaración de los Derechos del Hombre, la soberanía popular, el rechazo a la nobleza, a la Inquisición y a todo tipo de privilegio de sangre, en la democracia y el concepto igualitario de ciudadanía.
En el fragor de la lucha contra los ejércitos napoleónicos, los liberales españoles, aquellos que propiciaban una revolución democrático burguesa que sacudiera la España de las clases parasitarias, se vieron envueltos en tremendas contradicciones:
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