Érase Una Vez América

Erase una vez una numerosa familia que vivía en el continente asiático (donde todos parecen iguales con sus ojos pequeñitos y su cabellos lisos y oscuros como la noche), todos compartían en armonía, los padres proveían alimentos y sustento a sus hijos, los hermanos jugaban y colaboraban en los quehaceres del hogar, y así crecían en número haciéndose tíos, sobrinos, primos y siguió ascendiendo la familia. Hasta que un día uno de los padres de familia, considerando la escasez de alimentos que ya había y en busca de una mejor condición de vida para su familia decidió mudarse y junto con él algunos de sus vecinos, pero al no conocer ampliamente el territorio que tenían por delante decidieron seguir a los inmensos mastodontes, a los alces y a otros mamíferos que habitaban a su alrededor y que comenzaron a marcharse también en busca de alimento para sus crías. Con el paso de los días y el largo trayecto que ya habían recorrido, se consiguieron con un puente natural de hielo que se había formado con el transcurrir de los años

por las bajas temperaturas, y caminando sobre el, tras los gigantes mamíferos, sin darse cuenta cruzaron a otro continente llamado América donde encontraron alimento y unos nuevos espacios para desarrollarse, y allí empezaron hacer vida poblando ese hermoso paraíso.

En otro lugar del mundo donde yacían un gran número de islas llamadas polinesias y melanesias, también habitaban grandes familias de piel oscura y corpulentas figuras que vivían del cultivo de la tierra y de otras actividades de las cuales sustentaban a sus familias. Un día, motivados a la curiosidad de conocer que había mas allá del inmenso mar que tenían frente a sus ojos, y dando uso a sus excelentes técnicas de navegación decidieron abordar sus canoas (a las que llamaban piraguas de balancín), con sus familias y alimentos de provisión, y así emprendieron un largo viaje con la esperanza de encontrar tierra nuevamente; pasando los días y los meses se fue acabando el alimento y empezó la angustia y la desesperación por pisar tierra de nuevo, lo que hizo que

remaran con mas fuerza y rapidez con la ayuda de las inmensas corrientes marinas, hasta que un día a lo lejos, en el horizonte pudieron observar un hermoso paraíso lleno de verdes bosques y grandes montañas copadas en su cima por blanca nieve. Al llegar a ese bello lugar fue difícil adaptarse a las nuevas temperaturas, pero la tierra era tan fructífera y bendita que cada uno pensaba en cuanto valió la pena haberse dirigido a ese lugar que parecía el mismo cielo. Y así comenzaron a crecer más y más las familias y empezaron a poblar ese pedacito de tierra al que habían llegado para quedarse.

Al mismo tiempo, en un lugar llamado Australia crecía y se expandían grandes grupos de familias que decidieron utilizar sencillas balsas para comenzar a navegar el inmenso mar, y el viaje tuvo varias estaciones, la primera

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