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Actos Escolares


Enviado por   •  11 de Junio de 2015  •  764 Palabras (4 Páginas)  •  251 Visitas

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Todos guardamos, entre nues¬tros recuerdos infantiles, un lugarcito destinado a conservar allí aquellas emociones que cosechá¬ramos de paso por la escuela pri¬maria.

De vez en cuando la memoria las pasea por el presente y asoman:

Primero el miedo, vestido con ajustados manguines a cuadros... el primer día de clases.

Luego sí, la alegría de obtener un “¡Precioso!” por escribir "Lalo va a la ola"...

La semana sin recreo junto al vidrio quebrado...

El orgullo de integrar el equi¬po titular...

Ese calorcito incomprensible, cuando me miraba “la rubia del 5° B”...

Y las lágrimas, en un lejano diciembre...

Muy raramente coincidimos en la jerarquía que otorgamos a cada evocación. Sin embargo, en deter¬minadas impresiones nos manifes¬tamos con opiniones casi unáni¬mes.

Este es, justamente, el caso de los actos escolares.

La mayoría los rescatamos del olvido con una íntima sensación de "vergüenza retroactiva", por haber sido obligados a protagoni¬zar ciertos hechos que no enten¬díamos del todo.

Simplemente cumplíamos.

Nos mandaban al frente y sa¬líamos a recitar la letra aprendida de memoria y a los tropezones.

No se nos estaba permitida la timidez ni el arrepentimiento a úl¬timo momento' un puñado de pa¬dres nos miraban sonrientes, espe¬rando acaso de nosotros más de lo que queríamos y podíamos dar.

¿Quién no recuerda aquellos solemnes monólogos de los maes¬tros?

No importaba el tiempo que estuviéramos parados.

“¡Si la Patria me llama aquí es¬toy yo!”

¿Cómo negarnos entonces?.

Pero, si al menos nos hubiesen sugerido la verdad...

Si se hubiesen preocupado por contarnos el cuentito como real¬mente ocurrió.

¡Si al menos lo hubiéramos en¬tendido!

Recuerdo un 12 de octubre a mi compañero de 8 años, hablando de los "valientes conquistadores".

Yo mismo, sin saber cómo pro¬nunciar Rondeau, recibiendo un reto por el sólo hecho de dudar en público.

Después, en un rincón, la pro¬fesora de música torturaba el pia¬no, nerviosa, pensando quizás que es ese acto corría la suerte de su puesto.

Entonces cantábamos palabras que nos resultaban vacías de con¬tenido, llenas de incógnitas.

Digamos: “el Padre nuestro Artigas, Señor de nuestra Tierra”... ¿era un dios?

Sí, claro: "para la historia un genio, para la Patria un Dios..."

¿No estaríamos exagerando con un himno tan radicalmente masón?

¿No habría más opción como "orientales" que "la Patria o la tumba"?

Yo,

...

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