Arq. Moderna
fers110711 de Septiembre de 2014
781 Palabras (4 Páginas)270 Visitas
ARQUITECTURA MODERNA
El siglo XX puso a México, por primera vez en su historia, ante la posibilidad de ser contemporáneo de las naciones que decidían la orientación de la arquitectura en el mundo.
Las primeras obras mexicanas de los novecientos son herederas en sus formas del pasado, aunque sean muy avanzadas técnicamente hablando: el Palacio Postal, el Palacio de Comunicaciones, el nuevo Teatro Nacional y el frustrado Palacio Legislativo.
Todas ellas fueron proyectadas por extranjeros, “únicos capacitados para abordar su gran complejidad”. Tienen estructura de acero y concreto, así como modernas instalaciones hidráulicas y eléctricas, ascensores y teléfonos.
Ni la Guerra mundial, ni la Revolución mexicana de permitirían la sobrevivencia de muchos vestigios del pasado en la cultura.
La década de 1920 fue de nuevos horizontes en todas las artes, situación inédita para nuestro país que pudo, sin embargo, hacer frente al reto con éxito. Más que ninguna otra nación del continente americano, México se encontraba abierto a la posibilidad de un Renacimiento
Puede decirse que todo el siglo XX se define, en la arquitectura mexicana, como un abanico cuyos extremos pueden incluir tanto el cosmopolitismo más común, como el nacionalismo más estrecho.
En una franja intermedia quedan las mejores obras de arquitectura del siglo XX mexicano, que pueden pasar al mismo tiempo la prueba de la modernidad y la de su adaptación a la tradición local.
Tres arquitectos egresados de la oficina de Obregón Santacilia lo emulan: José Villagrán, Juan O’Gorman y Enrique del Moral.
En la ruta abierta por Del Moral, Luis Barragán consigue el mayor de los éxitos, su propia casa construida en 1947 es una de las obras más famosas de la arquitectura mexicana de este siglo. Pero al margen de la vanguardia, las ciudades mexicanas adaptan a la arquitectura doméstica un art déco menos espectacular que el de los grandes edificios públicos, apareciendo colonias como la Hipódromo o edificios como el Ermita y el Basurto. Es sorprendente el trabajo del ingeniero José A. Cuevas en la Lotería Nacional, cuyo auditorio ostenta una cubierta que anticipa el trabajo de Félix Candela.
A mediados del siglo se erige el conjunto arquitectónico más ambicioso de la modernidad mexicana: la Ciudad Universitaria. Su urbanización se debe al citado Del Moral y al mexicano formado en París, Mario Pani.
En 1952 Frank Lloyd Wright valoraba como los mejores edificios de la Universidad, el estadio de Augusto Pérez Palacios, Raúl Salinas Moro y Jorge Bravo, la biblioteca de Juan O’Gorman, de Gustavo Saavedra y Juan Martínez de Velasco, y los frontones, obra de Alberto Arai. Lo que Wright más apreciaba en estas obras es lo ya señalado: haber fundido el lenguaje moderno y la tradición arquitectónica mexicana, especialmente la más valiosa para alguien como él o Valéry: la prehispánica. Dijo Wright del estadio: “El estadio de la Universidad de México es precisamente de México... Aquí se pueden ver las grandes tradiciones antiguas de México honrando a los tiempos modernos”.
Ricardo Legorreta consigue un éxito importante en 1968 con el hotel Camino Real, y las décadas de 1970 a 1990 lo verán surgir como protagonista indudable del fin de siglo mexicano, al lado de arquitectos de vocación monumental como Agustín Hernández, Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky; estos últimos con obras conjuntas: el INFONAVIT y El Colegio de México. Zabludovsky alcanza uno de sus mayores logros con el Auditorio de Guanajuato, mientras González de León lo hace con el nuevo Conservatorio de Música tres años más tarde.
Todos estos arquitectos pueden aún servir como ejemplo de la vigencia del camino planteado por primera vez a la arquitectura mexicana en la década de
...