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COMENTARIO DE LA PINTURA HISTÓRICA DE FRANCISCO PRADILLA, LA RENDICIÓN DE GRANADA (1882)


Enviado por   •  4 de Abril de 2017  •  Reseñas  •  464 Palabras (2 Páginas)  •  140 Visitas

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COMENTARIO DE LA PINTURA HISTÓRICA DE FRANCISCO PRADILLA, LA RENDICIÓN DE GRANADA (1882)

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Nos encontramos, sin duda, ante la obra maestra del pintor aragonés Francisco Pradilla Ortiz (antes había sido aplaudido por su pintura sobre Juana la Loca); se trata de un óleo sobre lienzo de gran tamaño titulado La rendición de Granada (1882), el cual, como no podía ser de otro modo, presentará un motivo central con marcado contenido histórico y belicoso.

Pradilla encarnará aquí un episodio cardinal en la Historia de nuestro país: el momento en el que el último rey granadino, Boabdil el Chico (“el Desdichado”, según el pueblo llano), el 2 de enero de 1492, le hizo a lomos de su caballo la simbólica entrega de las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos. Era su renuncia definitiva a la soberanía nazarí. El último reducto musulmán peninsular acababa de sucumbir tras diez duros años de campañas militares; las Capitulaciones de Granada serían la más fehaciente prueba de ello.

Se trata de un cuadro, este de la Reconquista, con una muy clara diferenciación en cuanto a los individuos en él retratados: musulmanes frente a cristianos, o lo que es lo mismo, a la izquierda los del primer grupo, y a la derecha, los segundos. Entre estos van a sobre-salir Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla –en  primera instancia–, que presiden un amplio cortejo en el que se identifican a Íñigo López de Mendoza, quien responde al título de conde de Tendilla, a la infanta Isabel y al príncipe Juan. Tras estos, y a modo de relleno y empaque a la victoria cristiana, hallamos al recientemente victorioso ejército español. Por su parte, en el otro lado se sitúa Boabdil acompañado de un grupo de fieles cortesanos (“los fieles caballeros de su casa”, según se recogía en las Capitulaciones). Las almenas de la ciudadela de la Alhambra, así como las blancas casas del Albaicín (fundamentales ambos motivos arquitectónicos para que el contexto situacional sea perfecto), sirven de preciosista marco para la nubosa escena.

La composición, con un marcado matiz realista, denotará mediante los ropajes de sus representados (fijémonos cómo son de coloridos –o no– unos y otros, y sus accesorios, detalles y acabados) y los caballos sobre los que se asientan, características intrínsecas de sus dos grupos retratados: mucho más austeros, simples y oscuros para los musulmanes, y más recargados, brillantes, claros y detallistas para los españoles.

Por último destacar que, este lienzo del siglo XIX tendría como objeto el servir de lucimiento al Palacio del Senado, el cual se planeó decorarlo con diversas pinturas y estatuas de destacados personajes de nuestro pasado. Era esta, quizá, la forma más recurrente de hacer notar la unidad del país en ese momento.

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