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Constitucion

Arieljimenez5 de Diciembre de 2011

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Medardo Mejía

Siempre que la humanidad da un paso adelante en medio de revoluciones sociales o de guerras progresivas, manda luego a las naciones que se acomoden a un nuevo orden constitucional.

Por tales revoluciones o guerras es que se habla de ciclos constitucionales, que en los tiempos modernos han desfilado del modo siguiente: I) El de la Revolución francesa de 1789; 2) el de la Revolución europea de 1848; 3) el de la primera guerra mundial de 1914 al 18; y 4) el de la segunda guerra mundial a guerra de la humanidad contra el fascismo de 1930 al 45.

La Revolución francesa de 1789 propagó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y las Constituciones derivadas establecieron la República u otras formas consecuentes con la soberanía popular en Europa y en América. La falla descubierta después en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fue su concepción absoluta, que hacía la ofrenda de un individualismo abstracto que era completamente ajeno a la realidad social.

Al ciclo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano corresponden en América cuantas copias se hicieron de la Constitución de Cádiz de 1812, descartando al rey y al Papa; el Discurso del Congreso de Angostura de Bolívar; la Constitución Federal de Centro América de 1824, más las reformas de Morazán de 1835, y, las Constituciones individualistas de Honduras en el pasado y en el presente siglo.

La Revolución europea de 1848 hizo a través de numerosas proclamas la Declaración de los Derechos del Hombre Económico y Social, ya como propietario de bienes de producción, ya como dueño de uno sólo representado por su fuerza de trabajo, y las Constituciones correspondientes agregaron a los derechos individuales anteriores los derechos económicos y sociales, unas veces con más favor para el capital y otras veces con cierto equilibrio del capital y el trabajo. Y con este añadido, el constitucionalismo se había mejorado tanto en Europa como en América.

Al ciclo de la Declaración de los Derechos del Hombre Económico y Social corresponde en el Nuevo Mundo la famosa Constitución de Querétaro, México, que fue luz constitucionalista en el Continente, y también, como reflejo, la Constitución de Honduras en 1924, que incorporó con una timidez de niña campesina, coronada de hojas de arrayán, algunas sugerencias sobre los derechos del trabajador, a pesar de que ya los habían recomendado con amplitud y fuerza los Pactos de Washington en 1923.

La primera guerra mundial de 1914-18, al llegar al punto culminante del Tratado de Paz de Versalles, ratificó los derechos individuales del hombre y del ciudadano y los sociales del capitalista y el trabajador y los hizo extensivos a todos los pueblos, a todas las naciones, a todas las razas sin discriminación alguna y a la vez incorporó –a propuesta del Presidente Wilson– el derecho de autodeterminación de las naciones, a fin de alcanzar el equilibrio indispensable a la paz en áreas mundiales. La Liga de las Naciones debía vigilar, proteger y garantizar los derechos individuales, sociales y las Constituciones derivadas debían inspirarse en el nuevo orden universal, siendo notorio que la Constitución más sobresaliente de aquella época fue la Constitución de Weimar, Alemania, siguiéndole, en lo que a nuestra zona idiomática respecta, la de España.

El ciclo del tratado de Paz de Versalles no inspiró una nueva Constitución, ni siquiera una reforma progresista en Honduras. Nuestros grandes hombres (¿), obligados a una mayor atención sobre los sucesos del mundo, andaban en los cerros del Pedregalito.

La segunda guerra mundial de 1939-45, también llamada guerra de la humanidad contra el fascismo, que es en el fondo la revolución democrática más amplia y más profunda que han presenciado los siglos, conducida por el genio del Presidente Roosevelt y sus socios a

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