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Descubrimiento De América


Enviado por   •  27 de Octubre de 2013  •  1.793 Palabras (8 Páginas)  •  317 Visitas

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Cuentos de Marieta: El descubrimiento de América

Pablo con cuatro años tiene novia. Se llama Lidia. De lunes a viernes al salir de la guardería se dicen adiós hasta que son dos puntitos en el horizonte. En casa se pasa todo el tiempo hablando de ella.

Un día la niña le preguntó si conocía a Colón. Éste movió su cabeza diciendo que no. Le preguntó si conocía Cuba. Tampoco. Él conoce a todos los futbolistas del equipo madrileño de su padre, reconoce las marcas de todos los coches que van por la calle pero nunca ha visto a Colón ni a Cuba.

Su madre le compró una pelota, que tiene dibujado un mapamundi cuando él le preguntó dónde estaba Cuba y se ha pasado toda la tarde dando patadas al balón y señalando la isla.

A la hora de acostarse pidió a sus padres que le contaran cosas de Colón. A su padre casi le da un soponcio y llamó a la madre para que se hiciera cargo de su erudito hijo. Al final los tres se acomodaron en la cama con un libro de historia y comenzó el relato.

Hubo una vez un hombre llamado Cristóbal Colón. Era misterioso, de profesión marino, como Simbad y soñaba con grandes aventuras, con grandes riquezas. Los Reyes necesitaban telas de seda, especies, marfil y otros productos que traían de las Indias.

-Los Reyes son tres: dijo Pablo

-No cariño, le dijo su madre, esos son los Reyes Magos. Los Reyes de Colón se llamaban Isabel y Fernando.

El camino a las Indias estaba abarrotado de piratas que atacaban a todos los barcos que se atrevían a pasar por allí. El Mediterráneo era un mar peligroso. Por ese motivo se buscaban nuevas rutas para llegar a las Indias Orientales. Y Colón les dijo:

-Majestades, se puede llegar a las Indias viajando por occidente.

El rey Fernando no estaba convencido y miraba a Colón de reojo. En cambio la reina Isabel le creyó y vendió sus joyas.

Buscaron tres carabelas llamadas “La Niña”, “La Pinta” y “La Santa María”.

-¿Qué es una carabela?

-Son barcos pequeños, ligeros, que tienen tres palos y velas para que el viento las haga navegar.

Colón compró comida y bebida para alimentar y calmar la sed de un total de 120 hombres, de los cuales solo unos pocos eran hombres del mar. El resto eran delincuentes.

-¿Ladrones?-, preguntó Pablo.

-Sí, más o menos-, dijeron los padres, bostezando.

Después de escribir y firmar muchos papeles, llamados Capitulaciones, zarparon un tres de agosto de mil cuatrocientos noventa y dos desde Palos de Moguer en Huelva.

Pablo se quedó dormido, sus padres callaron y con un marca páginas dejaron el libro sobre la mesilla de noche.

Al día siguiente nada más levantarse quería seguir con el cuento pero sus padres le dijeron que dejara Colón para la noche que ellos tenían que ir a trabajar.

Cuando se encontró con Lidia le dijo que Colón era un pirata que robaba seda para que los Reyes se vistieran y que tenía tres barcos. Lidia no lo sabía.

Esa noche continuaron con Colón, le resumieron lo dicho y Pablo se enteró que los piratas eran otros.

Desde Huelva hasta Canarias las tres carabelas navegaron con alegría pues hacía viento pero allí les llegó la calma y tuvieron que esperar varios días a que soplara la brisa y las velas se pudieran izar. Al fin pudieron marchar. Las corrientes marinas y el aire les fueron llevando hacia un mundo desconocido.

Colón arrascándose la barbilla pensaba que ya tenían que avistar tierra y tomaba su catalejo pero solo veía agua. No decía nada. No quería asustar a sus hombres.

Éstos se dirigían miradas atravesadas unos a los otros. Si uno decía: -¡Me cachis, qué calor!-, otro contestaba: -¿Te molesta?- y por tan poco comenzaban a discutir.

En cada carabela dormían cuarenta hombres. Vicente Yañez Pinzón era el capitán de la carabela llamada “La Niña” y Martín Alonso Pinzón era el capitán de “La Pinta”. Juan de la Cosa era el piloto y a la vez el dueño de “La Santa María.

-Eran hombres muy valientes ¿verdad?

-Sí, si que lo eran.

El niño ya no les oyó.

Ahora era Lidia quien se quedaba boquiabierta con las explicaciones de Pablo. Ganó en importancia. Y todas las noches sus padres estuvieran cansados o no continuaban con la clase de historia.

Llevaban setenta y un días de navegación. Muchos hombres aparte del cansancio sentían miedo pues pensaban que no saldrían vivos de aquella aventura.

Ya no les quedaba comida y sólo tenían un bidón de agua en cada carabela. Comenzaron a robar herramientas, sogas y armas. Pretendían hacerse con el mando de la nave. Solo unos pocos hombres leales permanecieron al lado de Colón y los capitanes. Se hacían señas entre las naves y se declaró un motín a bordo de cada nave.

¡Qué hacer!

De repente se oyó un grito. Era el marinero Rodrigo de Triana que gritaba desde el mástil ¡Tierra a la vista! ¡Tierra a la vista!

Era el 12 de octubre de 1492.

Todos los hombres se agolparon en la proa, Colón les gritaba ¡Atrás, que hundís los barcos! Pero era tal la alegría que bailaban, gritaban, tiraban las gorras. Las embarcaciones que se iban a pique, ellos con la algarabía no oían a Colón pero cuando vieron que unos cuantos marineros caían al agua se dieron cuenta y entonces se agolparon en la popa. Ahora se caían por el otro lado y así estuvieron de proa a popa, de babor a estribor, hasta que se tranquilizaron y se pudieron equilibrar las naves.

Mientras tanto los marineros que habían caído al agua gritaban ¡Socorro! ¡Nos ahogamos! Y las

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