ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Dialogo De Los Muertos

flormanavella8 de Mayo de 2014

15.773 Palabras (64 Páginas)379 Visitas

Página 1 de 64

Luciano de Samósata:- Diálogos de los muertos

Índice

I. Diógenes y Pólux.

II. Plutón contra Menipo

III. Menipo, Anfiloco y Trofonio.

IV. Hermes y Caronte.

V. Plutón y Hermes

VI. Terpsión y Plutón.

VII. Zenofantes y Calidemides.

VIII. Cnemón y Damnipo.

IX. Similo y Polistrato.

X. Caronte, Hermes y varios Muertos.

XI. Crates y Diógenes.

XII. Alejandro, Aníbal, Minos y Escipión.

XIII. Diógenes y Alejandro.

XIV. Filipo y Alejandro.

XV. Aquiles y Antíloco.

XVI. Diógenes y Heracles.

XVII. Menipo y Tántalo.

XVIII. Menipo y Hermes.

XIX. Eaco, Protesilao, Menelao y Paris.

XX. Menipo, Eaco y varios Muertos.

XXI. Menipo y Cerbero.

XXII. Caronte, Menipo y Hermes.

XXIII. Protesilao, Plutón y Perséfone.

XXIV. Diógenes y Máusolo.

XXV. Nireo, Tersites y Menipo.

XXVI. Menipo y Quirón.

XXVII. Diógenes, Antístenes, Crates y un pobre.

XXVIII. Menipo y Tiresias.

XXIX. Agamenón y Ayax.

XXX. Minos y Sostrato.

Notas.

--------------------------------------------------------------------------------

I

DIÓGENES Y PÓLUX

DIOGENES.- Pólux, en cuanto subas a la tierra -pues mañana es a ti a quien le toca resucitar y no a tu hermano Cástor-, (1) deberás buscar a Menipo, el cínico, -que suele estar en el Cranion o en el Liceo de Corinto, (2) burlándose de cómo los filósofos discuten los unos con los otros sin cesar-, y decirle lo siguiente: Menipo, puesto que de las cosas terrenales ya te has reído suficiente, Diógenes desea que vayas como su invitado al Hades, donde podrás reírte muchísimo más. Aquí abajo, la duda pone límites a tu risa y no dejáis de cuestionaros: ¿Quién conoce el mundo que hay al otro lado de la muerte? En cambio allí no pararás de dar carcajadas, como yo, sobre todo cuando veas a los ricos, sátrapas y tiranos, a cual más humilde e insignificante, sólo diferenciándose del resto por sus gemidos, debilitados por su escasa hombría y vileza que les hace recordar constantemente los bienes terrenales. Quiero que le digas todo esto, y sobre todo que no se olvide de traer la alforja llena de altramuces y si es posible, algo de comida de Hécate, si encuentra una tirada en alguna encrucijada, un huevo de algún sacrificio expiatorio, o algo que se le parezca.

POLUX.- Se lo diré, no debes preocuparte, Diógenes. Ahora dame su descripción para que yo pue-da reconocer a ese hombre sin equivocaciones.

DIÓGENES.- Es viejo, calvo, y lleva un manto desgastado con agujeros por todas partes, y va lleno de parches de distintos colores que le dan a esa capa una peculiar tonalidad. Suele estar riendo, y muchas veces burlándose de esos filósofos orgullosos.

POLUX.- Con tal descripción, no tendré ninguna dificultad para encontrarle.

DIÓGENES.- ¿Podrías también decirles algo de mi parte a esos filósofos?

POLUX.- Adelante. No será ninguna molestia.

DIÓGENES.- Diles que dejen ya de decir estupideces, que acaben sus discusiones sobre el Univer-so, que dejen de ponerse cuernos los unos a los otros, y de inventar cocodrilos, (3) siempre ex-hibiendo su inteligencia con esos absurdos acertijos.

POLUX.- Pero me tacharán de inculto e ignorante si pongo en duda su sabiduría.

DIÓGENES.- Si lo hacen, envíales al infierno de mi parte.

POLUX.- Eso haré, Diógenes.

DIÓGENES.- Y a los ricos, mi pequeño y querido Pólux, pregúntales que por qué razón se comportan como necios guardando toda su fortuna bajo llave, y también pregúntales por qué se torturan calculando intereses y amontonando talentos si tarde o temprano vendrán aquí con tan sólo un donativo (4).

POLUX.- Haré lo que me ordenas.

DIÓGENES.- Por último, me gustaría que llevarás un mensaje a ese par de fuertes y hermosos jóvenes, Megilo, el Corintio y Damaxeno el púgil, que aquí no entendemos ni de rubias melenas, ni de ojos claros o negros, ni de caras azoradas, ni de tensos músculos, ni de grandes espaldas: aquí sólo entendemos de una cosa: de cráneos carentes totalmente de belleza.

POLUX.- Tampoco me es molesto llevarles ese mensaje.

DIÓGENES.- Y a los pobres -que son muchos, hombres descontentos por su mala fortuna y que lloran lastimosamente su pobreza-, diles de mi parte, Lacedemonio, -después de hablarles de la igualdad que aquí reina-, que ya no se lamenten más, pues aquí podrán contemplar cómo los ricos se encuentran al mismo nivel que ellos. Y a tus paisanos los lacedemonios, si te parece bien, me gustaría echarles en cara su actual debilidad frente a su pasada fortaleza.

POLUX.- En cuanto a los lacedemonios, no digas nada, Diógenes. No tolero que sean reprimidos. A todos los demás sí que les llevaré tu mensaje.

DIÓGENES.- Ya que así lo deseas, dejaremos en paz a estos últimos, pero lleva esos recados a los demás que he mencionado.

--------------------------------------------------------------------------------

II

Plutón contra Menipo

CRESO.- ¡Oh Dios Plutón!, ya no soportamos más tener al cínico de Menipo de vecino. Así que lo cambias de domicilio o nos trasladamos nosotros a otro lugar.

PLUTÓN.- Decidme en qué os perjudica, pues está muerto como vosotros.

CRESO.- Se burla y nos insulta cada vez que nosotros nos lamentamos y lloramos echando de me-nos la vida anterior en la tierra. Midas, se acuerda del oro; Sardanápalo, de los grandes lujos, y yo, Creso, de mis tesoros ahora perdidos, se ríe y nos ultraja sin cesar, llamándonos esclavos y basura, llegando incluso a veces a turbar con su canto nuestros gemidos. En resumen, se nos hace bastante molesto.

PLUTÓN.- ¿Es verdad lo que dicen, Menipo?

MENIPO.- No mienten, Plutón. Sufren un castigo por su vileza y mezquindad, les odio. No han te-nido suficiente con haber tenido una vida miserable y ruin arriba en la Tierra, ahora incluso, estando muertos, constantemente recuerdan las cosas de allí e intentan recuperarlas de algún modo. Por todo ello me place tanto su sufrimiento.

PLUTÓN.- Pues no deberías hacerlo. Les deben faltar grandes bienes si realmente están tan apenados.

MENIPO.- Entonces Plutón, ¿tú también defiendes sus necedades y suspiros?

PLUTÓN.- No, claro que no, pero creo que no es necesaria tanta riña.

MENIPO.- Pues os aviso a vosotros, que sois lo peor de los lidios, frigios y asirios, que os seguiré con mi obra a cualquier lugar donde vayáis, molestándoos con mis cantos y burlas.

CRESO.- Esto sería una insolencia.

MENIPO.- Te equivocas. Vuestros actos sí que eran insolentes, exigiendo que os adoraran, humi-llando a hombres libres sin acordaros para nada de la muerte. Por esta razón ahora vais a ser privados de todo aquello llorando sin cesar.

CRESO.- En realidad, ¡oh dioses!, de muchas y grandes riquezas.

MIDAS.- Y yo, ¡de todo mi oro!

SARDANAPALO.- ¡Sin todo el lujo, no!

MENIPO.- ¡Bravo!, seguid así, lo hacéis muy bien. Lamentaos mientras yo canturreo sin parar mi estribillo conócete a ti mismo (5), pues creo que es digno de vuestros lamentos.

--------------------------------------------------------------------------------

III

Menipo, Anfíloco y Trofonio

MENIPO.- No me explico cómo a vosotros dos, Trofonio y Anfíloco (6), que sois unos muertos, os han llegado a adorar en templos como si fuerais auténticos adivinos, y lo peor es que los imbéciles de los mortales os siguen tratando como dioses.

ANFILOCO.- No puedes culparnos a nosotros si ellos son unos insensatos que opinan así de los muertos.

MENIPO.- Claro que puedo, pues vosotros en vida os habéis dedicado a convencerles con vuestras charlatanerías, de que sois capaces de adivinar el futuro y así, prevenir y aconsejar a quien os con-sulta.

TROFONIO.- Menipo, Anfíloco sabrá mejor que nadie lo que debe responder para defenderse; yo debo contestar que soy un héroe y hago profecías a quien acude a mí. Y me parece que tú no has estado nunca en Lebadia; pues de lo contrario, no dudarías de lo que te digo.

MENIPO.- ¿Qué es lo que estás diciendo? ¿Que si no he ido a Lebadia y entrado a la fuerza por esa diminuta puerta a tu cueva, sin ver cómo estás de ridículo ataviado con finos lienzos y con una torta en las manos, no acierto si digo que estás muerto como nosotros y que lo único que te distingue es tu charlatanería? Y ahora te ruego que me digas, en nombre de los oráculos, lo que es un héroe, pues no lo sé.

TROFONIO.- No es ni dios ni hombre, es una mezcla.

MENIPO.- Entonces, según tú, ¿no es ni una cosa ni la otra, pero sí ambas a la vez? En tu caso, ¿es que se ha perdido tu mitad divina?

TROFONIO.- Tiene

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (100 Kb)
Leer 63 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com