EL PENSAMIENTO POLITICO CONTEMPORANEO
luxez7 de Julio de 2013
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INTRODUCCIÒN
El pensamiento político contemporáneo está necesariamente influido por toda una serie de corrientes anteriores que han venido a definir, en relación con los momentos históricos precisos, la actual configuración de los sistemas políticos y su caracterización ideológica actual. Por eso, antes de entrar de lleno en las características del pensamiento y los modos de hacer que hoy mueven el mundo, es necesario comprender de dónde vienen y cómo han evolucionado a través de la historia.
Como sabemos en el mundo surgieron dos grandes ideologías como son: El Fascismo y el Nacionalsocialismo, siendo la primera una forma de totalitarismo que surgió en el siglo XX y pretende la estricta reglamentación de la existencia nacional e individual de acuerdo con ideales nacionalistas y a menudo militaristas; los intereses contrapuestos se resuelven mediante la total subordinación al servicio del Estado y una lealtad incondicional a su líder; y el segundo es una ideología que surgió bajo las características del Régimen totalitario, Militarización del país, Racismo y el Imperialismo.
Empezamos el recorrido situándonos en el siglo XVIII, pudiendo observar que el sistema de los gobiernos de todo el mundo (teniendo necesariamente que centrarnos en Europa como cabeza y dominador del planeta) será el absolutismo, que presenta el poder de una sola persona, el rey, inspirado y concedido de manera divina, por lo que no existe contestación posible. La sociedad se estructura además en estamentos bien diferenciados, con una nobleza y un clero dirigentes y privilegiados, que controlan la inmensa mayoría de la propiedad de la tierra (principal fuente de riqueza) y además están exentos de contribuciones. Así la gran masa de población que se enmarca en el llamado Tercer Estado vivirá por regla general en unas condiciones de vida poco deseables.
La situación es heredera de la tradición feudalista medieval, pero con el transcurrir de los siglos se irá acrecentando el poder real y reduciendo el de la nobleza. Así, mientras en siglos anteriores el rey era considerado como el primero entre iguales, ahora estará por encima del bien y del mal. Será en el siglo XVIII cuando se empiece a desarrollar toda una serie de pensamiento nuevo, que va a introducir una serie de valores y concepciones de la sociedad que rompen radicalmente con el orden establecido y que irán calando poco a poco entre las clases populares.
La Ilustración será el fenómeno cultural de transmisión de estos nuevos valores que propugnan autores tan conocidos hoy en día como Voltaire, Rousseau, Montesquieau, D'Alembert o Hobbes, cada uno con sus matices. La difusión producirá una reacción del poder absoluto que se conoce con el nombre de Despotismo Ilustrado, en la que el monarca intentará establecer medidas de carácter social pero siempre manteniendo su status de poder inalterable. La frase “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, resume de manera muy gráfica esta política. Así, llegamos al final del siglo XVIII dónde conviene atender a dos realidades diferentes que nos mostrarán los primeros síntomas de cambio.
En primer lugar habría que atender a los recién creados Estados Unidos de América, que a raíz de su independencia de Gran Bretaña, van a presentar por primera vez en la historia un sistema constitucional basado en los principios de igualdad de todos los ciudadanos y la participación de éstos a través de la soberanía nacional (establecidos por escrito en la Declaración de Derechos Humanos del Buen Pueblo de Virginia y en la Declaración de Independencia -1776-) y que incluye la separación de poderes (legislativo en el congreso, judicial independiente y ejecutivo en la presidencia de la unión). Es claro que el hecho de no provenir de una tradición monárquica y la personalidad liberal de los colonos ayuda de manera decisiva a la instauración de este sistema que con pequeñas variaciones y enmiendas perdura hasta nuestros días.
En segundo lugar tenemos que atender necesariamente a la Francia de finales de siglo donde el movimiento revolucionario vendrá a suponer la ruptura con las estructuras anteriores y el reconocimiento de los valores antes mencionados. Lo que en principio comienza como una “Revuelta de los Privilegiados” con el fin de hacer frente a la postura real de disminuir los privilegios de las clases altas, una vez comprobada la imposibilidad económica de mantener el sistema anterior, se va a transformar por obra y gracia de unos valientes personajes emprendedores de una burguesía culta y la indudable colaboración activa del pueblo llano, en todo un proceso de cambios convulsos que van a asombrar a Europa y al mundo y que van a empezar a calar con diferente fortuna en el resto de los Estados.
Situados en este punto se comienza a desarrollar de manera teórica el llamado “Liberalismo Doctrinario”, marcadamente burgués, inspirador de los cambios anteriormente citados. En este momento histórico es preciso mencionar el surgimiento de una burguesía emprendedora que conjuntada con la revolución industrial que comienza a darse en Europa (sobre todo en Gran Bretaña y Bégica), va a dar como resultado las ansias de poder político burgués que acompañe al poder económico que están alcanzando. Así apoyados por el racionalismo del XVIII llevado a cabo por la vía revolucionaria, se van a plantear una serie de valores que se pueden resumir en una serie de derechos y libertades tales como la libertad, la igualdad o la propiedad. La igualdad está contemplada desde un punto de vista legal y no social, y la propiedad proviene del derecho natural por el cual todos los ciudadanos tienen derecho a ella, de una manera libre y abierta.
Es en definitiva la configuración del sistema capitalista. Otro de los preceptos es la soberanía nacional, siendo el Estado encargado de proporcionar prosperidad a los ciudadanos y enunciando el principio de la voluntad general como fundamento de la ley, enunciada lúcidamente por Rousseau en el “Contrato Social”. Por último habría que destacar la separación de poderes de Montesquieau, que propone la creación de estamentos intermedios que mediaticen el poder del monarca.
Será a través de los procesos revolucionarios del XIX (las llamadas “Revoluciones burguesas” del 20, 30 y 48), como se vayan introduciendo con mayor o menor éxito los sistemas liberales en los estados. Se clausura el denominado “Antiguo Régimen”, aunque perduren las prácticas autoritarias y el predominio de lo agrario. Se va a disolver el régimen señorial para llegar a una igualdad ante la ley, se transforma el régimen jurídico de la propiedad para dar unas libertades económicas de producción y distribución y se da fin a las aduanas internas en los mercados nacionales. El nuevo Estado Liberal se construye en torno a una Constitución y a unos códigos de leyes que son los mismos para todos los ciudadanos, asumiendo el estado las labores de justicia, policía y fiscalidad, centralizándose la administración y articulando técnicamente el estado a través de infraestructuras y obras públicas de modernización. También asume la educación aunque de manera muy ligera aún.
En torno a la segunda mitad del siglo se va a producir un cambio de mentalidad que llevará al liberalismo doctrinario a progresar hacia la democracia, que se empezará a consolidar a partir de 1870. Las revoluciones del 48 incluyen al pueblo como protagonista (es la llamada “Primavera de los Pueblos) y ya se empiezan a manejar conceptos de sufragio universal directo y mayor avance en las libertades individuales (de prensa, de expresión, etc.). Es en este momento, cuando parece que el liberalismo está asentado cuando comienzan a darse dos fenómenos dignos de atención que trataremos a continuación.
En primer lugar, y a raíz del avance de la Revolución Industrial y de las desigualdades sociales que ésta genera, surge el llamado movimiento obrero, que va a situarse fuera del sistema constitucional establecido por su margen izquierda. Así van a surgir como ideologías principales el socialismo (Marx y Engels) y el anarquismo (Bakunin). No vamos a entrar a valorar con detenimiento las características del pensamiento socialista o el ácrata, aunque si hay que enunciar, sobre todo, la influencia que van a tener, principalmente el socialismo, sobre las ideologías venideras sobre las que trata este trabajo.
La evolución del pensamiento socialista tomó diferentes caminos en la división del XIX y el XX. Por un lado se sitúa el sector que mantiene el Marxismo en toda su vigencia inicial y se niega a entrar en el sistema democrático, propugnado la revolución proletaria. Es el caso de Rusia, donde el complemento Leninista va a llevar a una nueva versión que dará como fruto la revolución rusa de 1917 y la instauración del llamado “Socialismo Real” que va a perdurar hasta hace una década y que después de los sucesos de la II Guerra Mundial dividirá al Mundo en dos bloques antagónicos (el capitalista y el comunista), para llevarnos casi hasta la autodestrucción sobre la base de una desenfrenada carrera nuclear para controlar el poder mundial. El final de la experiencia comunista es absolutamente contemporáneo a nuestro tiempo y los resultados están encima de la mesa para ser analizados con detenimiento.
Otra corriente dentro del movimiento obrero socialista va a ser la que abandere Bernstein, invitando a adaptar el socialismo a los sistemas democráticos con el fin de obtener desde dentro de ellos capacidad de poder para realizar la revolución. En este sentido es destacable que la evolución
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